Nunca estuvimos tanto tiempo sin escribirnos, sin tener comunicación. Es decir, sin dar tantas señales de mutuo afecto.
Un escritor olvidado, Gustav Hochstetter, muerto en 1944 en el ghetto de Theresienstadt, publicó en 1913 en el diario "Prager Tagblatt" un breve cuento titulado Schweigend wandern que como poco es curioso. En aquellos años ya existía el teléfono. Lo que imaginó Hochstetter fue el teléfono móvil. Un hombre de negocios con agotamiento nervioso tiene que irse a descansar a las montañas por prescripción médica. Parte en tren. Está sólo y de repente oye la voz de su mujer dentro de la mochila. Revuelve dentro de ésta y saca un aparato. Su señora le ha puesto en la mochila un teléfono sin hilos, muy caro, para poder hablar con él. La mujer le aburre con una cháchara interminable. Le hace hablar con su jefe, con su suegra, etc. Al final el hombre tira el teléfono a un lago.
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