Pensar mucho, escribir poco

Hay autores que han escrito poco en proporción a lo que han pensado. Nietzsche y Borges, por ejemplo. Bien está que Tolstoi o Proust (y hablo de los que conozco) hayan escrito muchísimo. Son escritores maravillosos.
Este principio de "pensar mucho, escribir poco" parece que se aplica mejor a los científicos y a los poetas. Es curioso, pero me parece que un gran poeta está más cerca de un científico que nos ofrece una visión nueva del mundo que de un escritor profesional. 
¿Cuántas páginas ocupa la obra completa de San Juan de la Cruz o la de T.S. Eliot? ¿Cuánto ocupa la obra de Jorge Manrique, Rimbaud, François Villon o Mallarmé?
No es cierto que un texto tenga que ser necesariamente largo para que produzca una profunda y perenne influencia en el pensamiento humano. Ese texto, por supuesto, ha de ser original, tiene que haber penetrado en un territorio hasta entonces desconocido. Algunos son brevísimos.
Pensemos en los hombres de ciencia. Hay casos evidentes: el testamento científico de Galois (que ocupa unas cuantas páginas) sigue trayendo de cabeza a los matemáticos. La tesis de Riemann "Sobre las hipótesis que sirven de fundamento a la geometría" no abarca más de veinte páginas. Pero ese brevísimo estudio abrió la puerta a una nueva visión del universo. El trabajo de Watson y Crick en que anunciaban la estructura de la doble hélice del DNA ¡ocupaba una página de la revista Nature!
Newton y Gauss fueron dos genios amigos del secreto. Obsesionados por la propiedad de los descubrimientos se guardaban para sí mismos sus investigaciones. Leonardo apuntaba en una escritura en clave sus indagaciones sobre la naturaleza. Pienso en las Meditaciones de Marco Aurelio. "A sí mismo" se titulan en el original griego. En tiempos como los nuestros, exhibicionistas de lo banal, obsesionados con la publicidad, esos hombres tan celosos de su vida intelectual nos resultan completamente extraños. 
Pero hay muchísimos escritores que aplican justo el principio contrario: "piensan poco y escriben mucho."

4 comentarios:

  1. Me parece lo afirmado aquí, en el mejor de los casos, una verdad parcial. De entrada, deja fuera a los poetas épicos o narrativos, como se prefiera llamarlos, entre los cuales están algunos de los más grandes que hayan existido; pensemos en Homero, en Virgilio, en Dante... Por lo demás, entre los poetas que, para entendernos, podemos llamar líricos, los hay ciertamente excelsos y de obra muy breve (San Juan de la Cruz, a quien citas, es un ejemplo paradigmático), pero también los hay de obra muy extensa; no son muchos, aunque los haya, los que niegan hoy la importancia de la obra de JRJ, que escribió unos cuantos miles de versos. No es la extensión, pienso, sino la intensidad y la hondura, lo que verdaderamente importa en poesía; y éstas no son necesariamente incompatibles con la obra extensa. Creo, eso sí, que la vieja frase (a la que he visto adjudicar diversos orígenes) que recomienda callarse si lo que se tiene para decir no es mejor que el silencio, es algo que los poetas especialmente (de obra breve o larga) debieran meditar antes de escribir, o al menos antes de publicar lo que escriben. No recuerdo si era Horacio quien decía que un poema es o muy bueno o muy malo, sin términos medios. Quitándole a la frase su punto de exageración, también merece meditarse: la gran mayoría de los versos que se escriben, y se publican, pertenecen a esa zona media, ni fú ni fá, que en poesía se acerca mucho a lo irrelevante.

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    1. Dices bien: "no es la extensión, pienso, sino la intensidad y la hondura, lo que verdaderamente importa en poesía". Es verdad. En principio la abundancia no es perjudicial, siempre que lo que se escriba tenga esa intensidad. Lo que digo es que en poesía, como en ciencia, se pueden alcanzar logros altísimos con una obra muy breve. La tentación de publicar hoy es muy alta y se necesita mucha autoexigencia y mucho carácter para no precipitarse antes de dar los versos a la luz. Claro que los poetas requieren un aprendizaje y no se trata de que la poesía sea perfecta desde el primer momento. Unos maduran antes, otros después.
      Pensaba, sobre todo, en los científicos que hicieron grandes contribuciones al pensamiento en trabajos de mínima extensión, que presuponen un esfuerzo titánico. También podemos citar a los filósofos: el "Discurso del método" la "Monadología" o el "Tractatus" son libritos que caben en el bolsillo y se leen en media hora. Pero están cargados de ideas originales y su contenido es revolucionario.

      Un saludo!

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  2. Seguramente no se puede valorar a un artista en función del volumen de su obra.
    Corren tiempos en los que ese valor está encadenado a la publicidad y al resultado económico de la venta.

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    1. Sí, eso afectó primero al arte y después a la literatura. Parece que la poesía se salva.

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