Unamuno está de moda, quién lo iba a pensar. Durará poco la fiebre, por supuesto. El vértigo de la actualidad lo sumiriá pronto en el olvido. Vuelvo al cine a ver "Mientras dure la guerra" creo que por sexta vez. Todo cansa, no creo que incurra en una séptima, pero ya queda bastante claro que la película me gustó. No tenía una idea clara de Unamuno, lo que vi en la película de Amenábar me indica que ese Unamuno, salvo error, era el auténtico, es decir, un intelectual de prestigio, con numerosa familia, que se vio totalmente desbordado por los trágicos acontecimientos de julio de 1936. Si no recuerdo mal Unamuno escribió "Del sentimiento trágico de la vida" hacia 1912. En ese libro se toma en serio la cuestión de la inmortalidad personal, se da valor a la vida del individuo. Pero esa era una canción que perdió su música. Unamuno está abrumado, confundido, temeroso en esos meses de 1936 en los que se enfrentan dos ideologías totalitarias. Si fue durante décadas un faro de la sociedad de su tiempo ya no tenía luz. Sospecho que para Unamuno la catástrofe española fue un puñetazo en la cara. Debió de perder o al menos debieron de tambalearse sus creencias más íntimas. No tenía idea de lo que sucedía. Los poemas de Leopardi, poeta que tanto admiraba, parecen juegos románticos; el pesimismo cósmico, un lujo. Los tiempos eran -y son- tan tenebrosos que no había lugar para el pesimismo más radical. El individuo había sido aniquilado y la muerte, como dijo Péguy, había sido envilecida. Envidio a Unamuno su familia, eso por lo que se mordía la lengua hasta que no pudo soportarlo más y se enfrentó con los generalotes que le consideraban "el más grande escritor español vivo". Como se sabe Unamuno murió repentinamente dos meses después, el 31 de diciembre de 1936. Entre fascistas y rojos, ¿qué podía decirle Kierkegaard?
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