Del horizonte al punto

La nostalgia es una emoción que aparece con los años. La ilusión, en cambio, intensa en los años mozos, se va atenuando. De joven se pisa un vasto dominio (por decirlo como Aleixandre). Ese dominio se va reduciendo con el paso del tiempo hasta llegar a ser un angosto agujero en el cual el antiguo horizonte de la infancia y la juventud se cierra definitivamente en un punto. 

Osos de Somiedo

Se han convertido en una atracción turística cada vez más en auge. Los visitantes del Parque Natural quieren ver a los osos pardos en estado salvaje. Tienen derecho, por supuesto. Es el gusto por coleccionar "experiencias interesantes", característico del hombre actual. Por ejemplo, bajar hasta el fondo del Atlántico en batiscafo para ver los restos del Titanic, viajar a Noruega para ver la Aurora Boreal o visitar los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial poco después del armisticio, cosa que indignaba a Karl Kraus (la cosa viene de lejos). En las montañas cantábricas vive el oso pardo en la alegre compañía de raposas, rebecos, víboras, lobos, caballos, venados y turistas. Esta avidez de "experiencias interesantes" atrae a esos parajes a cientos de homínidos provistos de prismáticos y otros aparatos ópticos de alta tecnología. Aumenta la población osera y aumenta la afluencia de turistas. Hay que poner cordura. Para eso están los organismos que se dedican al estudio y conservación del plantígrado, que por algo entienden. Si te encuentras con un oso sigue sus consejos: no le tires piedras al oso. Como ha aumentado, por fortuna, la población de osos en los últimos años los problemas, por desgracia, aparecen. Dice el jefe del Servicio de Vida Silvestre que tiene a su vez un jefe que a su vez tiene un jefe que a su vez tiene un jefe: "Cuando aumenta la población de osos, hay más probabilidades de que uno de ellos entre en alguna localidad para buscar comida —a un contenedor, un restaurante, un gallinero—, lo que puede generar alarma. En cuanto vemos que algún ejemplar lo hace más de una vez, activamos el protocolo” ¿Y qué es el protocolo?, pregunta un colegial. La cosa consiste en tender una trampa al incauto animal, anestesiarle y colocarle un collar con GPS, como explica otro jefe, el jefe de la sección de Recursos Naturales. Hay que meter al oso en vereda. Es el tesoro del Parque Natural, cierto, pero puede ser revoltoso. Así es como aparece la figura del "oso problemático" como si de un adolescente se tratara. "Una vez que el oso problemático se mete en el cilindro, científicos y veterinarios se desplazan hasta ahí para dormirlo —sin que el animal los vea—, se le toman muestras de sangre y pelo para ver su estado de salud, y le colocan un collar con GPS que ayuda a entender sus movimientos —lo que ofrece una valiosa fuente de conocimiento— y, sobre todo, adelantarse a sus incursiones una vez liberado" dice el redactor de la noticia. Los turistas hacen excursiones y los osos problemáticos hacen incursiones. En efecto, son "científicos", y no simples mortales, los encargados de atrapar y fichar al oso problemático. Hay un involuntario humorismo en todo esto. La "sociedad de control" se extiende también a los animales salvajes.

Philadelphia zombies

El barrio de Kensington en Philadelphia es el infierno de Dante. No sé hasta qué punto las imágenes grabadas con móvil que pueden verse en distintos medios son fiables. Si la cámara es objetiva lo que se observa es un paisaje humano devastador: decenas de jóvenes tirados en la calle, entre la basura, totalmente ensimismados, inconexos, destrozados por los efectos de las drogas sintéticas que se venden y consumen allí. Las drogas son, sobre todo, el fentanilo, un opiáceo sintético potentísimo (50 veces más que la heroína, 100 veces más que la morfina) que se mezcla con la xilacina, un tranquilizante de uso veterinario. Con ese cóctel ya pueden imaginarse los daños para el organismo. Detrás de este infierno están los demonios que se enriquecen con la destrucción de tantas vidas. Esa no es la América con la que sueñan los "espaldas mojadas" y por la que se juegan la vida. 

Blogs abandonados

Con un par de excepciones (blogs de Jorge Ordaz o Ferrer Lerín, de los que he consultado) todos los blogs a los que tenía enlace, casi todos llevados por amigos o conocidos, están abandonados. Ha crecido la maleza, son casas en ruinas. La últimas entradas son del año 2018 o 2016. Es melancólico ver que incluso para los blogueros el tiempo pasa. Había cierta red de lecturas, nos seguíamos, éramos una comunidad de blogueros. En este blog (tan abandonado como los demás) son muchos los comentarios que dejó mi llorado amigo Felipe, atento lector de estas notas. Ahí están, en el mundo virtual, hasta que se borren no sé cómo. Con Felipe, que murió en noviembre de 2020, perdí a un gran amigo que era además un maravilloso conversador. Pasé con él horas deliciosas hablando de literatura, historia, filosofía, de tantas cosas, mientras bebíamos una copa de vino y fumábamos un puro, con Cristina presente, en la taberna de "El Molinón". Tuve la satisfacción de que Felipe y José Luis Sevillano (otro amigo poeta cuyo blog está abandonado) se conocieran por mi mediación. Ambos eran aficionados a fumar en pipa. Además se aficionó a este blog una chica sevillana (también tenía su blog) que solía dejar comentarios, siempre ingeniosos. Sin olvidar al "anónimo" que solía discrepar de lo que yo escribía. Empecé este blog en el 2012 llevando una vida que ahora me parece un sueño. Estaba ilusionado con el juguete. No estaba desengañado todavía. Creía (supongo que como tantos otros blogueros) en el espejismo de la publicidad que da escribir en internet. Yo jugué a ser un intelectual, con mi modesta tribuna a mi disposición.  Hoy es sábado de un día de junio del año 2023. Paso por aquí y escribo con tiza en los muros ruinosos de este blog estas palabras. Nunca tenemos la certeza de saber si del otro lado hay alguien (amigo, conocido o desconocido) que nos lee.