L'Européen le plus moderne c'est vous Pape Pie X
En la hospedería del antiguo seminario de S* en la antigua ciudad de M* (esto parece un relato de Kleist) el marqués de A pasó tres noches. Fue a principios del siglo XXI, en pleno auge de la civilización neoliberal. El aristócrata habia caído en desgracia, viajaba solo, su equipaje era una mochila y una maleta donde llevaba su antología personal: hojas con textos literarios y filosóficos escogidos por él que sólo para él tenían valor. Al atardecer del segundo día el marqués (que naturalmente no era marqués) sacó de la maleta unas cuartillas y leyó en voz alta, en latín, un par de cuestiones de la Suma Teológica. Ese latín de las Divinas Palabras que hechizaba al pueblo llano e ignorante. Sabía que dentro de esos muros generaciones de muchachos habían estudiado la lengua de Cicerón. Se aferraba a la raíz, a la tradición que veía desmoronarse. Que las horas las señalaran las campanas y el curso del sol. Con gran satisfacción oyó el rebuzno atronador de un burro, ese équido mitológico. La ciudad de M* era un refugio, el último tal vez. Las calles desiertas de la ciudad abandonada eran acordes con su melancolía.
Solitario, nostálgico y esquivo no era este marqués (que naturalmente no era marqués) como el otro: católico, feo y sentimental. Pero en lo esencial debían de parecerse.
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