Los escitas que regresaron de una larga guerra se encontraron con la oposición de los hijos que sus mujeres habían tenido con los esclavos. Iban perdiendo batalla tras batalla hasta que uno de ellos tuvo una idea: no les mostremos las espadas ni los arcos, vamos a llevar el látigo en la mano, así recordarán que son esclavos.
Al verlos así sus enemigos tiraron las armas y huyeron. Esto se podría llamar "indefensión aprendida". Toda relación entre los hombres está basada en alguna forma de poder. Ese poder a veces se ejerce de una manera sutil, simbólica, pero no menos cruel. El tono con que el jefe le pregunta al empleado: "¿por qué llamas a la puerta?" significa, en realidad: "¿por qué llamas a la puerta, imbécil?"
No des ideas a las asociaciones de empresarios que te meten en el convenio el uso del látigo como incentivo laboral.
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