En ese delicioso libro que es Dirección Única, Walter Benjamin narra un sueño que tuvo.
"En un sueño me vi en el gabinete de trabajo de Goethe. No se parecía en nada al de Weimar. Ante todo era muy pequeño y tenía sólo una ventana. Contra la pared, situada frente a ella, adosaba el escritorio uno de sus lados angostos. Sentado a él, el poeta, ya muy anciano, estaba escribiendo algo. Yo me había puesto a un lado, cuando él se interrumpió y me obsequió con un pequeño jarro, una vasija antigua. La hice girar entre mis manos. En la habitación hacía un calor espantoso. Goethe se levantó y se dirigió conmigo a la estancia contigua, donde habían dispuesto una larga mesa para mi parentela. Sin embargo, parecía calculada para muchas más personas de las que ésta contaba. También la habían puesto, sin duda, para mis antepasados. Tomé asiento en el extremo derecho, junto a Goethe. Concluida la cena, él se levantó con dificultad, y yo, haciendo un gesto, le rogué que me permitiera sostenerle. Al tocarle el codo, rompí a llorar de emoción"
Estoy convencido de que Benjamin soñó ese sueño en realidad, que no es inventado. Debió de anotarlo nada más despertar. Me parece la clase de sueño vívido y emocionante que no deriva en otro, sino que se interrumpe y despertamos. Arriesgo una interpretación, casi evidente: Benjamin, como judío, sentía el desarraigo de su condición. A la vez, como intelectual, una inmensa admiración por Goethe. Me parece muy significativo que Goethe sea un anciano debilitado y que Benjamin lo sostenga, y que Goethe disponga una mesa para la familia judía de Benjamin. Con este sueño Benjamin revela un enorme deseo de ser aceptado, de pertenecer a la cultura de su lengua materna, que aquí representa Goethe, quien no fue antisemita, ni nacionalista alemán. Algo por lo que merece ser admirado.
Ser un desarraigado, un apátrida, pertenecer a una minoría, tener una insaciable voracidad intelectual, ser el primero de la clase, crear teorías originales, subversivas: todos estos son rasgos de los judíos germánicos del siglo XX. Fueron los más brillantes, los más inteligentes, los mejores. Algunos pagaron con la vida su condición de judíos, casi todos con el exilio. Me parece que este sueño de Benjamin podría haberlo tenido también Freud, Kafka, Joseph Roth, Stefan Zweig, Hannah Arendt, Hofmannsthal, Arnold Schönberg, Paul Celan, Reich-Ranicki o Einstein. (De que lo pudiera tener Einstein no estoy tan seguro).
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