¿Acaso yo como y bebo para volver a tener hambre y sed y así comer y beber de nuevo, hasta que se abra bajo mis pies la tumba que me devore y yo mismo sirva a la tierra de abono? ¿Engendro seres semejantes a mí para que también coman, beban y mueran y para que dejen tras de sí seres semejantes a ellos que harán lo mismo que yo hice? ¿Para qué sirve este ciclo que se repite perpetuamente, este juego que recomienza una y otra vez de la misma manera, donde todo existe para perecer, y perece sólo para volver a ser como ya era; este monstruo que se devora a sí mismo sin cesar para poder volver a alumbrarse, que se alumbra para poder volver a devorarse?
Es como si Fichte describiera la Voluntad de Schopenhauer. Se rebela contra este sinsentido atroz. Da un puñetazo en la mesa y añade:
Jamás podrá ser este el destino de mi ser, de todo ser. Debe haber algo que es porque ha devenido; que ahora subsiste y que nunca más podrá devenir una vez que lo ha hecho; eso que subsiste debe engendrarse en la mudanza de lo efímero, y perdurar en medio de ello y avanzar ileso sobre las olas del tiempo.
Fichte continúa, apretando los labios, con la mirada puesta en un porvenir maravilloso:
Ninguna obra que lleve el carácter de la razón y que hubiese sido emprendida para expandir el imperio de la razón puede perderse sin más en el transcurso del tiempo. Esas víctimas que la brutalidad impredecible de la naturaleza arranca a la razón deben cuando menos fatigarla, saciarla, aplacarla. Esa fuerza que ha dañado sin medida no puede volver a darse de esa manera, no puede estar destinada a renovarse, debe consumirse en su primer arrebato de una vez para siempre.
Ojalá fuera cierto.
Y para terminar, un poco más adelante, dice el bueno de Fichte:
Pero no es la naturaleza, es la libertad misma la que causa en nuestra especie la mayoría de los desórdenes y los más terribles de ellos. El enemigo más cruel del hombre es el hombre.
Estamos de acuerdo.
Y para terminar, un poco más adelante, dice el bueno de Fichte:
Pero no es la naturaleza, es la libertad misma la que causa en nuestra especie la mayoría de los desórdenes y los más terribles de ellos. El enemigo más cruel del hombre es el hombre.
Estamos de acuerdo.
Johann Gottlieb Fichte, El destino del Hombre
Muy lúcido, el amigo Fichte (del que nunca he leído nada - y sobre el que he leído los ataques de Schopenhauer).
ResponderEliminarEl hecho de que el hombre se pregunte, en todas las épocas y por todas partes, si la existencia tiene sentido, prueba que lo tiene, que el mundo está hecho para que el hombre se lo pregunte - y desde ese punto de vista, teniendo ese objetivo, el mundo (tan lleno de hechos contradictorios, tan evidente y tan incomprensible, tan ilógico y tan lógico a la vez) está muy bien hecho.
¿La existencia se da para que el hombre se pregunte si el mundo tiene sentido lo que prueba a su vez que el mundo tiene sentido? Eso, amigo Lejano, no se sostiene.
ResponderEliminarEsta cuestión ya ni se la planteaba Nietzsche que afirmaba la vida en plan dionisíaco, a lo loco. Más que de sentido podría hablarse de absurdo, no porque la existencia no tenga sentido sino porque no tiene sentido preguntarse por tal cosa.
Si el hombre está programado para buscarle un sentido al mundo es que el mundo tiene sentido - de la misma manera que si los coches tienen volante es porque las carreteras tienen curvas.
EliminarSobre esos temas, hay que leer más a los esotéristas y a los místicos (que dicen las mismas cosas) que a los filósofos (que nunca han hecho más que masturbar a las palabras).
EliminarQue "el hombre esté programado" (lo que ya daría por supuesto lo mismo que se busca, la existencia de un Programador, y por tanto de un Programa) "para buscarle un sentido al mundo" es sólo una suposición, y no cabe deducir de ella HECHO alguno, sino sólo otra suposición. También cabría decir que si "el hombre está programado" para creer en el Creacionismo, Darwin era tonto o estaba loco. Pero esas supuestas "programaciones" sólo son eso, supuestos, nada más. Y respecto a la superioridad de "esotéristas" y místicos sobre los filósofos, una suposición más, y muy poco fundada; de hecho, ni siquiera buscan lo mismo.
ResponderEliminarSi el ser humano no está programado para buscarle un sentido al mundo, ¿por qué todos los hombres se preguntan por él en todas las épocas y por todas partes desde hace tantos siglos? ¿Por casualidad?
EliminarEn cuanto a los esoteristas, místicos y filósofos, todos persiguen lo mismo: la explicación del mundo.
Sí, oiga: y los científicos, y los artistas, y quien usted quiera, aunque yo hablaría más bien de "explicación de la realidad", sobre todo ahora que sabemos que "el mundo", en comparación con ella, es bastante pequeño. Que el hombre (en general) trate de explicarse su situación es lógico, e instintivo: de conocerla o no puede depender su supervivencia. Pero en eso no se diferencia de cualquier otro ser viviente. Lo de la "programación" es un gentil añadido suyo, que comparte seguramente con los "esoteristas", pero desde luego no con bastantes filósofos, que consideran que semejante "sentido" no existe. Será que con ellos falló la "programación", vaya por Dios.
ResponderEliminarDiscusión inútil.
EliminarSi usted lo dice...
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