El viernes, 15 de febrero de 1823, fui a visitar el sepulcro de Tasso; y lloré. Este es el primer y único placer que he tenido en Roma. El camino hasta allí es largo y no se va a ese lugar sino para ver este sepulcro; pero, ¿no se podría también venir desde América para gustar el placer de las lágrimas por dos minutos? (...) Muchos se indignan viendo las cenizas de Tasso, cubiertas e indicadas por una piedra de un palmo y medio de largo y ancho y puestas en un rincón de una iglesia cualquiera (chiesuccia). No querría de ninguna manera encontrar estas cenizas bajo un mausoleo. Comprendes la gran cantidad de afectos que surgen al considerar el contraste entre la grandeza de Tasso y la humildad de su sepultura.
Carta de Leopardi a su hermano Carlo; Roma, 20 febrero 1823
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