Coinciden Leopardi y Turgueniev en su visión de la naturaleza, a la que personifican e interpelan. El italiano en su Dialogo della Natura e di un islandese y el ruso en un poema en prosa titulado Naturaleza. Ambos se la imaginan como una mujer de aspecto tenebroso, una figura colosal e imponente. Leopardi le habla por boca de un islandés, Turgueniev en primera persona. Coinciden porque los dos muestran a la naturaleza como totalmente indiferente al género humano. Para ella el hombre es una más de sus criaturas, tan valiosa como un gusano o una mosca. Es una visión elevada, pesimista y también intempestiva (nada actual). La naturaleza es generación y corrupción, absoluto derroche de criaturas. Es un proceso enloquecido de nacimientos y muertes. Por eso para el hombre no puede haber más salvación que en lo sobrenatural. Si no hay trascendencia "un cielo nuevo y una tierra nueva" entonces somos totalmente miserables, piensa la religión.
En nuestro tiempo la naturaleza no es esa mujer terrorífica, de mirada helada y penetrante. Se ha operado una curiosa metamorfosis. Hoy es una niña indefensa a la que los hombres estamos destruyendo. Así la ve la conciencia ecológica. Así se la imagina -ingenuamente- un activista de Greenpeace. Podemos, ciertamente, envenenar los mares y el aire, arrasar los bosques del Amazonas, extinguir centenares de especies, consumar otros chernobiles y acabar con nosotros mismos también. Pero a la naturaleza, en el sentido profundo que le dan Leopardi y Turgueniev, no le hacemos el menor rasguño. Creer lo contrario es otra vanidad por nuestra parte.
Que la religión (las religiones, habría que decir, y mucho que matizar respecto a sus diferencias) piense que si no hay otro mundo somos totalmente miserables no significa que quienes no somos creyentes tengamos que pensarlo también. Yo, personalmente, pienso lo contrario: la vida, a pesar de todo, NO ES una "miseria", y ofrece posibilidades infinitas.
ResponderEliminarPor otro lado, el "sentido profundo" en cuestión puede discutirse; pero yo, y me imagino que cualquier persona sensata, vemos una diferencia enorme entre una extensión boscosa arrasada por un incendio, y la misma antes del incendio. Quien se niegue a verla, piense que no tiene importancia ninguna, o incluso crea que está mejor así, puede que se entienda bien con Bolsonaro y otros semejantes; conmigo, desde luego, me temo que no.
La vida que celebras acaba en decrepitud y muerte. Si la muerte no es la mayor miseria de todas, no sé qué puede serlo. Podemos decir lo que Nietzsche: viva la vida. Pero visto su final no es convincente. Sin quitarle su grandeza como pensador.
EliminarClaro que hay diferencia entre un bosque quemado y otro verde. Hasta yo la veo. No me entiendo con Bolsonaro, me parece un bárbaro. Visto el imperio del hombre actual sobre la naturaleza quizá hoy Leopardi y Turgueniev cambiaran su visión.
Me llamó la atención que ambos escritores la imaginaran de la misma forma.
Cierto: la vida acaba así. Lo mismito que le ocurre a los electrodomésticos, las casas o los libros. Lo que no me parece razón para considerarlos miserables. A mí no me lo parecen.
EliminarPero los electrodomésticos, creo, no sienten.
ResponderEliminarEfectivamente; lo que los convierte, a mi parecer, en inferiores, no superiores, a quienes sí sienten. Ya sé que hay quien afirma lo contrario; puedo entenderlo, pero me parece una postura literaria e insincera. Dudo mucho que alguien mental y emocionalmente sano, viendo convertirse en un vegetal a alguien a quien quiera, diga y piense de veras que es una suerte. No lo es, aunque la capacidad de "sentir" tenga sus lados buenos y malos. Pero es mejor que su ausencia.
EliminarRecuerda el poema de Rubén Darío: "Dicho el árbol que es apenas sensitivo / y más la piedra dura porque esa ya no siente..." Dicho lo cual, desde luego es un dolor ver a alguien, sobre todo si es querido, convertido en un vegetal. ¿Dónde fue el misterio de su personalidad?
EliminarNo hay inteligencia sin sensibilidad. Por otra parte, sentir también nos hace gozar, no sólo sufrir. Las dos cosas van unidas.
Lo tenía presente, a Rubén, cuando escribí mi nota anterior. Y lo aprecio de veras, y ese poema, en particular, me parece de lo mejor suyo. Pero creo que no hay que entenderlo literalmente, sino más bien como una metáfora sobre el peligro de la sensibilidad demasiado viva, y los dolores que acarrea.
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