Nos volvemos locos por distraerla. Ya que es inevitable, me pregunto cómo será. ¡Esa sí que va a ser una experiencia! La última experiencia. Y la tenemos segura, y para más excitación ignoramos cuándo. No creo que haya mayor misterio que el de la duración de cada vida: es un secreto que se guarda con siete llaves. La vida es un vano sueño, es humo y sombra y nada. Ningún mortal sabe nada de ella: frente a ella estamos desnudos. De ella sabe tanto un centenario como un niño, tanto Einstein como su peluquero, tanto el más intrépido aventurero como la persona más sedentaria y tímida con la vida más rutinaria. Lo dejaremos todo, nos dejaremos a nosotros mismos, a este cuerpo que somos. Dejaremos a nuestros seres más queridos, sea como sea: aunque niños indefensos, aunque ancianos valetudinarios. A Mozart lo arrebató a los 35 años. Le da lo mismo. Lo más importante será nada. Nada nos importará. Nuestra pequeñísima vida, ese estrechísimo círculo de nuestras relaciones, estallará como una pompa de jabón. No oiremos lo que dirán de nosotros durante un tiempo, hasta que poco a poco se nos olvide. Volveremos al seno profundo de la materia, seremos disgregación total. Es la ley universal. Ni las estrellas se escapan. Es la que todo lo iguala. La inapelable. Mejor estar preparado porque puede destruirnos en cualquier momento. Si no se está preparado da lo mismo. Sin falta de entrenamiento ni estudio, seguro que lo haremos a la perfección.
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