Paso caminando al lado de unas terrazas, en la hora del vermuth o vermú o como se escriba. Mañana de domingo en un barrio de clase trabajadora: hay familias en las mesas, niños. En este momento todo es lujo, calma y voluptuosidad. Parece incluso que la vida es bella (ahora lo es). Estas dos horas de tertulia son lo mejor que puede ofrecer la vida a esta gente: el pueblo, la clase obrera o como se quiera llamar. Éstos por los que dice pelear la izquierda (yo no me fiaría nada) y a los quiere exprimir hasta el tuétano la derecha. Ellos no dirigen empresas, no son altos cargos, no tienen doctorados, ni estudios, ni prestigio. Son vidas oscuras. Nuestras vidas son los ríos... En las televisiones: fútbol o el deporte que toque. También tocan a misa, pero van muy pocos. Me da algo de pena Dios: se ha quedado sin fieles. Qué espejismo. Qué ilusión. El sol parece detenido (en realidad va a toda velocidad). Darán las tres de la tarde, quedarán desiertas las terrazas, pasará la tarde del día festivo. Y el lunes regresará para borrarles la sonrisa.
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