Alguna clase de trastorno mental grave, una especie de romanticismo exacerbado o de Weltfremdheit (extrañamiento del mundo) debió de afectar a los muchachos nacidos en Alemania hacia 1890. Es el caso de una generación a la que le tocó mala fecha y mal lugar para nacer, porque estaban destinados a las trincheras en 1914. No me parece casualidad que dos importantes escritores alemanes, Hans Fallada y Johannes R. Becher, nacidos en 1893 y 1891 respectivamente, trataran de suicidarse cerca de los veinte años de edad: el primero en 1911 y el segundo en 1910. Lo singular del caso es que no lo hicieron solos: siguiendo el ejemplo de Heinrich von Kleist hicieron un pacto suicida con otra persona. Hans Fallada planeó con un amigo suyo, Hans Dietrich von Necker, un duelo a pistola en el que los dos deberían morir. Becher lo hizo con una chica llamada Fanny Fuss, en este caso a la manera de Kleist: primero él disparaba a la chica y luego a sí mismo. Para Fallada y Becher fue un suicidio frustrado: sobrevivieron de milagro, gravemente heridos. En cambio sus dos compañeros, el chico y la chica, murieron. Johannes R. Becher, conocido sobre todo como poeta, llegó a ser ministro de cultura de la DDR y Hans Fallada fue un autor de novelas de mucho éxito cuyos personajes eran gente sencilla, el hombre de la calle. Es casi seguro que ninguno de los dos se recuperó de ese trauma. Becher fue un comunista militante que buscó refugio en la URSS, el resultado fue que casi lo ejecutan durante la Gran Purga, acusado de trotskista. Intentó suicidarse varias veces. Durante la invasión nazi fue evacuado con otros alemanes al interior de la URSS, a Tashkent, donde hizo amistad con el filósofo marxista Lukács. Al acabar la guerra se instaló en la zona soviética de Berlín. En sus últimos días renegó del socialismo. Hans Fallada pasó muchas temporadas en psiquiátricos, en curas de desintoxicación (alcohol y morfina). Tuvo una vida sentimental turbulenta, en una bronca con su exmujer, estando borracho, disparó una pistola (esta vez, por fortuna, no acertó). Murió en Berlín en 1947 con su organismo arruinado por el consumo de las drogas y el alcohol. Su última novela, que es la mejor, la escribió de un tirón: se titula Jeder stirbt für sich allein, en la traducción castellana Solo en Berlín. Curioso título: "cada uno muere solo". ¿Recordaría Hans Fallada ese lejano episodio de su juventud? Becher falleció también en Berlín, en el sector oriental, de cáncer, en 1958.
Quizá sea un fiel indicador de la salud de una época el estado mental de sus adolescentes.
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