Villa Careggi. Villa medicea, en Florencia, de las más antiguas. Aquí nació y murió Lorenzo el Magnífico (insigne precursor de Rajoy, Zapatero, Merkel, Sarkozy et hoc genus omne). Aquí se organizó la Academia Neoplatónica dirigida por Marsilio Ficino, a la que asistieron Agnolo Poliziano, Pico della Mirandola y mi admirado Nicolás de Cusa (el de la Docta ignorantia) entre otros, digamos, celestiales ingenios. Duró lo que duran las rosas: un día. La muerte de su patrono Lorenzo y el terremoto de Savonarola pusieron término a esta aventura.
No existe hoy, afirmo, ninguna institución a la altura de esta Academia en todo el orbe globalizado. Huelga decir que no se reunían para ver partidos de fútbol (no tenían Gol TV) ni los interrumpía el teléfono (glorioso adelanto de nuestra gloriosa civilización). ¿Que el pueblo se moría de hambre? ¡No jodas! Igualito que en nuestros días. ¡Oh, luz de Plotino y Pitágoras, luz de la ciencia, cómo te has apagado en esta edad de Tinieblas!
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