A lo largo del paseo vespertino de un domingo inmemorial se detuvo a propósito tres o cuatro veces para salir de sus pensamientos. "Esta es la realidad" dijo mirando a los edificios, "lo que te pase a tí como individuo carece por completo de importancia". Se cruzó con una vieja y pensó si ese fugaz encuentro estaba predeterminado desde la eternidad. Resolvió que no, que era puro azar. Pensó que no servía para la política ni para las finanzas. Pensó que vivía en una ciudad insignificante y que cada persona con la que se cruzaba no dejaría ningún rastro de su paso por el mundo. Pensó que hacía mucho tiempo que no veía un atardecer ni un amanecer. "Antes, pensó, los pájaros se alejaban de mí cuando me acercaba a ellos. Ahora son también los hombres, y yo también los rehúyo" In the prison of his days, teach the free man how to praise. Prisionero del tiempo y de su identidad: le gustaría no ser nadie, ser un puro espejo, no tener nombre; que sus problemas personales, sus angustias, recuerdos y anhelos se disolvieran en el vacío. Se fijó en un hombre acurrucado en un saco de dormir, completamente desamparado. Oyó a un niño decirle a su madre: "mira qué bicicleta". Pensó que la vida era un salvaje delirio.
Paseo de domingo
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