El futuro

En nuestra época ya no miramos con confianza al futuro, todo lo contrario, lo miramos con temor, con recelo. No hace falta recordar al omnipresente Orwell. Después de perder el edén del pasado mítico no tenemos tampoco futuro. La situación es incómoda. Nuestro futuro parece un terreno donde combinar pesadillas. El pasado es un festín caníbal (el siglo XX y sus masacres) que se nos indigesta. Nos vendría bien un lavado de estómago.
         La tecnología abre la puerta a posibilidades siniestras o por lo menos perturbadoras. Un ejemplo: las grandes empresas tecnológicas Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Google (FAANG), que manejan una inmensa cantidad de datos, pretenden ahora (esto acaba de anunciar Apple) dar el salto a los servicios. Apple anuncia una tarjeta de crédito; es decir, pueden convertirse en entidades financieras. ¿Cómo va a regularse esto?
        Como se sabe los bancos presumen de sus app, de su "digilosofía" (filosofía digital), pero al lado de los FAANG no tienen nada que hacer. Es como si un cojo presumiera de velocista ante Usain Bolt. 
        Nadie sabe hacia dónde vamos. Creo que cualquier persona sensata barrunta que vamos por mal camino. Esperemos que el futuro tarde en llegar lo máximo posible. Aunque me temo que se nos echa encima. "El hombre ha muerto", dijo Foucault. Tal vez esto abra nuevas posibilidades de libertad. Pero lo dudo. Nuestra teología es la tecnología.

Abandona lo que te abandone

Ya no siente el aguijón de la carne y está contento.
No siente la penosa necesidad de agradar a alguien.
No le ata nada a la tierra y es libre.
Sabe que la vida es un proceso de demolición y no le asusta.
Le basta con los recuerdos del pasado. 
No se irá con las manos vacías y se siente agradecido.
Conoció el éxtasis del amor correspondido. 
Ahora camina solo por una tabla que se adentra en el océano,
hasta que los hados determinen el necesario final.
A sus espaldas queda la servidumbre de las pasiones.
Que otros se afanen y se ilusionen.
Él cede el testigo sin amargura.
Que continúe el juego en otros seres.

Un ruso entiende a Dante

Para nosotros, que hablamos español (o castellano) es relativamente fácil disfrutar de la poesía italiana, ya que español e italiano son lenguas hermanas. Tenemos al alcance de la mano los tesoros de Dante, Petrarca, Ariosto, Leopardi o Montale. No creo que haya gran poeta que no sea excelente lector de poesía (parece una perogrullada). Osip Mandelstam, poeta ruso, admirado por Brodsky -últimamente aparece mucho Brodsky en este blog- demuestra con creces esta condición de gran poeta en su breve ensayo Coloquio sobre Dante. Que entendía perfectamente el toscano de Dante lo demuestra este trabajo suyo sobre la Divina Comedia, al que acompañan muchas citas en aquel italiano medieval. Eso sí que tiene mérito, porque el ruso es una lengua bien extraña a las romances. (Creo que Mandelstam se sabía de memoria poemas de Petrarca). Cuando leí este librito del gran poeta ruso, publicado por "Acantilado", comprobé que había reparado en el mismo detalle que a mí también me había llamado la atención, cosa que me alegró enormemente. Mandelstam dice: "La sed de volar torturaba y extenuaba a la gente de la época de Dante tanto como la alquimia. Era hambre de cortar los aires. Ninguna orientación. No se ve nada. Delante sólo hay una espalda tártara: la espeluznante bata de seda que es la piel de Gerión. Únicamente por el viento que azota el rostro se pueden intuir la velocidad y el rumbo. Aún no se ha inventado la máquina voladora, aún no existen los dibujos de Leonardo, pero el descenso en planeo ya ha sido resuelto."
        ¡Fabuloso! Yo reparé en lo mismo. En efecto, Dante, antes de la aviación, imaginó la sensación que se tiene al volar. Con respecto a Gerión, el monstruo que transporta volando a Virgilio y Dante a un círculo más profundo del Infierno, están en reposo. Todo está oscuro, no hay puntos de referencia. Dante, a ciegas, advierte el movimiento por el viento que le golpea desde abajo y de costado. Ni más ni menos que lo que dice Mandelstam, aunque él lo dice mucho mejor que yo. Un detalle: Mandelstam habla de espalda "tártara". En eso se nota que era ruso.

Hölderlin

Hoy el poeta Friedrich Hölderlin tendría que soplar 249 velas. Eso es demasiado para unos pulmones humanos. Según con qué lo comparemos (el movimiento relativo en el cielo de Aldebarán, por ejemplo) es un lapso de tiempo brevísimo, pero para nuestra vida, tan corta, es mucho tiempo. Como se sabe este poeta no tuvo apenas reconocimiento durante su vida, su admirado Schiller le despachó con bastante indiferencia, aunque -si no me equivoco- le ayudó a conseguir un puesto de bibliotecario o de preceptor, Hofmeister, una suerte de profesor particular para hijos de familias adineradas. Creo que en pocos artistas se nota tanto como en Hölderlin un choque tan violento entre la realidad del mundo, sus prosaicas exigencias, y el carácter del artista. En su tiempo Goethe supo acomodarse a la vida práctica sin renunciar a los demonios de la creación artística. Hölderlin se quebró. Hacia los 32 años de su edad se volvió loco y pasó el resto de su vida, que fue larga, sumido en la tiniebla mental, o como se dice en alemán en geistige Umnachtung. Ya sabemos que Hölderlin fue compañero de estudios de Hegel y Schelling en el seminario de Tubinga, tenían unos 19 años. Allí recibieron una excelente formación humanística orientada a una carrera eclesiástica de pastor protestante. Bien diferentes fueron los destinos de los tres jóvenes, los avatares de la vida les fueron separando. Quizá Hegel, en la cumbre de su fama, cuando era rector de la universidad de Berlín, se acordara con nostalgia de su viejo amigo. No me consta que exista testimonio sobre esto. Hegel, tras unos principios muy duros, consiguió la armonía familiar, una existencia burguesa. Se casó a tiempo con una señorita de buena familia y tuvo dos hijos. Hölderlin no tuvo esa suerte, se enamoró de la madre de sus pupilos, Susette Gontard, y fue correspondido. Pero duró poco la aventura. Ella murió poco después, cuando ya se habían separado. Hasta el colapso mental escribió el Hyperion, el Empédocles, poemas cortos y las grandes Elegías. Eso es lo que dejó. No es poco. Una nostalgia imposible se trasluce en estas obras. La vida es una tragedia extraña con algunos breves instantes de felicidad.

La lengua rusa

En ruso se omite el verbo "ser" en presente, lo que ahorra mucha tinta y saliva. "Yo, ruso". "Tú, albañil". "Ustedes, la ley". 
El ruso no tiene artículos. Es un idioma con declinaciones, hay seis casos. 
Los verbos tienen dos infinitivos: perfectivo e imperfectivo, para acciones terminadas y acciones no acabadas, respectivamente. 
Se dice que para palabras largas el alemán, pero hay palabras rusas más largas todavía. Fonéticamente es endiablado. Nunca se sabe dónde poner el acento.
El alfabeto cirílico tiene un punto exótico muy atractivo, sin ser tan marciano como el chino, el japonés, el hebreo o el árabe.
El ruso tiene la misma palabra para "Domingo" y "Resurrección"
No me gustan la arquitectura, ni los aviones, ni los coches rusos. La Unión Soviética fue más una pesadilla que un sueño. Quizá el Este tenga poco que ofrecer (si me dieran a elegir un país creo que me quedaría con Italia). Quitando Moscú y San Petersburgo, sólo hay grandes ríos, estepas y la taiga. La madre Tierra, que los rusos sienten tan profundamente.
"Mientras exista una lengua como la rusa la poesía es inevitable", dijo Joseph Brodsky. Пока есть такой язык, как русский, поэзия неизбежна.

El ruso es una lengua magnífica; una maravillosa y compleja manifestación del lenguaje.

Beckett, vía extrema

Dice Brodsky en uno de sus ensayos que una fotografía de Samuel Beckett le fascinó antes de haberlo leído. Extraño instinto. De Beckett me gusta su lenguaje: sin retórica, minimalista, osado y quaquaquaquaqua. No puede ser un autor popular, excepto en Esperando a Godot. Para mí lo mejor de Beckett es su trilogía: Molloy, Malone muere y El innombrable. Algunos relatos también: Primer Amor, Textos para Nada. Como es sabido su visión de la humanidad es profundamente pesimista, es un misántropo con humor. En un momento de su vida, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, encontró su campo de trabajo: mendigos, ancianos decrépitos, vagabundos, desarraigados, payasos, derrotados. Personajes en el último trance de la soledad y la desesperación. La reducción es total. Trozos de cuerpos hablando. Memorias pálidas, olvido, amnesia, senilidad. No se trata de "dar voz" a los miserables, nada más lejos de Beckett que las causas humanitarias. Beckett ofrece un retrato fiel de nuestra condición: somos un desastre, no hay nada que celebrar, la vida es un montón de mierda. Llevado al extremo todo esto produce risa, como en las películas de Buster Keaton. Prisioneros de afectos enfermizos, de vínculos asfixiantes, de relaciones tóxicas, de ambientes esclavizantes. No es de extrañar que Cioran le admirara. Es asombroso que Cioran y Beckett llegaran a los ochenta años, con ese asco que le tenían a la vida, al menos eso es lo que reflejan sus obras. Eran duros, estoicos, resistentes. A estas alturas de la historia no conozco escritor que haya ido tan lejos como este irlandés que se marchó a Francia.

1859

El Origen de las Especies de Charles Darwin se publicó por primera vez en noviembre de 1859. Como se sabe Darwin es, con Copérnico y Freud, miembro de esa terna que bajó del pedestal al hombre. Encuentro un parentesco entre su idea revolucionaria de la Evolución (que hoy es incuestionablemente cierta) y la Voluntad de Schopenhauer. Ciertamente la primera es un proceso que se da en la naturaleza, la segunda es un principio metafísico. Uno es inglés, el otro alemán. Darwin dice al final de su obra magna: "Como todas las formas orgánicas vivientes son los descendientes directos de las que vivieron hace muchísimo tiempo en la época cámbrica, podemos estar seguros de que jamás se ha interrumpido la sucesión ordinaria por generación y de que ningún cataclismo ha desolado el mundo entero, por tanto, podemos contar, con alguna confianza, con un porvenir seguro de gran duración. Y como la selección natural obra solamente mediante el bien para el bien de cada ser, todos los dones intelectuales y corporales tenderán a progresar hacia la perfección" Darwin, como buen inglés, es optimista. En lo que Schopenhauer ve una fuerza ciega que sólo produce sufrimiento, Darwin observa un proceso que obra mediante el bien hacia la perfección. 
          Sin embargo Darwin confiesa en una carta al botánico Asa Gray, en 1860, lo siguiente: "Respecto al aspecto teológico de la cuestión, éste es siempre doloroso para mí. Estoy confundido. No tengo intención de escribir como un ateo. Pero confieso que no puedo ver, tan fácilmente como otros, y me gustaría hacerlo, evidencia alguna de propósito o beneficencia a nuestro alrededor. Me parece que hay demasiada miseria en el mundo. No puedo persuadirme a mí mismo de que un dios benéfico y omnipotente haya creado a propósito a los Ichneumonidae con la intención expresa de que se alimenten dentro de los cuerpos vivos de las orugas, o de que un gato juegue con el ratón. Por otra parte no puedo en forma alguna contentarme con la vista de este maravilloso universo y especialmente con la naturaleza del hombre y concluir que todo es el resultado de la fuerza bruta. Me inclino a ver todo como el resultado de unas leyes determinadas, con los detalles, buenos o malos, entregados al trabajo de lo que podríamos llamar azar. Esta noción no me satisface en absoluto. Creo firmemente que el asunto es demasiado profundo para el intelecto humano. Es como si un perro se pusiera a especular sobre la mente de Newton. Que cada hombre espere y crea lo que pueda".
           Darwin fue el terror de la religión de su tiempo. Pero era muy prudente y dejaba sus dudas para la intimidad. Un intento posterior de conciliar evolución y creación divina fue el realizado por el jesuita Teilhard de Chardin, pero parece muy poco consistente. Darwin fue enterrado con todos los honores en la abadía de Westminster.