El hombre muerto, el que hizo lo que había que hacer, el que ahogó su potencial por adaptarse al medio social (el medio puede ser insuperable por estúpido). Sus compañeros se enteran de su muerte. Nadie se conmueve. Lo único que les preocupa es quién ocupará su puesto. Su matrimonio ha sido una farsa. No hubo amor. Nadie le echará en falta. Charlas insustanciales, tópicos y lugares comunes. En la soledad de la agonía y la muerte Iván Illich, como Don Quijote, recupera el juicio: descubre que su vida ha sido mecánica, inerte y ve la muerte como una liberación. Qué pálido resumen. Es mejor leer el libro.
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