Soy un friki. Me gusta leer libros que me fastidien, que no me sirvan para nada, que no engorden mi currículum (tan pobre por lo demás). Uno de esos libros es la Historia de los Papas, de Leopold von Ranke (gran historiador ante el Altísimo, como le llamó Ortega y Gasset). El libro cubre los siglos XVI y XVII y sigue la política de los Pontífices en aquellos tiempos de reformas y contrarreformas: alianzas-rupturas-reconciliaciones. Aquello era una verbena con Dios por medio y el Imperio a ambos lados. El libro, escrito en 1834 (es un libro de historia que en sí mismo es histórico) es muy fresco, parece escrito ayer. Ranke, que era prusiano, no tenía nada de pedante, mira tú por dónde. Protestante confeso es bastante ecuánime con Roma, hay que admitirlo. En definitiva: que este señor me cae bien. Por otra parte (y soy consciente de lo chocante de esta afirmación) la historia, con el permiso de Hegel, hay que escribirla como si uno fuera un poco tonto o estuviera algo borracho. Basta que creas saber cómo operan los pueblos para que se burlen de tí de la manera más gallarda. La historia se parece más a un carnaval que a una sesión del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. Tiene más de borrachera que de jurisprudencia, más de delirio que de razón. Ranke tuvo la suerte de no llegar a conocer el asqueroso siglo XX. Al siglo XX, tan morbosamente atractivo, le han salido historiadores como hongos. Los dioses han enviado penas a los hombres para que los historiadores tengan algo que contar.
¿Por qué no regresamos al género bucólico? Volvamos a Garcilaso, a Sannazaro, a la novela pastoral de Honoré d'Urfé. Cantemos en páginas y páginas los amores de Salicio y Nemoroso, las cuitas de Cardenio y olvidemos la historia de una p... vez.
Nietzche o Heidegger, tampoco estaban muy deacuerdo con el "cuento" de la historia.
ResponderEliminarLa historia de los papas es apapasionante!
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