Un cuento de Chéjov se titula "Tristeza". Muy justo, porque la historia no puede ser más triste. Es un relato muy breve. Un viejo cochero acaba de perder a su hijo hace una semana. Suben unos clientes a su coche, le maltratan. El viejo quiere desahogarse, contar a alguien que su hijo ha muerto. Como es de suponer nadie le escucha. Uno de ellos responde "todos tenemos que morir" cuando el viejo cochero le dice que su hijo ha muerto. El viejo, que no tiene a nadie en el mundo, se resigna y acepta cristianamente la brutalidad de sus congéneres. "Dios lo ha querido" No se rebela como un personaje de Byron. No maldice. No se vuelve a sus clientes y les cruza la cara con el látigo. Es pobre y tiene que comer.
Al final del cuento, después de un día en el que apenas ha ganado nada, se queda solo con su caballo que come hierba seca. Le dice el cochero: "es como si tú tuvieras un potro y fueras su madre y de pronto se muere antes que tú. ¿No sería una desgracia?" Y el cochero, dice Chéjov, le cuenta todo. El pobre hombre se desahoga con una bestia.
Hoy los cocheros son los taxistas. ¿A quién le cuentan sus penas íntimas y profundas? ¿A un volkswagen? ¡Viva el progreso!
Esto es literatura. La literatura trata principalmente de las penas de los hombres. De la desgracia de un humilde cochero y la indiferencia del mundo trata este cuento.
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