Prensa amarilla

La primera página del New York Post (no confundir con el New York Times) del martes pasado se abrió con la foto de un hombre segundos antes de ser atropellado por el metro. ¿Dónde está aquí el valor de la noticia? Un hombre anónimo, empujado a las vías del metro... por un negro. ¿Que ese hombre tuviera una familia que pueda horrorizarse viendo esa fotografía de portada? Da igual, se publica. Este diario pertenece al grupo News Corporation del que es dueño el honrado Rupert Murdoch, magnate australiano. 
New York Post forma parte de esa categoría de periódicos como el The Sun, el The Daily Mirror ingleses; el Bild, alemán, etc. que dan amplio espacio a los deportes, los sucesos y los cotilleos de famosos. Existen sus equivalentes televisivos: esos magazines de sobremesa donde te hablan del embarazo de la novia del futbolista o de la repentina vocación religiosa de la hija de Isabel Preysler.  
El mundo es un edificio donde al mismo tiempo que se tortura en el sótano están celebrando una fiesta en la azotea.
Esta clase de periodismo se dirige a una masa acéfala, excitando la curiosidad más baja. Es el combustible de la ignorancia.

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