Teoría del Estado
Por un lado los manifestantes convocados el 25 de setiembre para rodear el Congreso: un asedio simbólico. Por otro los antidisturbios, encargados de proteger el recinto del Congreso y de cargar con contundencia contra los que se obstinen en su actitud contestataria.
Manifestantes y policías hablan dos lenguajes diferentes. Los primeros están convocados por una "coordinadora", su propósito es mostrar su indignación contra el actual estado de cosas. Qué cosa sea el Estado no les preocupa: quieren un cambio, cualquier cosa menos esto. La policía, por su parte, tiene la tarea de representar la fuerza del Estado protegiendo al símbolo amenazado por la multitud que es el edificio del Congreso.
España es un país muy debilitado que no puede permitirse ofrecer una imagen de debilidad ante el mundo, ni ante sí misma.
Los manifestantes están con la corriente de los tiempos; los policías son los agentes de un anacronismo. Los primeros son Facebook; los segundos, Montesquieu.
Recetas de cocina
Al filósofo no le gustaba cocinar y aborrecía el acto de comer. Condescendía con tristeza a esas funciones animales (algunos filósofos tienen algo de anoréxicos). Confesar su apetito le daba vergüenza. Para el filósofo todas las comidas sabían a ceniza. En eso era claramente wittgensteniano-pascaliano.
En el congreso internacional de filósofos alienados celebrado en El Cairo nuestro filósofo fue invitado a participar en una mesa redonda sobre las maneras de preparar el cordero. Un colega de la escuela de Frankfurt defendió con admirable dialéctica marxista la receta del cordero al horno. Umberto Eco arrancó ovaciones del público cuando expuso su predilección por el cordero hermenéutico guisado con patatas. Fernando Savater sorprendió a la audiencia con su refutación del cordero y postuló la grandeza ética de la merluza a la vizcaína: "un exquisito plato de mi tierra" añadió muy ufano. Pero, sin duda, el filósofo que más éxito tuvo en aquella sabrosa mesa redonda fue Ferrán Adriá que propuso la deconstrucción de la deconstrucción de Jacques Derrida y concluyó su tesis con una defensa de la antropofagia.
Dilema
-¿Así que no se encuentra a gusto con su vida?
-No, señor psiquiatra.
-¿Qué espera del futuro?
-Del futuro espero que no llegue demasiado pronto.
-¿Le gustaría liarse la manta a la cabeza?
-Me gustaría organizar un ejército y conquistar la India.
-¿Le atormenta alguna duda?
-Sí, señor psiquiatra. Un gramo de sensatez o un gramo de locura: no sé cuál de las dos cosas pedir.
-No, señor psiquiatra.
-¿Qué espera del futuro?
-Del futuro espero que no llegue demasiado pronto.
-¿Le gustaría liarse la manta a la cabeza?
-Me gustaría organizar un ejército y conquistar la India.
-¿Le atormenta alguna duda?
-Sí, señor psiquiatra. Un gramo de sensatez o un gramo de locura: no sé cuál de las dos cosas pedir.
Las leyes de la visión
Un río, debido al recodo que formaba su curso, parecía un lago cerrado por todas partes allí en el seno de las llanuras o de las montañas, y el mismo efecto daba un golfo, porque la ribera escarpada se tocaba casi aparentemente por los dos lados.
Marcel Proust, A la sombra de las muchachas en flor
Vista nocturna del Ródano, Van Gogh |
El paso de la laguna Estigia, Patinir |
Ars longa vita brevis
¿Hay algún borracho en la obra de Shakespeare? Pues sí, el propio Shakespeare. Todos nosotros, llegados a un cierto punto de lucidez, nos comportamos como borrachos. Coincido con el adorable Albert Camus (muerto absurdamente a los 46 años): el problema filosófico fundamental es el suicidio. Pero hay muchas formas de matarse: abandonarse a la tristeza, por ejemplo, mata.
Shakespeare era un animal tabernario, de eso estoy seguro. Beber y fumar acorta la vida. La vida es corta, el arte es largo. Dios mío, Shakespeare murió a los 52 años. ¡Era jovencísimo! Dante vivió 56 años. Virgilio sólo vivió 50. Cristo y Alejandro murieron a los 33 años. Proust murió a los 51. Rimbaud y Rafael murieron a los 37 años. Y Nietzsche terminó su carrera celeste a los 44, la edad que yo tengo ahora. La edad en que murieron: Stevenson, Scott Fitzgerald, Chéjov, San Francisco de Asís y Spinoza. ¿Cómo podremos sobrevivirles? Pues sentados en el potro de la mediocridad.
Recordemos a Omar Khayam: hay que beber vino (pero con moderación).
Un cuento escrito hace diez años
Ellie Mcdowell, de 31 años, llevaba tres trabajando como
guarda forestal en un parque natural al norte de Denver. Llevaba los mismos
años saliendo con Bobby Kosciusko, un joven de su pueblo del que se enamoró en
un baile que organizaba la asociación para la defensa del pino de Colorado.
Pero Bobby conoció más tarde a una compañera de Ellie en uno de los bailes que
organizaba la asociación para la defensa de una variedad del abeto de Denver.
El resultado fue que el abeto de Denver creció a expensas del pino de Colorado,
es decir que Bobby se enamoró de la compañera de su novia.
Querida
Ellie:
Sabes que
sobre los sentimientos no tenemos ninguna autoridad. He sido muy feliz a tu
lado, de verdad, pero ahora he conocido a una chica maravillosa y, bueno, nos
hemos enamorado. El caso es que Rachel y yo hemos decidido irnos a vivir
juntos. Perdóname por todo, nadie sabe tanto como yo lo fantástica que eres
pero ya sabes que sobre los sentimientos los hombres no tenemos casi ninguna
autoridad.
Quise decírtelo el último día pero me faltaron fuerzas y
he preferido hacerlo por carta. Por favor no me llames, será mejor que lo
dejemos así, sin reproches ni violencias. He pasado contigo unos años
maravillosos pero al final el amor también se extingue, como el fuego.
Espero que me perdones, te juro que no quiero hacerte
daño y que te deseo todo el bien y la felicidad de que es capaz este mundo.
Con cariño
Bobby
Al salir de su casa para ir al trabajo Ellie abrió el
buzón y se encontró la carta de Bobby. No había sido enviada a correos, no
tenía sello, ni dirección. En el exterior del sobre estaba escrito “Para Ellie”
con la característica caligrafía norteamericana., redonda e infantil. A Ellie
le extrañó aquella carta y decidió leerla cuando tuviera un momento libre en el
trabajo. Mientras iba pensando en sus posibles contenidos (la amenaza de muerte
de un psicópata, una declaración de amor de un admirador anónimo, una broma de
sus compañeras de trabajo) conducía su viejo Pontiac por la carretera comarcal
36 que la llevaba directamente a su centro de trabajo: el parque natural de
Colorado Springs.
El parque
era una vasta extensión de bosque que cubría buena parte del norte del estado.
Pinos, abetos, robles y hayas eran las especies arbóreas más frecuentes en esa
densa masa forestal orgullo de los habitantes de la comarca. Se había declarado
monumento natural en 1976, el mismo año en que se cumplió el segundo centenario
de la declaración de independencia de los Estados Unidos. Ellie era entonces
una niña y poco podía sospechar que aquel aburrido acto que presidía el
gobernador y al que asistió llevada por sus padres estaba secretamente ligado a
su destino.
Después de cambiarse y recibir
las someras instrucciones de su jefe se dirigió a la zona que tenía asignada para
ese día. Era un seco y ventoso día de junio y había que tener los ojos muy
atentos para poder descubrir en el horizonte la más leve señal de un incendio.
Algunos árboles eran tesoros de incalculable valor, había pinos que rondaban
los mil años de edad. En la entrada a
las instalaciones del parque se exhibía en sección transversal el tronco de uno
de esos pinos con las efemérides históricas de las que había sido contemporáneo
en un apacible lugar por el que nunca había pasado el torbellino de la historia:
1066 batalla de Hastings, 1492 descubrimiento de América, 1776 declaración de
independencia de los EEUU, 1972 año del abatimiento del árbol.
Con su jeep Ellie penetró unos
cuatro kilómetros por una estrecha pista de tierra dentro del laberinto forestal
hasta alcanzar un pequeño claro de unos diez metros de diámetro en el que se
encontraba un solitario y rústico asiento de madera. La mañana era luminosa. Un
pájaro –probablemente un extraviado reyezuelo de Carolina- cantó tres notas
aflautadas en algún lugar recóndito, entre los pinos más altos.
Un escalofrío recorrió el
espinazo de Ellie cuando, por fin, mirando alrededor comprobó que estaba
completamente sola. Había metido la misteriosa carta en uno de los bolsillos
interiores de la chaqueta caqui que era parte de su uniforme de guarda. Un
huracán de sensaciones pasó por la mente de Ellie en unos pocos segundos, la
excitación de la mujer parecía contagiarse al resto de la naturaleza; las finas
copas de los pinos esbeltos se mecían fuertemente al azote de aquel viento seco
y tenaz, impropio de la estación.
Tomó el sobre en sus dos manos,
lo abrió con inusitada delicadeza, respiró hondo y se puso a leer.
Al terminar la lectura los ojos
de Ellie estaban llenos de lágrimas. Un natural pudor hizo que mirara de nuevo
a su alrededor mientras se limpiaba la nariz con el dorso de su mano izquierda.
“Hijo de puta” dijo para sí misma con toda la rabia de la que fue capaz. El
pájaro volvió a emitir sus tres notas fatales.
Como si quisiera borrar para
siempre esa tremenda conmoción de la que habían sido mudos testigos los
elegantes árboles estrujó con rabia el papel y se abandonó a un llanto que se
prolongó durante un largo rato. Al volver en sí advirtió que las sombras se
habían desplazado de manera notable, el sol caía a plomo desde el meridiano
abrasando la tierra. Una candente idea cruzó como una brasa el cerebro de Ellie
e inmediatamente se puso a llevarla a cabo. Tomó de uno de los bolsillos de su
pantalón un encendedor de gas que llevaba consigo y sin vacilación prendió
fuego al papel.
Aturdida por el dolor dejó caer
al suelo la prueba de su desgracia, que pronto quedaría reducida a cenizas, y
se dirigió tambaleante y doliente al jeep para regresar a la oficina.
Un mes después los telediarios
de todo el mundo hablaban del incendio forestal que había arrasado el parque
natural de Colorado Springs y que aún presentaba algunos focos fuera de
control.
Ayudas ópticas para el más allá
Veo una foto de cuerpo presente de Santiago Carrillo y descubro con estupor que al cadáver no le han quitado las gafas. Todos los que usan gafas (hasta Woody Allen) se las quitan para dormir. ¿Acaso no verá los Arquetipos y Esplendores con la nitidez necesaria sin ese par de cristales delante de los ojos?
Proust
Leyendo En busca del tiempo perdido me pregunto por la curiosa figura del narrador, que es el propio Proust. La memoria que evoca su vida entera, esa inteligencia analítica y minuciosa para cada detalle del corazón humano, parece implicar la cancelación del presente.
No hay presente ni futuro. Es como si un muerto escribiera sus memorias. El narrador escribe desde el otro lado de la vida. Desde su lecho agónico de enfermo terminal.
Ecco qua
Recuerdo ese verso de la Divina Comedia: Amor ch'al cor gentil ratto s'apprende, verso que aparece en el canto V del Infierno. Dante tenía envidia de los amantes condenados: "al menos ellos probaron el amor correspondido, no como yo, que amé a Beatriz sin poder alcanzarla; ahora vela por mí desde el Paraíso, pero hubiera preferido la suerte de Paolo."
Yo creo que Dante pensaba así cuando se encontró con esas almas atormentadas por toda la eternidad, pero juntas por toda la eternidad.
Delicioso tormento, diría.
Después de escuchar la confesión de Francesca -emocionado, desgarrado- el poeta cae como cae un cuerpo muerto.
Delicioso tormento, diría.
Después de escuchar la confesión de Francesca -emocionado, desgarrado- el poeta cae como cae un cuerpo muerto.
Inventos aciagos
El Diablo me ha pedido que realice una lista de inventos aciagos. Un invento aciago es el teléfono, sin duda. Sirve para comunicarse a distancia, para interrumpir las conversaciones y para que nos enteremos de lo idiota que es un desconocido.
Otro invento aciago es el automóvil. El automóvil borra el paisaje y reduce la maravilla del viaje a un simple desplazamiento desde A hasta B. El automóvil obliga a su propietario a contratar un seguro (otro invento espeluznante), a abrocharse el cinturón de seguridad, a cargar el depósito con un carburante cada vez más caro, etc etc.
Los diarios, la radio y la televisión: funestos inventos. Crean la opinión pública, conforman nuestra visión del mundo y no van destinados a nadie individual; se dirigen a la masa. Con que los periódicos y telediarios salieran una vez al mes sería más que suficiente. La información "al minuto" es una ceremonia infernal.
Otro invento sumamente aciago es la imprenta. Desde que se inventó la imprenta el mundo se ha convertido en material legible. Es realmente fabulosa la cantidad de textos inútiles, sin ningún valor, que la imprenta publica cada año. Sobran el 99% de los que llenan la mesa de novedades de las librerías y caen en el olvido dos semanas después. Me bastan diez libros para ocupar mi vida entera.
El Diablo ha mirado mi lista, ha sonreído y me ha dado las gracias. Se sorprende al ver que no menciono el fútbol o la aviación. Dice que soy un "reaccionario".
Traumdeutung
La noche pasada soñé con Freud. Me hubiera encantado que en el mismo sueño la sombra del doctor vienés hubiera tenido la amabilidad -ya que pasaba por allí- de interpretarlo.
Nadie es inocente
Esta noche me visitó el Espíritu del Mundo. Le pregunté por el misterio del sufrimiento. ¿Por qué tenemos que sufrir? ¿Por qué nacen unos entre sedas y otros entre basura? ¿Por qué unas personas reciben atenciones y cariño desde que nacen y otras solamente palizas, abusos y desprecios? ¿Por qué unos nacen con talento y otros nacen torpes?
El Espíritu del Mundo esbozó una sonrisa. Me dijo con voz suave: "nadie es inocente". Lo que yo sé tú no podrías entenderlo. Eres efímero, pronto estarás muerto, no eres más que polvo y ceniza. ¿Cómo vas a entender el misterio del sufrimiento?
Me acordé de los famosos versos de Calderón: porque el delito mayor / del hombre es haber nacido.
¿Así que no hay nadie inocente? Tal vez por eso las bombas que caen sobre una ciudad no distinguen entre buenos y malos, entre niños y adultos. Se lo llevan todo por delante. Como el sol que sale sobre justos e injustos. El hombre que suplica misericordia, me dice el Espíritu del Mundo, se comporta como un débil. El hombre más noble es el que mira a la muerte cara a cara y no pide clemencia.
Y añadió: todos debéis expiar la culpa de haber nacido. Cada instante de vuestra vida es una prueba severa, pero vivís sin daros cuenta de esto, entregados a vuestros pequeños intereses. Como si fuérais a vivir eternamente. Porque habéis nacido para lo pequeño.
Vuestra justicia es imperfecta, me dijo el Espíritu del Mundo antes de desvanecerse. El reo de muerte que conducís al patíbulo, con vuestra conciencia limpia, es en el fondo cada uno de vosotros.
Entonces me desperté, temblando.
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