Sentir que se te cae el mundo encima, constatar que ya no quieres, de puro deprimido, escuchar ni un ápice de Wagner (trompetas, percusión, libretos mediocres, violines románticos) -la música de Mozart tantos años admirada, hoy siento con tristeza que ya no me dice nada- y pensar de pronto en la felicidad sí, en la felicidad de saber que mañana es lunes y que, por tanto, estará abierto también por la tarde el Lidl y podrás ir a comprar si quieres helados, sushi, salmorejo y esos yogures riquísimos, ah, y también kombucha, y embutidos y agua con gas, cervezas de frambuesa, merluza congelada y que podrías ver a ese cajero tan simpático de sonrisa perturbadora y no hay más razones acaso para ser feliz, para seguir viviendo? Está el IKEA a tiro de piedra: caminar por su interior, tan nórdico, ir mirando a los lados, admirando esos muebles preciosos con esos nombres tan raros, esos muebles que sabes asequibles a tu bolsillo: butacas, estores, macetas de colores, , mesas, mesitas, escritorios, lámparas, estanterías, escaleras plegables, cuchillos, posters de renos, de nueva york al atardecer, de un campo de lavanda y si mañana veo de repente una puesta de sol a través del parabrisas? me pregunto si quedan yogures del Mercadona en la nevera. Anda que si quedaran!
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