Schiller como educador

En la sexta de sus Cartas para la educación estética del hombre, dice Schiller: "¿Por qué el individuo en Grecia es un representante calificado de su tiempo, mientras que no hay entre los modernos quien se atreva a pretender semejante galardón?" Y añade poco después: "La cultura misma es la que ha descargado ese golpe sobre la humanidad actual. Por una parte, la experiencia y el pensamiento, cada día más amplios y precisos, han hecho necesaria una división más estricta de las ciencias; por otra parte, la creciente complicación del mecanismo político ha exigido que se separen las clases y los oficios. Se ha roto la unidad interna de la naturaleza humana, una fatal hostilidad opone unas a otras sus armoniosas fuerzas" Estas cartas se escribieron hacia 1795. Schiller es optimista, pretende resolver esta ruptura con una educación en la Belleza que armonice, en lo posible, la naturaleza humana. A la vista de lo que vino después me temo que el idealista Schiller se equivocó por completo. No se aplicó jamás su remedio, por imposible. En cambio su lúcido análisis del hombre moderno es verdadero, de hecho esa ruptura de la armonía ideal (que para él se encarnó en Grecia) es total en nuestro tiempo. Bueno, yo diría que llevamos rotos más de 200 años. De catástrofe en catástrofe. Vivimos unos tiempos muy sombríos, en los que "ya no conviene, dice Schiller, el goce con el trabajo, el medio con el fin, el esfuerzo con la recompensa. Eternamente unido a una partícula del conjunto, el hombre se educa como mera partícula; llenos sus oídos del monótono rumor de la rueda que empuja, nunca desenvuelve la armonía de su esencia, y, lejos de imprimir a su trabajo el sello de lo humano, se torna él mismo un reflejo de su labor o de su ciencia". Como Chaplin en Tiempos Modernos. Lo mejor que puede pasarle a un esclavo que no tiene posibilidad de liberación es ignorar su penosa condición. Eso es lo que nos sucede. Pero, ¿no será aún más grave nuestra crisis? Lo que propone Schiller suena a música celestial.
         De la plenitud de los antiguos griegos hoy no tenemos ni idea (y fue una socidad esclavista, así que esa plenitud estaba reservada a los happy few). Que el Hombre, en tanto ideal, está arruinado es algo indiscutible. Aparte de que, por definición, es inalcanzable. No digo nada nuevo, desde luego: nada que no dijeran los poemas de Paul Celan y los maestros de la escuela de Frankfurt, Adorno y Horkheimer, hace unas cuantas décadas. No puede haber vida buena en lo falso. Si vivimos en un sistema que tritura ese ideal humano, en una época que lo hace imposible, no es de extrañar que seamos, cada uno de nosotros, fragmentos, seres incompletos, insignificantes piezas de un vasto y monstruoso engranaje. Estoy seguro de que Hölderlin tenía en mente las palabras anteriores de Schiller cuando atacó a los alemanes en su novela Hyperion. Concluyo con otra frase de la misma carta: "es preciso ser un espíritu nada vulgar para cumplir con las obligaciones profesionales y conservar, sin embargo, energías sobrantes aplicables a las libres aficiones" Al leer esta frase pensé en alguien, pero no diré en quién. 
         Schiller aún tenía un vago conocimiento de lo perdido. Que idealizó a los griegos es seguro. Nietzsche nos mostró que no eran tan maravillosos.

3 comentarios:

  1. La velocidad de nuestro tiempo y el bombardeo indiscriminado de información nos convierte en incapacitados sensoriales. No vemos la destrucción a nuestro alrededor. No escuchamos los gritos de auxilio. No olemos la basura a nuestros pies. Ni sentimos los latigazos que recibimos.

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