Cabo de Gata

Es noticia que se ha concedido permiso para habilitar un cortijo como hotel muy cerca de la playa de los genoveses, en el parque natural del cabo de Gata. Esto me hace recordar unos días de noviembre del 2009. En aquel mes del año las playas estaban desiertas, el hotel desierto, las carreteras sin tráfico. El paisaje volcánico era fascinante, como el azul profundo del cielo. Tenía aquel lugar un halo de misterio y de encanto. En una vuelta de la carretera vimos a una pareja que lloraba alguna muerte reciente. Ahora, en el recuerdo, la melancolía es mucho mayor, por el tiempo transcurrido y sobre todo por mi compañera. Nos gustó mucho aquel viaje. Fuimos allí muy felices. Toda aquella belleza intemporal para nosotros dos, en el amor correspondido. Con la historia de la pandemia los que aún estamos vivos andamos como locos por escapar, escapar, escapar a un sitio como el cabo de Gata. Pero si todos deseamos lo mismo (huir de las ratoneras de las grandes ciudades) no habrá lugar que se salve. 
     A mí me da igual no volver a disfrutar de aquello: ya he tenido mi parte de felicidad.

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