Paseante

*Al trabajador no le queda más remedio que ser honrado. Al pobre no le queda más remedio que ser delincuente.
*La castidad es una enfermedad de transmisión religiosa. 
*El paseante se detiene en medio de su vagar y se pregunta, ¿qué es todo esto? 
*Yo sé que la vida es un sueño y que no puedo dejar de soñarla. Cuando muera no despertaré, dejaré de soñar. 
*Hoy he vuelto a cometer el mismo pecado que cometo todos los días: no he mirado con asombro a un árbol.
*El trabajo envilece.
*La educación de una persona puede medirse por la distancia que se toma con respecto a los demás.
*Todas las aglomeraciones son una falta de educación.
*Son zafios, son necios, son groseros, son gentuza. Pero no les desprecio. 
*Melancólica verdad: no escasea el talento. 
*Nos animan a seguir en la pelea los mismos que están resguardados de las explosiones.
*Mis enemigos son mis enemigos. Los que dicen defender mis intereres también lo son. 
*Era una realidad tan prosaica que ni siquiera tenía ganas de cometer adulterio.
*Pasó por el mundo sin... y le llegó la muerte. 
*Enmienda a Aristóteles: "Todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de copular"
*A quien madruga yo creo que Dios le escupe.
*Poner el mundo patas arriba es dejarlo como está. 
*No podemos arreglar el mundo. Pero sí podemos salvar a un individuo. 
*Tener fama universal de buena persona y no despreciarse a uno mismo por eso. 

Una cita de Castilla del Pino

Así terminan las monumentales memorias del psiquiatra Carlos Castilla del Pino, cuya lectura recomiendo vivamente pues me parece una obra formidable: 
         La muerte -salvo el asesinato, que lo mismo lo produce alguien que algo: la obstrucción o rotura de una arteria, el desarrollo de un cáncer, una caída- llega cuando uno no tiene ya nada que vivir: "ahora me puedo morir", parece decirse, tácitamente, cuando se vive una vida que le ha dejado a uno de interesar y por la que resbala hacia la inexistencia. Pero mientras la vida importa, mientras se es capaz de mirar y admirar el contenido de cada día (la mujer a la que amamos y nos ama, el libro, las amigas y amigos, la música, el cuadro, el árbol, las fuentes, el perro o el gato, y tantas y tantas cosas más), uno está explícitamente afirmando, cuando menos ante sí mismo, que aún no es el momento de dejar este mundo.

Apelar a la emoción

Desconfío de los movimientos políticos que apelan a la emoción. Ya sabemos que la gente humilde no tiene ni tiempo, ni formación, ni ganas de pararse a pensar. Por eso una buena educación desde la infancia es fundamental. Quien descuida esto -perenne interés del poder absoluto- desea vasallos, no ciudadanos libres. Esto es propio del discurso de grupos extremistas que enarbolan la bandera de turno. La simpleza de sus argumentos no resiste un análisis demorado: detrás de su retórica no hay más que vacío y debilidad intelectual. Estos movimientos detestan los matices, para ellos no hay medias tintas y presumen de llamar "al pan, pan y al vino, vino". Suelen hacerlo elevando la vox, (elevando la voz, quiero decir). Ya dijo Leonardo: "dove si grida non è vera scienzia" La realidad es todo menos sencilla y no se deja reducir a torpes simplificaciones. Reconocer la humanidad del extranjero es algo que no están dispuestos a hacer. En las sociedades apuradas por la crisis económica y atrapadas por el miedo este tipo de movimientos encuentra una acogida muy favorable. Tengo por amigo a quien me invite a razonar, a quien reconozca en mí la madurez suficiente para ejercer la crítica. Pero no a quien trapa de capturarme para su causa apelando a mis emociones.

Un relato de Vasili Grossman

Al terminar la Segunda Guerra Mundial las autoridades soviéticas trasladaron a Moscú algunos cuadros de la pinacoteca de Dresde, entre los que se encontraba la "Madonna Sixtina" de Rafael. Estuvo expuesta al público en Moscú durante un tiempo, en la galería Pushkin. Uno de los visitantes fue Vasili Grossman, el escritor de "Vida y destino", novela monumental que se ha comparado con "Guerra y paz" de Tolstoi. Grossman, eso relata en "La Madonna Sixtina", quedó maravillado nada más ver ese cuadro. "Es inmortal" dice. Para Grossman esa imagen de la Madonna sosteniendo al niño es la expresión inmortal de "lo humano en la humanidad", el amor de una madre joven por su primer hijo. Dice Grossman que aún suponiendo que los hombres desaparecieran, el cuadro de Rafael seguiría maravillando a los lobos, los osos, las ratas, las golondrinas. Es un relato de afirmación de la vida como manifestación de la libertad y un emocionante canto al humanismo en una época de horrores. Así concluye: "cuidando de la Madonna mantenemos la creencia de que vida y libertad son la misma cosa y de que no hay nada más alto que lo humano en la humanidad. Ese cuadro vive eternamente, vencerá"
    Para un hombre que fue de los primeros en conocer las atrocidades de Treblinka esa firme convicción es admirable.