Paseante

*Al trabajador no le queda más remedio que ser honrado. Al pobre no le queda más remedio que ser delincuente.
*La castidad es una enfermedad de transmisión religiosa. 
*El paseante se detiene en medio de su vagar y se pregunta, ¿qué es todo esto? 
*Yo sé que la vida es un sueño y que no puedo dejar de soñarla. Cuando muera no despertaré, dejaré de soñar. 
*Hoy he vuelto a cometer el mismo pecado que cometo todos los días: no he mirado con asombro a un árbol.
*El trabajo envilece.
*La educación de una persona puede medirse por la distancia que se toma con respecto a los demás.
*Todas las aglomeraciones son una falta de educación.
*Son zafios, son necios, son groseros, son gentuza. Pero no les desprecio. 
*Melancólica verdad: no escasea el talento. 
*Nos animan a seguir en la pelea los mismos que están resguardados de las explosiones.
*Mis enemigos son mis enemigos. Los que dicen defender mis intereres también lo son. 
*Era una realidad tan prosaica que ni siquiera tenía ganas de cometer adulterio.
*Pasó por el mundo sin... y le llegó la muerte. 
*Enmienda a Aristóteles: "Todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de copular"
*A quien madruga yo creo que Dios le escupe.
*Poner el mundo patas arriba es dejarlo como está. 
*No podemos arreglar el mundo. Pero sí podemos salvar a un individuo. 
*Tener fama universal de buena persona y no despreciarse a uno mismo por eso. 

Una cita de Castilla del Pino

Así terminan las monumentales memorias del psiquiatra Carlos Castilla del Pino, cuya lectura recomiendo vivamente pues me parece una obra formidable: 
         La muerte -salvo el asesinato, que lo mismo lo produce alguien que algo: la obstrucción o rotura de una arteria, el desarrollo de un cáncer, una caída- llega cuando uno no tiene ya nada que vivir: "ahora me puedo morir", parece decirse, tácitamente, cuando se vive una vida que le ha dejado a uno de interesar y por la que resbala hacia la inexistencia. Pero mientras la vida importa, mientras se es capaz de mirar y admirar el contenido de cada día (la mujer a la que amamos y nos ama, el libro, las amigas y amigos, la música, el cuadro, el árbol, las fuentes, el perro o el gato, y tantas y tantas cosas más), uno está explícitamente afirmando, cuando menos ante sí mismo, que aún no es el momento de dejar este mundo.

Apelar a la emoción

Desconfío de los movimientos políticos que apelan a la emoción. Ya sabemos que la gente humilde no tiene ni tiempo, ni formación, ni ganas de pararse a pensar. Por eso una buena educación desde la infancia es fundamental. Quien descuida esto -perenne interés del poder absoluto- desea vasallos, no ciudadanos libres. Esto es propio del discurso de grupos extremistas que enarbolan la bandera de turno. La simpleza de sus argumentos no resiste un análisis demorado: detrás de su retórica no hay más que vacío y debilidad intelectual. Estos movimientos detestan los matices, para ellos no hay medias tintas y presumen de llamar "al pan, pan y al vino, vino". Suelen hacerlo elevando la vox, (elevando la voz, quiero decir). Ya dijo Leonardo: "dove si grida non è vera scienzia" La realidad es todo menos sencilla y no se deja reducir a torpes simplificaciones. Reconocer la humanidad del extranjero es algo que no están dispuestos a hacer. En las sociedades apuradas por la crisis económica y atrapadas por el miedo este tipo de movimientos encuentra una acogida muy favorable. Tengo por amigo a quien me invite a razonar, a quien reconozca en mí la madurez suficiente para ejercer la crítica. Pero no a quien trapa de capturarme para su causa apelando a mis emociones.

Un relato de Vasili Grossman

Al terminar la Segunda Guerra Mundial las autoridades soviéticas trasladaron a Moscú algunos cuadros de la pinacoteca de Dresde, entre los que se encontraba la "Madonna Sixtina" de Rafael. Estuvo expuesta al público en Moscú durante un tiempo, en la galería Pushkin. Uno de los visitantes fue Vasili Grossman, el escritor de "Vida y destino", novela monumental que se ha comparado con "Guerra y paz" de Tolstoi. Grossman, eso relata en "La Madonna Sixtina", quedó maravillado nada más ver ese cuadro. "Es inmortal" dice. Para Grossman esa imagen de la Madonna sosteniendo al niño es la expresión inmortal de "lo humano en la humanidad", el amor de una madre joven por su primer hijo. Dice Grossman que aún suponiendo que los hombres desaparecieran, el cuadro de Rafael seguiría maravillando a los lobos, los osos, las ratas, las golondrinas. Es un relato de afirmación de la vida como manifestación de la libertad y un emocionante canto al humanismo en una época de horrores. Así concluye: "cuidando de la Madonna mantenemos la creencia de que vida y libertad son la misma cosa y de que no hay nada más alto que lo humano en la humanidad. Ese cuadro vive eternamente, vencerá"
    Para un hombre que fue de los primeros en conocer las atrocidades de Treblinka esa firme convicción es admirable.

Extrañamiento. Alienación. Delirio.

Juego a que soy intelectual, así que sigo con mis weberianas disquisiciones. El trabajo fue durante milenios la raíz de la existencia de quienes tenían que trabajar para vivir. Hoy seguimos teniendo que trabajar para poder pagar la luz, la gasolina, el alquiler, el colegio, etc. No ofrecemos la renta de nuestro trabajo a un señor feudal y, al menos en principio, no somos vasallos de ningún marqués; es decir, estamos emancipados. Pero sucede en nuestros días que el trabajo se ha convertido en un elemento, no el único, de desarraigo. El vínculo entre trabajador y la actividad que desarrolla se ha roto, aparece la desafección por la tarea que se desempeña. Además en el trabajo se establecían unas relaciones entre compañeros e iguales que el mercado laboral actual ha destruido. Cualquier empleado sabe que si su rendimiento no es adecuado a juzgar por la empresa está expuesto a continuos cambios de su centro de trabajo, traslados anunciados de un día para otro, y finalmente al despido. En vista de esto, ¿para qué relacionarse con compañeros que pueden desaparecer de un día para otro? Esto influye decisivamente en la vida familiar, deteriora las relaciones de pareja, la crianza de los hijos y la atención a los padres que ya son viejos. No se echan raíces en ninguna parte. El trabajador se considera superfluo, ajeno a su empleo, no queda rastro de identificación con la empresa. Se produce, por tanto, una situación de desarraigo. En el conflicto inevitable (dialéctico, si somos sutiles) entre empresarios y trabajadores los segundos se han esfumado como colectivo. En su lugar hay números perfectamente sustituibles que no dejan rastro alguno de su actividad. Un buen trabajo sería aquel en el que el empleado, con cierta confianza en su puesto, pudiera poner una foto de su familia, cosa que no se produce. El principal enemigo de la familia no es la moral desordenada, como algunos quieren hacernos creer, sino este sistema neoliberal que nos mantiene en vilo, en permanente inquietud. En este sentido el trabajador ya no es un proletario. En condiciones así de penosas fundar una familia es un lujo que no se puede permitir. Por eso, entre otras cosas, esta sociedad es una fábrica de solitarios.

Fábrica de solitarios

Desde el punto de vista sociológico me parece que el principal rasgo de nuestro tiempo es ser una fábrica de solitarios forzosos. Un individuo por sí mismo no hace mucho, quien lo moldea es la época, el ambiente. Nadie puede sustraerse a esa fuerza poderosa que ejerce la sociedad. Y la sociedad actual quiere acobardarnos, apocarnos, hacernos mezquinos; tiende a reducirnos en nuestra esfera de comodidad individual. En la soledad de nuestra celda solipsista escuchamos canciones que nos hablan de amor. Acaso derramemos una lágrima, tal vez aún nos quede un ápice de sensibilidad, pero estamos solos. No creo que exista hoy un movimiento colectivo verdaderamente espontáneo, un movimiento que no esté dirigido desde el poder. Creo que este rasgo está profundizado y reforzado por la tecnología: la irrupción de internet y los teléfonos móviles (vuelvo a mi caballo de batalla) nos disgrega hasta un punto que no llegamos a imaginar. Somos testigos diarios de la adicción que tenemos por estos dispositivos. ¿Quién no ha visto un grupo de personas que no se hablan entre sí, sino que están abismadas cada una en la pantalla de su móvil? Esto altera nuestros vínculos con los demás, nuestra forma de relacionarnos con el prójimo (y empleo a propósito esta palabra) es cada vez más abstracta. Desde la publicidad se nos ofrecen vías de escape a este hormiguero, formas de distinguirnos de la masa, ventajas de todo tipo (una ventaja implica una carrera entre iguales). Este triunfo de la individualización tiene consecuencias demoledoras: en el mundo laboral ha conseguido que los trabajadores pierdan la solidaridad, que cada uno busque su propio beneficio, lo que les hace totalmente vulnerables al arbitrario poder de los empresarios. El lema de nuestra sociedad es "sálvese quien pueda". En el aspecto moral son visibles los estragos de este individualismo: una forma de autodefensa ante la agresión es el cinismo, la burla que suscitan sentimientos nobles como el amor, la ternura o la delicadeza. Hoy se libra una batalla entre el brutalismo del macho (que se siente amenazado en su poder hegemónico) y el feminismo civilizado. Quien hace alarde de bravuconería, quien ensalza la fuerza bruta, quien amedrenta a sus prójimos, además de ser primitivo y estúpido, esconde miedo e inseguridad.

Fracaso

*Las autopistas se han construido principalmente para alargar la distancia entre el trabajo y la casa. El esclavo sigue siendo esclavo.
*La miseria de nuestros antepasados pesa como una losa sobre cada instante de nuestra vida. 
*Basta un segundo de despiste para destruirnos. Y ya no hay vuelta atrás. Pero toda una vida de esfuerzo orientado a un fin puede no llevar a nada.
*Ahora luce el sol. Que goce mientras pueda. Ahora se cree indestructible. La tormenta le aniquilará dentro de unas horas.
*El hombre en su camino hacia la Luz da un paso adelante y retrocede tres.
*Cualquier ser viviente, fuera antropomorfo o ameba, siente su existencia como dolor y soledad. 
*El ladrido de un perro en la distancia. La queja universal de las criaturas. 
*La materia prima de cualquier universo es el sufrimiento. 
*El momento crítico de la vida- que no es un momento pues no llega súbitamente, sino tras una serie de golpes y desengaños- en que se acepta la derrota inexorable y uno se dice a sí mismo: "no hay nada que hacer" 
*Vive en la obsesión de la muerte. No hay instante en que la conciencia de su fragilidad no le asombre. No cumple años, cumple días. Y a veces, cuando apreta la angustia, cumple horas.
*A mucha gente debe de parecerle imposible vivir en un estado permanente de profunda tristeza. "Triste a veces, de acuerdo. Pero, ¿siempre?" Les sorprenderá saber que se puede vivir así, sin sombra de alegría, no más que porque late el corazón. 
*Aumenta la población: aumenta la competencia. La lucha entre iguales. Cuantos más individuos, más colisiones, más fricciones, más obstáculos, más exasperación. 
*Los líderes políticos conducen el rebaño humano. La condiciones que se requieren para gobernar a las masas son la vulgaridad de espíritu, la falta de escrúpulos y la falta de imaginación.
*Fracasamos mientras vivimos. En eso consiste ser hombre. Ni siquiera nos queda la elegancia en la caída.  
*"Voy a acabar teniendo la cara de éste" dice un joven mirando al enfermo que pasa a su lado humillado y no tiene fuerza para responderle.  
*La derrota es un mal necesario. Quizá esto sirva un poco de consuelo. 
*Un manual de autoayuda escrito con sangre, lágrimas y mierda.
*No ha existido hombre que no haya deseado alguna vez dormirse y no volver a despertar. Y si lo hay es un imbécil sin remedio. 
*La muerte es la arrasadora de todas las enormes diferencias de los destinos humanos. 

En caída libre

La pantalla de TV con el sempiterno programa de cotilleo donde cuatro analfabetos cotorrean sobre sus miserias morales. Todo sea por ilustrar al pueblo. En el trabajo, a primera hora, un jefe con actitud hostil y mala entraña, que rebuzna:"no estamos aquí para pensar" No se pueden decir palabras más ofensivas que ésas. Quien dice eso es un enemigo. Trabajar y callar. Obediencia ciega. Rebaño de ovejas. El viejo cuento, la vieja historia. No podemos imaginar la cantidad de miedo y humillación que existe en los trabajos. Acabaremos, como ocurrió tantas veces en el pasado, dando gracias por poder respirar. La víctima inocente de un abuso (y esto es terrible) puede llegar a sentir vergüenza de sí misma; por un mecanismo psicológico absolutamente perverso puede llegar a sentirse culpable. De fracaso en fracaso, no tenemos remedio. Para la gente humilde (descontemos los Trump, los Putin, las Familias Reales, por ejemplo) la vida es una penitencia, una larga humillación silenciosa interrumpida por dos o tres alaridos de horror. Si naces pobre debes ser ignorante  y resignado, ay de tí si llegas a saber lo que te estás perdiendo. La ignorancia no deja ver la miseria en la que uno vive. Vendrá Goethe y dirá: "prefiero la injusticia al desorden". ¿Qué se puede responder a eso a estas alturas de nuestra degradación como especie? Cuánta pasión, cuánta ilusión, cuánto sacrificio, cuánta crueldad puestos al servicio de ideales que resultaron funestos. Siempre acaban engañados los mismos. Los que mueren y matan por una mentira. ¡Aquello era mentira! Puede ser el comunismo, el fascismo, la cristiandad o, como ahora, el neoliberalismo -así lo llamo a falta de concepto mejor. Todo perfecto. Así hasta el momento en que, solitarios e injustificados, uno por uno, somos absorbidos por el remolino de la muerte.

Unamuno

Unamuno está de moda, quién lo iba a pensar. Durará poco la fiebre, por supuesto. El vértigo de la actualidad lo sumiriá pronto en el olvido. Vuelvo al cine a ver "Mientras dure la guerra" creo que por sexta vez. Todo cansa, no creo que incurra en una séptima, pero ya queda bastante claro que la película me gustó. No tenía una idea clara de Unamuno, lo que vi en la película de Amenábar me indica que ese Unamuno, salvo error, era el auténtico, es decir, un intelectual de prestigio, con numerosa familia, que se vio totalmente desbordado por los trágicos acontecimientos de julio de 1936. Si no recuerdo mal Unamuno escribió "Del sentimiento trágico de la vida" hacia 1912. En ese libro se toma en serio la cuestión de la inmortalidad personal, se da valor a la vida del individuo. Pero esa era una canción que perdió su música. Unamuno está abrumado, confundido, temeroso en esos meses de 1936 en los que se enfrentan dos ideologías totalitarias. Si fue durante décadas un faro de la sociedad de su tiempo ya no tenía luz. Sospecho que para Unamuno la catástrofe española fue un puñetazo en la cara. Debió de perder o al menos debieron de tambalearse sus creencias más íntimas. No tenía idea de lo que sucedía. Los poemas de Leopardi, poeta que tanto admiraba, parecen juegos románticos; el pesimismo cósmico, un lujo. Los tiempos eran -y son-  tan tenebrosos que no había lugar para el pesimismo más radical. El individuo había sido aniquilado y la muerte, como dijo Péguy, había sido envilecida. Envidio a Unamuno su familia, eso por lo que se mordía la lengua hasta que no pudo soportarlo más y se enfrentó con los generalotes que le consideraban "el más grande escritor español vivo". Como se sabe Unamuno murió repentinamente dos meses después, el 31 de diciembre de 1936. Entre fascistas y rojos, ¿qué podía decirle Kierkegaard?

Patología

Casi todos los días paso al lado del pequeño río que cruza una población en la que no vivo pero trabajo. Como el trabajo no es vida sino que es algo que hacemos para "ganarnos la vida" parece pertinente esa diferencia. Confieso que no soy de esas personas que siempre han hecho lo que han querido. 
     El pequeño río trae una suficiente corriente de agua, está encauzado por muros de unos 2 metros de altura. Entre las piedras, en algún remanso, hay patos. Debo de sentir una extraña pasión por estas aves. Me llaman mucho la atención. Son animales muy graciosos. Yo me quedo a menudo mirándolos, me paro para observarlos. Estoy seguro de que un niño asociaría este pueblo con sus patos. Ellos nadan con elegancia, vuelan muy bien -un vuelo nervioso, agitan muy rápido las alas- andando son muy torpes. Graciosa torpeza. Hay personas a las que les pasa algo semejante: se manejan mal en sociedad -que sería como ir a ras de suelo- pero en su pensamiento -en el vuelo del pensamiento- pueden estar conversando con Platón. Como el Albatros, de Baudelaire. 
       Si esta atracción por los patos es motivo de tratamiento declaro que tengo una patología.

Todos tontos

En nuestro tiempo se insiste en la formación pero se quita valor a la experiencia, al conocimiento que da la experiencia.  La teoría se impone a la práctica. Lo que hace bueno a un médico, zapatero, mecánico, modista, marino, profesor, albañil, actriz o a un piloto es la experiencia en el oficio. Dentro de cada oficio existe, como en todo, una mayoría mediocre y algunos excelentes, pero es la persona la que atesora ese conocimiento. Esto ya no es así. Nos han vaciado de experiencia, se nos somete a la llamada "formación continua" a base de cursos preparados por equipos que no conocen la realidad del trabajo, nos obligan a seguir mecánicamente protocolos y burocracias diversas. Algunos de estos cursos se teatralizan como si fueran series de TV de manera que uno no sabe bien si está aprendiendo algo o viendo un melodrama. Hay una insoportable suficiencia en todo esto: el ignorante  pretende enseñar al que conoce el trabajo. Por desgracia nos creemos esta mentira.
    Por otra parte, la robotización o la automatización hace que muchos trabajos desempeñados por humanos sean superfluos. Dentro de poco nos quedaremos sin habilidades profesionales, desvalidos en un mundo de máquinas inteligentes y humanos idiotizados. Esta profecía, por otra parte, es ya bastante vieja. 
    Vivimos en una sociedad cada vez más invasiva, que se cree con derecho a ordenarnos cómo debemos comportarnos, que entra en terrenos cada vez más íntimos. No se publicita solamente un determinado producto, se nos dice qué tenemos que hacer con nuestros recuerdos, con nuestras emociones, cómo debemos ponernos los calcetines, saludar a la gente o educar a nuestros hijos. Nos descubren el Mediterráneo. Por lo visto la experiencia acumulada a lo largo de generaciones ya no sirve de nada.
    No hay margen para la iniciativa personal, lo que uno haya podido aprender a lo largo de décadas en su trabajo (y en la vida) no importa. Esto, a mi entender, representa un enorme empobrecimiento de nuestras vidas y también una deshumanización. Si le llevamos unas botas rotas a un zapatero que lleva en el oficio treinta años de seguro sabrá con un golpe de vista cómo arreglarlas. Estamos ante alguien que sabe y por eso infunde respeto. Pero esto sucedía antes, cuando había zapateros remendones. Hoy tiramos las botas rotas y compramos unas nuevas. Al menos esto pretende el sistema. 

Siempre pensando en lo único

Recuerdo la primera vez, yo era un niño, que vi a una pareja realizando el acto sexual. Era verano, en una playa. Algo extraño hacían, lo vi como un comportamiento raro. Estaban muy a la vista, así que no fui yo sólo quien les vio. La gente se reía, algunos quizá se ofendieran, en general había nerviosismo. Como se sabe es el secreto mejor guardado: todos piensan en el acto sexual, casi continuamente, pero lo esconden por vergüenza. Los humanos somos, por lo general, de una voracidad sexual insaciable. Sin embargo, una pareja enganchada en plena calle o en una oficina no es algo que se vea todos los días. Siempre ha sido éste un tema muy delicado. Algunos afirman que existe desorden sexual en nuestras sociedades. ¿No lo había en el pasado? El asunto genital siempre ha sido motivo de escándalo. Creo que los humanos sienten vergüenza del acto sexual igual que reconocen que son mortales. Si no me equivoco en las tribus más primitivas (los buenos salvajes) también se da este pudor, los ayuntamientos se realizaban en lugares apartados o al amparo de la noche (la noche es de los amantes y los ladrones). Aunque fueran casi desnudos en su vida cotidiana. No existe, creo, ninguna sociedad que tenga una relación natural con el sexo. Si nos fijamos las conversaciones están llenas de alusiones al acto sexual. Casi todas las miradas que los humanos tienden en torno suyo, si se encuentran en sociedad, tienen un punto lascivo. Somos cuerpos y el instinto es poderoso. De haber un general desorden sexual la vida productiva, la seriedad del trabajo, sería imposible. Por eso, tal vez, nos reprimimos. ¡Tardaba en aparecer esa palabra! Represión. Aquí encontramos a Freud y su descubrimiento del inconsciente. Según Freud todo lo mueve el sexo. Un autor contemporáneo suyo, también vienés, Arthur Schnitzler, escribió obras de teatro y relatos sobre el asunto venéreo. Sobre ellos cayó la indignación hipócrita de la gente formal. Pero todos somos de barro y caemos en la tentación. Como dice el sabio refrán: "el hombre es fuego, la mujer estopa, llega el diablo y sopla" Naturalizar el sexo, tratarlo como algo inocente, no me parece posible. El erotismo es una araña peluda, siempre tiene un componente subversivo e inquietante que se relaciona con la muerte. Es un tema recurrente en el cine sicalíptico de Buñuel. Erotismo y muerte: ambos son tabúes. Uno de los pensadores que mejor trató esta cuestión es Georges Bataille. Como dice el chiste: "siempre pensando en lo único" por decir "siempre pensando en lo mismo".

Naturaleza

Coinciden Leopardi y Turgueniev en su visión de la naturaleza, a la que personifican e interpelan. El italiano en su Dialogo della Natura e di un islandese y el ruso en un poema en prosa titulado Naturaleza. Ambos se la imaginan como una mujer de aspecto tenebroso, una figura colosal e imponente. Leopardi le habla por boca de un islandés, Turgueniev en primera persona. Coinciden porque los dos muestran a la naturaleza como totalmente indiferente al género humano. Para ella el hombre es una más de sus criaturas, tan valiosa como un gusano o una mosca. Es una visión elevada, pesimista y también intempestiva (nada actual). La naturaleza es generación y corrupción, absoluto derroche de criaturas. Es un proceso enloquecido de nacimientos y muertes. Por eso para el hombre no puede haber más salvación que en lo sobrenatural. Si no hay trascendencia "un cielo nuevo y una tierra nueva" entonces somos totalmente miserables, piensa la religión. 
      En nuestro tiempo la naturaleza no es esa mujer terrorífica, de mirada helada y penetrante. Se ha operado una curiosa metamorfosis. Hoy es una niña indefensa a la que los hombres estamos destruyendo. Así la ve la conciencia ecológica. Así se la imagina -ingenuamente- un activista de Greenpeace. Podemos, ciertamente, envenenar los mares y el aire, arrasar los bosques del Amazonas, extinguir centenares de especies, consumar otros chernobiles y acabar con nosotros mismos también. Pero a la naturaleza, en el sentido profundo que le dan Leopardi y Turgueniev, no le hacemos el menor rasguño. Creer lo contrario es otra vanidad por nuestra parte.

La hora de la renuncia

El mundo es nuestro cuerpo, digo esto con permiso de Schopenhauer. Quiero decir que esta "representación" (el mundo es mi representación) está determinada por la edad y la salud de la máquina que somos. De niños todo es nuevo, de jóvenes nos posee el amor, de adultos la ambición y de viejos los achaques. Es curiosa la inmensa diferencia que existe entre los hombres en lo que respecta a esto. Estamos todos revueltos. Cambiamos cada minuto. Se cruzan los felices con los desesperados, los sanos con los enfermos, los que empiezan la vida con los que la terminan. Algunos beben a grandes tragos la vida, es su época solar, se creen indestructibles. Otros vegetan, vencidos, se limitan a durar y acaso desean la muerte. De ahí resulta un enorme malentendido: nadie conoce a nadie. Creo que Pavese, que era muy fino, decía que algunos hombres llevan un cáncer secreto que les roe por dentro. No sé si la cita es exacta o aproximada. Quizá un buscador automático de plagios descubra la cita que busco. De Pavese hay una cita estupenda que sí voy a citar correctamente: Gli uomini che hanno una tempestosa vita interiore e non cercano sfogo o nei discorsi o nella scrittura, sono semplicemente uomini che non hanno una tempestosa vita interiore. A mí no deja de sorprenderme la alegría y la seguridad con la que parecen -parecen- vivir algunos. Está muy bien y me alegro por ellos. No conocen todavía "el otro lado del jardín" que creo decía Wilde.
         Esto me recuerda un admirable ensayo de Bertrand Russel, "El culto del hombre libre" donde se dice:  A todo hombre le llega, tarde o temprano, la gran renuncia. Para los jóvenes no hay nada inalcanzable; un objeto bueno deseado con toda la fuerza de una voluntad apasionada, y sin embargo imposible, no les resulta verosímil. Con todo, a través de la muerte, la enfermedad, la pobreza o la llamada del deber, debemos aprender todos que el mundo no se hizo para nosotros y que, por hermosas que sean las cosas que anhelamos, el destino puede vedárnoslas. Es cuestión de valor, cuando llega la mala suerte, soportar sin desconsuelo la ruina de nuestras esperanzas, apartar nuestros pensamientos de vanos lamentos. Este grado de sumisión al poder no sólo es justo y necesario: es la puerta misma de la sabiduría. 

Known unto God

La soledad es una enfermedad propia nuestro tiempo. Es el tormento silencioso de millones de personas, estoy seguro. Cada vez mueren solas más personas. Lo tristísimo de esta situación es que nadie les echa de menos, ni siquiera desaparecen, nadie les recuerda antes de morir. En vida eran insignificantes así que no mueren para nadie. Algunas de estas personas -que han llegado al más alto grado de anonimidad- se descubren por el tufo de la putrefacción (la peste que despide la corrupción de nuestro cuerpo bastaría para aniquilar nuestra vanidad). Otros se encuentran por casualidad, momificados, años después de su muerte. En la vida masifiada se nos priva de la "muerte propia", que decía Rilke ante la vista de un hospital parisino en Los cuadernos de Malte y en alguno de sus poemas. Antiguamente quien quería huir del mundo (hoy es imposible, la masa que somos es invasiva) se retiraba al yermo. Ya no hace falta: basta vivir en una colmena de una ciudad cualquiera, ni siquiera tiene por qué ser populosa. El ritmo de vida es tal que hasta en las ciudades de provincias se puede pasar inadvertido. El viento social nos arrastra como átomos dispersos. Hacinados, apilados en edificios grises y uniformes, unos miserables metros cuadrados son nuestra Tebaida. Nuestra tumba. "La República independiente de mi casa" como dice el slogan del felpudo de IKEA. Qué siniestra ironía. En las tumbas de soldados de la Commonwealth caídos en combate en la Primera Guerra Mundial y que no llegaron a identificarse la lápida reza: Known unto God (verso elegido por Kipling, leo en wikipedia). Podría escribirse eso en muchos buzones. Miro una de estas colmenas, celdas de eremitas sin Dios, edificios de ocho o diez plantas. Se oye el vuelo bajo de un avión, el rumor del tráfico. Me pregunto cuántos viven solos, acaso con la compañía de un perro o un gato. ¡Cuánta angustia, miedo, deseos frustrados, nostalgia, cansancio, fracaso caben en tanta insignificancia! ¿Es que ni siquiera ser insignificantes nos libra del dolor? ¿Ni ese remedio tenemos? 
         La vista es tan desoladora como la del Cementerio en la ciudad del poema de Luis Cernuda. Cambio ligeramente los versos finales: 
 
...vivos anónimos.
Sosegaos, vivid; vivid, si es que podéis.
Acaso Dios también se olvida de vosotros

Un Brexit en el siglo XVII

Newton tenía 24 años cuando inventó el cálculo infinitesimal -que él llamó "método de fluxiones"- al mismo tiempo que descubrió la ley de la gravitación universal. Del cálculo infinitesimal otros matemáticos habían tenido ideas, atisbos, pero no llegaron al fondo de la cuestión. Esto sucedió hacia 1665-1666. 24 años: a esa edad Newton ya había hecho lo suficiente para pasar a la historia como uno de los mayores genios. Un monstruo. Sin embargo dejó en secreto sus descubrimientos. Unos diez años después, otro joven, un alemán de 29 años llamado Leibniz seguía la misma pista que Newton. En París recibió clases de Christian Huygens, un matemático y físico holandés de primer orden. Leibniz pudo leer un trabajo de Newton escrito en latín De analysi en el que había indicaciones para la invención del cálculo. Es una historia curiosa. Newton y Leibniz nunca llegaron a encontrarse. Leibniz tardó dos meses en inventar el mismo cálculo que diez años antes había inventado Newton. Esto fue en 1676. La notación de Leibniz es más operativa que la de Newton -además llegó a formular el Teorema fundamental del Cálculo (la derivación e integración de una función son operaciones inversas)- es decir, que su versión es la que se usa hasta hoy. Pero Leibniz publicó sus trabajos, en vez de guardárselos para él solo, como hizo Newton. A partir de aquí comienza la disputa por esta invención "una de las mayores gigantomaquias que en el mundo han sido" creo que dijo Ortega y Gasset. Tanto Newton como Leibniz pretendían ser considerados como los inventores de esta genial herramienta matemática. Aunque cuatro años más joven Leibniz murió diez años antes que Newton. En su época Leibniz fue el que perdió la batalla.
       "Fui yo" "No, fui yo" "Mentira, fui yo" "Yo lo descubrí antes aunque no lo publiqué". No fue sólo asunto de estos dos genios, muchos echaron leña al fuego: los matemáticos británicos apoyaron a Newton y los continentales a Leibniz. Fue un Brexit, uno de los varios que hubo en la historia de las relaciones entre esa isla y Europa.

Newton era raro

Algo he leído sobre la vida de Isaac Newton. Iba a escribir un par de anécdotas para gusto propio y quizá del lector que pasara por aquí. Algo fácil, digerible, papilla intelectual, nadie se asuste. Pero, ¿con qué derecho voy a escribir nada de un hombre que tenía aversión a publicar sus trabajos sobre física o matemáticas que eran...? Comprender la importancia de la obra de Newton implica romper los moldes ordinarios con que juzgamos la inteligencia humana. Le gustaba el secreto. En el secreto lo dejo. 
      Faltaré a mi palabra inmediatamente. Contaré una anécdota. Por lo visto Newton no era sociable ni divertido. En los cinco años que estuvo con Newton su secretario le vio sonreír sólo una vez. 

Shakespeare escribía mal

Tolstoi era insuperable como escritor, en ese terreno nadie lo iguala. Pero el hombre tenía sus opiniones críticas y hay que ver lo disparatadas que son algunas. El Tolstoi profeta me interesa tanto como el Tolstoi crítico. Es decir, nada. Cuenta Chéjov que fue a visitarlo a una localidad balnearia en Crimea, cerca de Yalta, en un palacio a orillas del Mar Negro. Sería por el año 1902. El viejo Tolstoi ("no viviremos tanto como él ni escribiremos tanto", pensaría Chéjov) estaba enfermo y guardaba cama. Estuvieron hablando largo rato, dice Chéjov, de esto y de lo otro. Al final Chéjov se despide. Tolstoi le estrecha la mano y le dice que le bese. Chéjov se acerca y Tolstoi le dice rápido al oído: "No soporto tus obras de teatro. Shakespeare escribía mal, pero tú escribes peor". Por la forma en que lo cuenta parece que Chéjov no se lo tomó a mal.

Tribunal implacable

Tolstoi debió de escribir este relato con una pistola en la sien, en una época de desesperación. No hay historia que destile más asco, rabia y desprecio por los seres humanos. Tuvo que haberse escrito en un momento de profunda crisis vital, porque nadie medianamente conforme con la vida es capaz de imaginar los pensamientos de los personajes de este relato. Todos son mezquinos menos uno: el muchacho que cuida al enfermo terminal. Varias veces se repite a lo largo del relato la frase: "educado, agradable y conforme a las convenciones sociales". Tolstoi está furioso contra el orden social. Como se sabe, lo primero que piensan los (falsos) amigos de Iván Ilich al enterarse de su muerte es: "él ya está muerto, pero yo sigo vivo". Y cada uno cavila cómo beneficiarse de la muerte de este funcionario que deja vacante una plaza interesante. El retrato de la vida conyugal no es menos amable. Tormentas de amargas discusiones por estupideces con algún islote de armonía (tal como dice el escritor). La muerte de Iván Ilich me parece un relato de absoluto nihilismo: lo único positivo, alegre, es la muerte para ese desgraciado, porque es una liberación. Según se acerca el momento fatal Iván Ilich descubre la falsedad de su vida, el pensamiento de que ha vivido en vano es intolerable. Poco antes de morir piensa: "la muerte ha muerto" No es la vida la que muere, sino la muerte. Tolstoi se aferró a la religión y salió de ese paso. Dejó de ser escritor para convertirse en profeta. Esto, creo, le salvó la vida. Al escribir esta historia Tolstoi vomitó todo el asco que sentía por la humanidad y por su vida absurda. También Goethe escribiendo el Werther conjuró sus demonios. No hay una palabra en esta historia que esté de más ni de menos. No hay ninguna salida de tono. Es como si Tolstoi conservara la calma en medio de la mayor tempestad.              
       Hay muchas fotos de Tolstoi. Que yo sepa no aparece sonriendo en ninguna: siempre serio, con expresión de fastidio. Debió de tener un carácter de mil demonios. Fue un personaje de tremendas contradicciones. La resistencia física de este escritor atormentado y favorecido por la fortuna (aristócrata ruso, inmensamente rico, en la cúspide social) debió de ser enorme. 

Cuento de Chéjov

Un cuento de Chéjov se titula "Tristeza". Muy justo, porque la historia no puede ser más triste. Es un relato muy breve. Un viejo cochero acaba de perder a su hijo hace una semana. Suben unos clientes a su coche, le maltratan. El viejo quiere desahogarse, contar a alguien que su hijo ha muerto. Como es de suponer nadie le escucha. Uno de ellos responde "todos tenemos que morir" cuando el viejo cochero le dice que su hijo ha muerto. El viejo, que no tiene a nadie en el mundo, se resigna y acepta cristianamente la brutalidad de sus congéneres. "Dios lo ha querido" No se rebela como un personaje de Byron. No maldice. No se vuelve a sus clientes y les cruza la cara con el látigo. Es pobre y tiene que comer.
Al final del cuento, después de un día en el que apenas ha ganado nada, se queda solo con su caballo que come hierba seca. Le dice el cochero: "es como si tú tuvieras un potro y fueras su madre y de pronto se muere antes que tú. ¿No sería una desgracia?" Y el cochero, dice  Chéjov, le cuenta todo. El pobre hombre se desahoga con una bestia.
Hoy los cocheros son los taxistas. ¿A quién le cuentan sus penas íntimas y profundas? ¿A un volkswagen? ¡Viva el progreso!
Esto es literatura. La literatura trata principalmente de las penas de los hombres. De la desgracia de un humilde cochero y la indiferencia del mundo trata este cuento.

Antonioni

Hace ya mucho tiempo que no veo aquellas películas de Antonioni que me fascinaron. Me fascinaron en el sentido de que me embrujaron, no fue sólo que me gustaran "La aventura" "El eclipse" "La noche" o "El desierto rojo". El resto de sus películas no me interesó tanto. Si al cine se le llama "el séptimo arte" es gracias a artistas como Antonioni. Ciertamente, es un cine complicado, para intelectuales. Trataba de los problemas de la burguesía italiana de los años 60 y, por extensión, de la condición del hombre moderno en un mundo alienado. O, mejor dicho, el que está alienado es el hombre. En Antonioni se reconoce a Kierkegaard, a Adorno, a Horkheimer. El tema fundamental de su cine es la incomunicación, si es que sus películas pueden reducirse a una fórmula. Si ya nos veía angustiados, inconexos, aturdidos, como el personaje de la mujer del ingeniero en "El desierto rojo" (1965) cabría suponer la película que hubiera hecho para mostrar la extrañeza, la soledad y lo que hay de enfermizo en nuestra época de internet y redes sociales. Pero cada artista tiene su tiempo, el corto tiempo de la vida humana, y Antonioni no vivió para ver el advenimiento de facebook o twitter. Quien aún vive, fuera del mundo ya, es su musa Monica Vitti, casi nonagenaria, recluída en una vivienda de Roma.

Unas coplas

Somos los egoístas
sin caridad
Ermitaños en cuevas
de la ciudad
Corazón receloso
acorazado
aterido de frío
y amenazado 
Para cambiar de aires
somos turistas
nos fuerzan a ir veloces
las autopistas 
Entre nosotros hay
un mediador
una pantalla abstracta
Ordenador
Hemos trocado el arte
de convivir
por algo más modesto
sobrevivir
Al amor le llamamos
pornografía
desahogo de alguien
que desconfía
Testimonio elocuente
de esta cultura
es la bolsa ilustrada
de la basura

Elsol

Parece el nombre de una empresa: "Elsol" pero es que no se ha puesto espacio. Quería decirse "el Sol" la estrella más cercana, la que da luz y vida en este planeta. Ahí tenemos, si luce, a un objeto que vio a los dinosaurios, cuya luz impresionó sus retinas, y a otras criaturas más remotas. Ese sol que adoraron egipcios, caldeos, tantos pueblos desaparecidos. El mismo que se puso en la tarde de la cicuta y de la cruz y el que brillaba en la Mancha de don Quijote y en la Dinamarca de Hamlet. El sol de Homero y de Gilgamesh. El que pintó, radiante y amarillo, Van Gogh. De qué trono ha caído, ya no es más que una estrella mediocre entre millones de millones. Lo que la Tierra es para el Sol, es el Sol para algunas estrellas: una esfera insignificante. Por desgracia cada vez es más difícil ver el cielo estrellado, pero el sol aún puede observarse en los crepúsculos y a través de las nubes. No es un cuerpo eterno, así que tendrá un final, como tuvo su principio. La astrofísica enseña que aumentará de tamaño cuando se agote el hidrógeno y que evaporará unos cuantos planetas del sistema solar. La Tierra se fundirá como una mota de polvo en un enorme incendio. Ahora que aquí es verano da un calor agradable si hay brisa a la orilla del mar. Instante fugitivo de felicidad. Esa juventud perdida en que brilló el sol de nuestra vida, cuando estaban con nosotros personas que ya pasaron. Si nos agobian los problemas o la desdicha, si el desánimo nos vence, hay un remedio. Considerando al sol de algún modo ya estamos muertos. No sólo como individuos, como civilización también. Para el sol todo es efímero. El sol nos hace contemporáneos de los etruscos.

Bossuet

Este autor es conocido en Francia, pero aquí no se le conoce. Fue obispo y estuvo en la corte de Luis XIV. Uno de sus cometidos era pronunciar oraciones fúnebres de los príncipes y otras altezas de la corte, pues los poderosos también se mueren. Pertenece a la época de La Fontaine, Pascal, Fénelon, Moliére, Boileau que se conoce como "siglo de oro" francés. No hace mucho leí la oración fúnebre que pronunció en la iglesia de Saint Denis de París, a la muerte de la princesa Enriqueta de Inglaterra, que murió repentinamente a los 26 años en junio de 1670. Hay que imaginarse la consternación de la corte y del pueblo. No hay mejor ocasión para destacar la vanidad de la vida que ver cómo desaparece bruscamente y en plena juventud un grande de este mundo. Bossuet pronunció una oración estremecedora sobre la futilidad de las cosas humanas. Su voz debió retumbar en el interior de la iglesia ante una audiencia petrificada por la desgracia. Para dar una idea de la rapidez con la que ocurrió el suceso Bossuet empleó una frase que se hizo célebre: "Madame se meurt. Madame est morte". Desde luego hoy ya no nos despiden con la elocuencia de Bossuet aunque sucedan casos por el estilo. 

El monstruo

Sólo tengo intuiciones y experiencias. Ya lleva uno acumulados muchos fracasos en los huesos. Salvo para los muy jóvenes o los muy tontos la vida, finalmente, es una sucesión de fracasos y desdichas. Veo una acelerada deshumanización de la vida social. Creo que estamos cayendo, pero como todos nos movemos a la vez no lo percibimos. Que alguien se quede quieto, verá que estamos en caída libre. Las condiciones de trabajo de hace 20 años son hoy irreconocibles. Fundar hoy una familia es un lujo. Los que tienen empleo van putada en putada, cada vez les aprietan y humillan más. Se han perdido las antiguas certezas. Antes (ese vago "antes") vivir era pisar un suelo firme, hoy es caminar sobre un cable suspendido en el abismo. Ante los cambios para mal se puede adoptar la postura optimista y decir "ya te acostumbrarás". Supongo que eso esperaban los judíos ("ya nos acostumbraremos") a medida que les iban quitando un derecho tras otro, paso a paso, con calculada perversidad. Se empezó por quitarles el derecho a dar clases, luego el de caminar por la acera, después el de respirar. Lo que está sucediendo hoy no es normal. Pero la fuerza narcótica de la normalidad es tan poderosa que muy pocas personas se daban cuenta de la escala de lo que ya estaba sucediendo, dice Antonio Muñoz Molina en su artículo de hoy en "El País" al glosar el diario de una ginecóloga alemana y judía en los tiempos de Hitler. "Ese hombre será nuestra desgracia y la de Alemania. Lo tengo claro, ahora que he visto sus ojos y sus manos" escribe Hertha Nathorff. No se equivocó.
         Ojalá me equivoque, pero me temo que no. Las pruebas son contundentes. Me guío por intuiciones y experiencias. La sensación de crueldad y caos. Asoma otra vez el monstruo que llevábamos escondido.

Pancartas

Me gustaría ver una manifestación de vencidos. Silenciosa multitud con pancartas: "hemos tirado la toalla" "ya no podemos más" "la naturaleza humana es débil y dispone de pocas fuerzas" "hay que resignarse" "hay golpes en la vida tan fuertes... yo no sé" "todo lo gobierna el azar" En esa muchedumbre  otra pancarta reza "¡Indignaos!" La llevan Stéphane Hessel y José Luis Sampedro. 

Montañas

Qué manía tiene el hombre actual (y que manía tengo yo de meterme con esta criatura, yo que formo parte del hormiguero y escribo este blog) de pisar o pisotearlo todo. No soy alpinista pero me gustan las montañas. Para un montañero de verdadera vocación no es lo más importante hacer cumbre en la montaña que escala. Hay que saber renunciar si la montaña no quiere. Las montañas llegan mucho antes de subirlas, se imponen en la distancia, en la aproximación, y no es exagerado decir que algunas enamoran. Contemplar el Espigüete desde Valverde de la Sierra o Peña Ubiña desde la Vega de Meicín es una maravilla. Hace muchos años yo estaba con una persona inolvidable en Camarmeña, un pueblo de los Picos de Europa que tiene un mirador desde el que se ve de frente, mirando hacia arriba (el desnivel es tremendo, el terreno abruptísimo) el impresionante Pico Urriellu, o Naranjo de Bulnes. En ese momento la niebla ocultaba el pico. Ella hizo un dibujo del lugar conmigo y escribió "esperando a su amada". No hubo suerte y tuvimos que regresar sin verla. Las montañas se dejan ver o escalar cuando ellas quieren, son caprichosas y peligrosas. Montañismo no es necesariamente vencer a una montaña, alcanzar la cima y hacerse la foto (aunque es natural que queramos dejar testimonio de la hazaña). Montañismo es quedarse mirando esas cumbres, sus neveros; ver cómo cambian de color con las horas del día; observar los efectos de luz, los contrastes, la sombra que dejan las nubes en las paredes de roca. Que su nombre resuene en nuestra imaginación. Claro que en eso hay algo romántico. Tal día como hoy (sigo con la manía) murió Jean Jacques Rousseau, el inventor de esta sensibilidad para el paisaje: le extasiaban los abismos, las cascadas, los desfiladeros, los bosques, los ventisqueros. Esa cosa sublime que tienen. Segantini, el artista italiano que llegó a los Alpes, pintó maravillosos cuadros de los macizos de roca con una profunda simbología sobre la vida, la muerte y el amor maternal.  Quiso subir cada vez más arriba, cada vez más lejos de las ciudades y habitó solo una cabaña remota. Un Zarathustra con pinceles y caballete. Allí sufrió un ataque de apendicitis que se complicó fatalmente. Segantini amaba las montañas con pasión. Caminar entre ellas eleva el ánimo. No hace falta ser escalador para elevarse. Nietzsche tuvo súbitamente la idea del Eterno Retorno en agosto de 1881 cuando paseaba por un lago suizo. Garabateó en un papel: "a 6000 pies más allá de los hombres y el tiempo". Montañero es quien pacientemente, solo muchas veces, se acerca a las montañas con reverencia. No quien desea escalarlas a toda costa rebajando a deporte o récord, cosa de almas vacías, su grandeza y su misterio.

Inteligencia

Creo que hoy los hombres no piensan, piensan las máquinas por ellos. Mejor no afirmar esto con énfasis porque para algunos puede ser una obviedad. Quien descubre otro sistema solar en algún lugar de la Vía Láctea es un ordenador. Cierto: Galileo descubrió los satélites de Júpiter gracias al telescopio, Leeuwenhoek descubrió los microbios gracias al microscopio. Para escribir correctamente el nombre de Leeuwenhoek he tecleado en google las letras de ese apellido (yo no escribía la "u"). No me hizo falta terminar de escribir ese apellido holandés. 
          Entre esos descubrimientos y los actuales existe una diferencia cualitativa: no es que sólo que los aparatos sean infinitamente más precisos y potentes sino que buscan por su cuenta. Son más listos que la mente humana que se supone los dirige. Lisa Randall dice en una entrevista que vivimos en la época más inteligente y en la más estúpida. Yo matizaría esta afirmación: vivimos en la época más aparentemente inteligente (lo que hay de inteligente pertenece a las máquinas) y en la más estúpida. Pero nada es más fácil que equivocarse al juzgar el tiempo presente. 
         Con todo yo diría que el hombre actual, abrumado por datos y aturdido por opiniones, presume de conocimiento pero es bastante idiota. 

Decirlo todo antes del fin

Francia es un país que se caracteriza por la precocidad de muchas de sus figuras. En poesía está el arquetipo de muchacho genial: Rimbaud (el final de Rimbaud, en un hospital de Marsella, fue algo tremendamente miserable). Aunque hubo más: Radiguet, François Sagan, Laforgue, Lautréamont y el longevo Víctor Hugo. ¿Quién era Juana de Arco? Un chica de 18 años, analfabeta. En el terreno de las matemáticas destaca Évariste Galois (se le ha dedicado un relato largo por lo menos, "Évariste", autor François-Henry Désérable). Año 1832. Tenía 20 años cuando, no sé por qué motivo, tuvo que batirse en duelo. Galois: el Rimbaud de las matemáticas. Rimbaud: el Galois de la poesía. En este blog ya se ha mencionado la fatalidad de algunos duelos (Pushkin, Lérmontov).
         Se sabe que Galois era muy díscolo, un revolucionario en política y que se metió en muchos follones. La víspera de aquel día fatal, en la vigilia de la última noche, presintiendo su muerte (bastante probable por lo demás) se puso a escribir febrilmente en unas cuartillas todo lo que había pensado sobre el álgebra. Es una carta dirigida a un amigo suyo. Los matemáticos conocen la historia (o deberían). Es su testamento científico. Pasaron varias décadas, el pobre Galois cayó en el olvido inmediato, hasta que se descubrió la enorme riqueza de aquellas intuiciones. "Se encontrará, espero, gente que encontrará provecho en descifrar todo este lío." Creo que a esa rama fundada por él se le llama hoy "Teoría de grupos". Imaginemos a ese chico escribiendo como un loco, tratando de explicar todo lo que sabía -y lo que no sabía por falta de tiempo- en ese texto seminal. Un cerebro y un corazón en ebullición.
       Galois fue herido por su adversario. Parece que los tontos tienen suerte. Ya moribundo le dijo a su hermano: "no llores, necesito todo mi coraje para morir a los 20 años". Poco después expiró.

La época de Shakespeare

Soy miope para los méritos de mi tiempo, parece que sólo reconozco grandezas pasadas. No niego que hoy pueda existir, por ejemplo, un talento enorme en los guionistas de las series de TV de las que muchos hablan. No conozco ninguna. Hay tantas cosas que no conozco y que ya no conoceré. No sé nada de la zarzuela (el género chico), ni de ópera, no he leído nada de Agatha Christie, ni he leído a Conan Doyle (Sherlock Holmes), ni a Simenon, Hammet, Chandler etc. Nada de novela políciaca, nada de novela negra. Nunca he escuchado entera y con atención una canción de Bob Dylan, ni de David Bowie, ni de Elvis Presley, ni de Leonard Cohen. Soy un perfecto ignorante. 
        ¿Sabían los londinenses de 1600 que en las tablas de sus sucios teatros estaban representándose, frescas, obras de una calidad extraordinaria? ¿Sabían los atenieneses que iban a ver "Edipo rey" o "Las bacantes" o "Los persas" que esas obras seguirían interesando más de dos mil años después en todo el mundo (un mundo que ellos no conocían ni nosotros tampoco)? La "Divina Comedia" no se entiende cabalmente si no se conocen las disputas políticas de su tiempo. No creo que Dante escribiera pensando en la posteridad, escribía para sus contemporáneos, para los lectores de la Italia de 1300. Hay tantas alusiones, sobreentendidos, personajes oscuros, sucesos que a nosotros se nos escapan (salvo que seamos estudiosos y ni aún así) que no se explica de otro modo. 
        Pensamos en Shakespeare y lo vemos aislado. En realidad era la montaña más alta de una imponente cordillera. Junto con él escribían Marlowe, Thomas Kyd, Beaumont, Fletcher, Massinger, Middelton, Ben Jonson, John Webster, Cyril Tourneur, John Ford, etc. Tal vez Francis Bacon también. El argumento de muchas de sus obras es desmesurado, violento, blasfemo, salvaje. Todas las desgracias y pasiones humanas aparecen allí escritas en verso blanco. La humanidad, en el escenario isabelino y jacobino, está loca: casi todos los protagonistas mueren violentamente, la catástrofe se precipita sobre ellos. Hay traiciones, crímenes, suicidios, incestos, batallas, crudas alusiones sexuales, etc. Allí los hombres recitan sus tiradas, torrentes de elocuencia, representan su papel y caen después de una breve existencia, seres efímeros en un mundo sin sentido. Naturalmente me refiero a la tragedia. Comedias también escribían. Pero la comedia, con permiso de estos monstruos, es cosa del genial Molière. Nadie ha pintado con tanta gracia las debilidades y defectos humanos. Un defecto mío, como se ve, es la pedantería. Abundan los pedantes en Molière.
           En España estaban, claro, Calderón, Lope de Vega, Tirso de Molina, Ruiz de Alarcón. Hay momentos en la historia en que, sabe dios cómo, aparece una eclosión de genios. Brilla un momento en un lugar concreto y se extingue poco después. Todo se lo lleva del diablo. Por las calles de Roma se cruzaron muchas veces el atormentado Miguel Ángel y el sociable y encantador Rafael. El primero le dijo una vez al segundo: "pareces un príncipe rodeado de tus cortesanos" A lo que Rafael respondió: "y tú vas solitario como un verdugo" Que un solo hombre haya pintado la Capilla Sixtina es algo imposible de concebir.

Bloomsday 2019

Ayer se celebró en Oviedo la tradicional fiesta en honor al Ulises de James Joyce cuyos  iniciadores son los escritores Fernando Fonseca y Jorge Ordaz, devotos del irlandés, que la comenzaron en 2012. En la mesa redonda que se llevó a cabo en la biblioteca de La Granja del parque San Francisco de Oviedo, hablaron sobre la inabarcable novela Ricardo Labra, Jorge Ordaz, José Havel y moderó Javier Lasheras. Excelente el acto (un servidor aprendió mucho) y no menos excelente la cena que le siguió, en muy grata compañía y amena conversación. La foto puede verse en el blog de Jorge Ordaz y en Facebook. Que dure muchos años esta tradición del Bloomsday en Oviedo. A Joyce esto le llenaría de alegría dublinesca.

L'Assommoir

Me gusta mucho el título de esta novela de Zola. No he leído el libro. Conozco la historia gracias a wikipedia que como fuente de información es muy eficaz. Consulto mucho la wikipedia. "Consultar" es el verbo que se usa cuando se maneja una vasta obra que parece proporcionar toda la información posible sobre lo escible (lo que puede llegar a saberse). 
         París, bajos fondos. Un barrio de Montmartre. Novela publicada en 1876. La vida no es noble, ni buena, ni sagrada. El escándalo está servido. A las gentes respetables les indignó que Zola retratara tan en bruto la vida de una pobre mujer y sus parásitos (son todos dignos de compasión, hasta los canallas). Una de las falsedades que gustamos pronunciar y oír es la siguiente: "si te esfuerzas lograrás lo que te propongas". Eso es música celestial. Para muchos ese objetivo es, simplemente, no destruirse. Lo sepan o no. Esto ocurre si el ambiente es miserable, si se vive en la animalidad. También en París existían (y existen) esas catacumbas. Las hay en todo el mundo y en todas las épocas. La fatalidad existe: los personajes de Zola (los de esta novela al menos) no tienen ninguna posibilidad de redención. Así la protagonista, Gervaise, que es mujer trabajadora, termina cayendo en el pozo. En el combate entre Voluntad y Fortuna (entiéndase "mala fortuna") 99 de cada 100 veces (seamos optimistas) vence la segunda. Para salir de ciertas situaciones, situaciones como las que Zola plantea, se necesitan esfuerzos sobrehumanos, y nosotros, pobres mortales, que tenemos huesos frágiles, no somos de hierro. En nuestra época, que se precipita por la pendiente, la clase media está desapareciendo. Imposible formar una familia, llevar una vida ordenada si no alcanzan ni el dinero ni las fuerzas. Primero la comida, luego la moral. Recuerdo las figuras heroicas e insensatas de Orwell y Simone Weil, que siendo, por privilegio social, favorecidos por la fortuna bajaron voluntariamente hasta las cloacas. Como se sabe los dos tuvieron una vida tan breve como las de sus compañeros de infortunio. La pobreza contamina. Quien da la mano a un leproso ya sabe a lo que se arriesga. Para millones de individuos, hoy como ayer y como mañana, es un sueño imposible llegar a la vejez. En el estado de naturaleza -y cada vez vivimos más en ese estado- la vida humana es "solitary, poor, nasty, brutish, and short" tal dijo Hobbes.
         Si en la línea de salida para correr los cien metros lisos se pusiera un atleta y otro corredor con una carga de treinta kilos en la espalda no hace falta ser muy listo para saber quién ganará. Esa es la carrera de la vida. El mérito de algunos no es bajar de los 10 segundos, sino llegar a la meta. Lo terrible es que el que pierde puede haber realizado un gasto de energía infinitamente superior al vencedor. Pero al que pierde no se le reconoce el mérito. La carrera de la vida no es como la de Aquiles y la tortuga, que es una sutileza griega.

Elegía y recuerdo de las letras francesas

Para un servidor la literatura fue durante un tiempo literatura francesa. No hay nación en la que las letras hayan dado tantos autores ilustres; esto puede discutirse, desde luego, y me parece perfecto. ¡Esos livres de poche, la editorial Gallimard! Recordar el nombre de algunos escritores es volver a mis años mozos. Recuerdo la lectura de Madame Bovary que me dejó impresionado. El francés que sé lo aprendí en ediciones bilingües de poesía, mi maestro principal fue Baudelaire. Au fond de l'Inconnu pour trouver du nouveau ! ¡Ah, esos alejandrinos! Después de dos intentos logré la proeza de leer completa À la recherche du temps perdu, uno de los libros más grandes que se han escrito.
        Qué nombres tan sonoros: Maurice Merleau-Ponty, Theilhard de Chardin, Claude Lévi-Strauss (ese nombre judío), Jean-Paul Sartre, Raymond Aron, Albert Camus, etc etc. Autores enterrados en el olvido. Era otra época. Una época en la que los intelectuales franceses eran faros (por decirlo como Baudelaire) que influían poderosamente en la opinión pública de su país y de Europa. (A esas voces, no siempre infalibles pero con gran prestigio, la ha sustituído una cháchara infernal de analfabetos, ciegos que guían a ciegos). Muchos autores del este de Europa, con hambre intelectual, llegaron a París para instalarse en el barrio latino o en Montparnasse. Adoptaron la lengua del país de la cultura y la enriquecieron: Cioran, Ionesco, Kundera, sin olvidar al irlandés Samuel Beckett, el aniquilador. Como llegaron a Francia tantos autores hispanoamericanos: Rubén Darío, Cortázar, Octavio Paz, Vargas Llosa, César Vallejo, etc Algunos se quedaron allí, en el cementerio de Montparnasse. También allí reposa Susan Sontag.
            Gil de Biedma escribió el poema Elegía y recuerdo de la canción francesa:
 
Y todavía, en la alta noche, solo,
con el vaso en la mano, cuando pienso en mi vida,
otra vez más sans faire du bruit tus músicas
suenan en la memoria, como una despedida:
parece que fue ayer y algo ha cambiado.
Hoy no esperamos la revolución.
 
En los tenebrosos y miserables tiempos que vivimos podría escribirse una Elegía y recuerdo de las letras francesas. C'est fini.

Anne Frank

Hoy Anne Frank, la chica judía autora del mundialmente famoso Diario hubiera cumplido 90 años. Esta edad está dentro de los límites de la vida humana. Por poner un ejemplo, dentro de seis días el filósofo Jürgen Habermas cumplirá también 90 años. Ambos nacieron en junio de 1929.

Dos duelos fatales

En 1834 Pushkin escribió un breve texto "Sobre la insignificancia de la literatura rusa". Supongo que es obra suya, aparece en la wikisource rusa de Pushkin. Así como Pedro el Grande fundó San Petersburgo "la ventana a Europa" en unos pantanos a orillas del Neva que costó la vida a cientos de obreros (se la conoce por "la ciudad de los huesos"), así Pushkin fundó la literatura rusa. Este texto comienza: "Durante mucho tiempo Rusia fue extraña a Europa" Es un repaso histórico de su país desde el siglo XI, aproximadamente, cuando esas tierras eslavas fueron cristianizadas por Bizancio. Roma quedaba muy lejos. No hubo Renacimiento en Rusia. Todo es oscuro bajo el domino tártaro, que no trajo a Rusia, como los árabes, el álgebra y Aristóteles, dice Pushkin. Cuando llega Pedro I "Rusia entró en Europa como un barco botado con el golpe de un hacha y el estruendo de los cañones" Más adelante se refiere al poeta francés Malherbe y cita unos versos de Boileau, que dicen: Enfin Malherbe vint et le premier en France /fit sentir dans les vers une juste cadence. Creo que Pushkin sabía que él era el Malherbe de los rusos. ¿Creo? Estoy seguro. Luego se pregunta si fue la generosidad del cardenal Richelieu, el patrocinio de Luis XIV o el destino de un pueblo el que hace que de repente aparezca y desaparezca una constelación de genios. Más adelante se refiere a Voltaire y su enorme influencia. Menciona a Beaumarchais, cuyas obras teatrales, cargadas de dinamita, eran reídas y aplaudidas por la aristocracia. El Antiguo Régimen estaba maduro para su ruina. Pushkin finaliza este artículo diciendo que los profesores alemanes dictan desde sus cátedras las reglas de la crítica francesa, que Inglaterra sucede a Francia en el terreno de la filosofía, que la poesía en la patria de Shakespeare y Milton se ha vuelto seca e insignificante, que Italia ha renunciado al genio de Dante, y Metastasio para imitar a Racine. Y termina con una frase de sentido enigmático: "volved a Rusia" o "volved la mirada a Rusia". Yo creo que quiere decir: ahora es nuestro turno. Ha llegado el momento de que en Rusia aparezca una pléyade (en ese sentido francés) de genios que asombren al mundo. Me parece la mejor explicación, pues eso fue exactamente lo que ocurrió. El primero de esos genios fue el propio Pushkin. 
        Hay una marca de fatalidad en esta eclosión de figuras rusas. Esta fue una generación de meteoros. Pushkin murió tres años después de escribir estas palabras proféticas en un duelo a los 37 años. Lérmontov, otro genio, murió cuatro años más tarde, en 1841, en otro duelo con sólo 27 años. Gogol murió loco a los 42 años. Parece que la muerte de Pushkin fue una conspiración urdida por la envidia de la aristocracia (eso declara Lérmontov en el poema "la muerte del poeta" que le hizo inmediatamente famoso). Por salvar su honra de marido se batió en duelo con D'Anthés que se había casado con la hermana de la mujer de Pushkin, Ekaterina Goncharova, con la que el gallardo galo tuvo cuatro hijos. Parece ser que coqueteaba descaradamente con Natalia. Un asunto de cuñados. Pushkin muere como su personaje Eugenio Oneguin. D'Anthés le disparó dos veces, el segundo disparo alcanzó el vientre de Pushkin, que murió dos días más tarde con grandes padecimientos. Es irónico que fuera un francés el que matara a Pushkin. D'Anthés murió a los 83 años, rodeado de sus hijos y nietos. Qué poema hubiera escrito Pushkin sobre el destino de los dos adversarios. En este triste mundo lo bello muere pronto y lo vil es duradero. 
           De la muerte de Lérmontov no sé qué decir. Absurda como la de Pushkin, marcada por la fatalidad. Parece como si Lérmontov, hastiado de la vida, dijera "a tomar por culo". Más parece un suicidio encubierto que otra cosa. Se batió en duelo, igual que su personaje Pechorin (aunque Pechorin mata a su adversario) en el Cáucaso con un compañero de escuela militar, Nicolai Martynov. Éste fue el primero en disparar con tan buena puntería que le dió en el corazón dejando a Lérmontov en el sitio. 
        Así empezó la literatura rusa, con dos duelos fatales. Luego vendrían los demás grandes escritores: Goncharov, Dostoievski, Tolstoi, Turguenev, Chéjov.

Thomas Mann (II)

Pero otro signo, más grande, debe presidir el momento de nuestra conmemoración: es el signo de la participación universal según el ejemplo de su generosa grandeza* que llama a una alianza eterna del hombre con la tierra, madre de todos. De su dulce y firme voluntad*, a través de la celebración de su entierro y resurrección algo entra en nosotros: de su voluntad por lo bello, lo verdadero y lo bueno; por la civilización, por la libertad interior, por el arte, por el amor, por la paz, por el salvador respeto del hombre ante sí mismo. 
 Ensayo sobre Schiller (1955)

Ésta y la cita anterior son parte de una conferencia que Thomas Mann leyó en la dividida Alemania, primero en Stuttgart (RFA) y luego en Weimar (DDR) en mayo de 1955 para celebrar el 150 aniversario de la muerte de Schiller. Thomas Mann murió tres meses después a los 80 años. Con esto se despidió. Me he quebrado la cabeza intentando traducir estos textos y el resultado no es muy fiable. Su alemán es muy difícil, tiene una sintaxis indescifrable, forma compuestos de palabras que no veo en los diccionarios online, está cargado de alusiones que sólo un público culto puede entender, emplea verbos arcaicos como äffen (significa "imitar" "engañar" y procede de affe, mono). Estos dos fragmentos están justo al final de la larga conferencia. El anterior precede a éste que es el final. Primero la nota catastrófica, luego la positiva.
          Esta conferencia solemne fue un acto de afirmación de la nación alemana, rota por la guerra (Alemania que cometió toda clase de atrocidades) tomando como motivo el aniversario de su poeta nacional, Schiller. No la avaricia, la brutalidad, la mentira, las masacres; sino el bien, la belleza, la bondad, la libertad, ideales que Mann atribuye a Schiller y que sabe que él también representa. Téngase en cuenta que Thomas Mann era plenamente consciente de su importancia: en 1938 dijo en el exilio "donde yo estoy, está Alemania" Seguro que las salas donde el viejo Thomas Mann, ya cerca de la muerte, leyó este "Ensayo sobre Schiller" retumbaron en una estruendosa ovación.
       Esto es una "eruditez" germenéutica, a lo que soy proclive, sin mayor interés.
        Me pregunto si podría importarnos lo que Thomas Mann, vieja gloria de las letras, dijo a sus compatriotas sobre su poeta nacional. ¿Tiene algo que decirnos a nosotros que ni somos alemanes ni conocemos a Schiller? Invocar el bien, la verdad, la belleza, ¿no suena un poco raro? 

*la de Schiller

Thomas Mann

El último medio siglo ha visto una regresión de lo humano, una devastación de la cultura del tipo más siniestro; una pérdida de educación, decencia, sentido de la justicia, fidelidad y fe, de toda sencilla confianza, que espanta. Dos guerras mundiales, sostenidas por una bestialidad y una codicia sin precedentes, han hundido el nivel intelectual y moral (los dos van unidos) provocando una debacle tal que mala garantía ofrece contra la caída en una tercera guerra que acabaría con todo. Ira, miedo, odio supersticioso, terror pánico y una salvaje manía persecutoria dominan a una humanidad que ya dispone del espacio cósmico para instalar en él sus bases estratégicas, y que copia como un mono la forma en que el sol produce su energía para fabricar de manera sacrílega armas de exterminio. 

Ensayo sobre Schiller (1955)

La flor desconocida

Andréi Platónov es un escritor ruso que pasó a mejor vida a los 51 años. Para un ruso nacido en 1899, al que le tocó vivir (y sigue una larga enumeración de desdichas): la Revolución de Octubre, la guerra civil, la tiranía de Stalin, la guerra con la Alemania nazi, la hambruna de Ucrania, los años de Yezhov (jefe de la NKVD), el Gulag, etc etc la expresión eufemística "pasar a mejor vida" cobra un sentido muy fuerte. No quisiera recordar sin el debido respeto el monstruoso sufrimiento que padecieron millones (millones) de eslavos, judíos, polacos en el siglo XX. Joseph Brosdky decía que a un ruso que llegara a las puertas del paraíso debería dejársele pasar sin más averiguaciones. 
      Platónov es conocido por dos libros, principalmente: "Chevengur" y "La excavación". Son una novela y un relato desencantados de las promesas de la revolución. Sobra decir que se le prohibió publicar. Platónov narra el desvalimiento de los individuos en un mundo que se ha vuelto delirante. Pero Platónov también escribió relatos infantiles. De uno de ellos quisiera hablar aquí. Se titula "La flor desconocida". Es un cuento muy corto, no lleva más de quince minutos leerlo. Narra la historia de una pequeña flor: "Vivió en el mundo una pequeña flor. Nadie sabía que estaba en la tierra. Creció sola en el erial, ni las vacas ni las cabras iban allí, ni los niños del campamento de los pioneros jugaron nunca allí" Así empieza el cuento. La flor crece milagrosamente, contra el viento y las heladas, entre piedras y arcilla, en el terreno estéril. Un día una niña, Dasha, se acerca a la flor, atraída por su perfume. La descubre entre las rocas y le pregunta su nombre. La flor desconocida contesta que no tiene nombre, que vive sola. Dasha conduce a los pioneros al erial y les dice, mucho antes de llegar a la flor, que escuchen cómo huele, así es cómo respira. Los pioneros estuvieron, se dice, largo tiempo admirando esa criatura. Pero llegó la hora de irse. Dasha pasó el invierno recordando la flor y al verano siguiente regresó al erial donde la había encontrado. En el mismo lugar florecían entonces muchas flores fragantes, la hierba cubría el terreno y volaban pájaros y mariposas. Pero la flor desconocida no estaba. "Y a Dasha le pareció, termina el cuento, que la flor la atraía, que la llamaba con la silenciosa voz de su perfume."

Gutenberg Spiegel

Ayer me llevé un disgusto que, felizmente, se ha convertido en susto. Como todos los días abro la página web del diario Der Spiegel que tiene un archivo inmenso de autores alemanes y extranjeros traducidos al alemán. Es la página Gutenberg Spiegel. Hay un calendario de autores donde aparecen los natalicios y defunciones del día, y yo soy amigo de las efemérides. Ayer, decía, (decíamos ayer) que cliqué distraídamente en el enlace y ví que la página no estaba disponible. Una ominosa frase en alemán anunciaba un fallo en el servidor o cosa parecida. Soy irritable y esto me disgustó bastante. ¿Ya no podré intentar descifrar a tantos autores alemanes como hay allí? ¿Se han borrado para siempre? ¿Quién ha sido? Sobra decir que volví a intentarlo numerosas veces con el mismo resultado. Hasta que hoy, por fin, hace un par de horas, abro la página y aparece de nuevo. 
        Por favor, señores del Espejo, no vuelvan a darme ese susto.
 
https://gutenberg.spiegel.de/