Tal día como hoy nacieron Walter Benjamin y Ludwig Fulda. Se diría que tuvieron la misma mala estrella. Ambos eran judíos en tiempos del nazismo. Fulda se quitó la vida en marzo de 1939 a los 76 años y Benjamin en setiembre de 1940; la más directa forma de escapar a los campos de exterminio a los que estaban destinados. Fulda murió unos meses antes del estallido de la guerra, Benjamin cuando la guerra llevaba un año y la mancha de terror del Tercer Reich se extendía por Europa. Fulda fue el encargado de publicar, en setiembre de 1914, el "manifiesto de los 93" breve texto que reunía las firmas de importantes personajes de la cultura alemana en favor de la causa de su país cuando estalló la Primera Guerra Mundial. En 1914 Fulda podía justificar a Alemania ante Europa, era un patriota alemán y a nadie le sorprendía eso. Hoy está olvidado pero en su tiempo Fulda tuvo mucho éxito como dramaturgo. Leo en Wikipedia que entre 1888 y 1932 se contó entre los autores más representados de su época. Hizo traducciones de Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Lope de Vega. También de Molière. La última película que rodó Greta Garbo (1941) se basa en una pieza de teatro de Fulda. Difícil de imaginar lo que tuvo que significar para Fulda, como para tantos judíos asimilados, el ascenso y triunfo del nazismo. Con qué nostalgia debió de recordar sus años juveniles, cuando le sonreía el éxito y podía vivir tranquila y libremente en su amado país. A partir de 1933 todo eso cambió. Ya no era alemán, era judío. El país del que estás tan orgulloso te escupe de la noche a la mañana. No sólo te escupe, te persigue para asesinarte. Amor no correspondido. Nostalgia de la tierra inocente, no del estado; nostalgia de los ríos, árboles, paisajes de Alemania, no de sus gobiernos. La nostalgia del exiliado Heine cien años atrás. En 1938 Ludwig Fulda estaba de visita en Estados Unidos pero tuvo que volver a Alemania. Más tarde trató de conseguir el permiso para salir otra vez hacia ese país pero le fue denegado. Sin duda desesperado se suicidó en Berlín en marzo de 1939 cuando de todas partes colgaban esvásticas y atronaban los aullidos de Goebbels y Hitler. A partir de 1935 Fulda pasó con su mujer temporadas en el extranjero, en Francia e Italia, leo en Wikipedia. Cuántas veces no hablarían, en la intimidad, en voz muy baja, porque vivían en el temor continuo, del peligro que corrían si seguían en Alemania. Qué temores y esperanzas no combatirían en sus conciencias. "Quizá se arreglen las cosas, no puede ir todo tan mal, esto es insensato..." Mientras tanto el proceso de privación de derechos era gradual pero implacable. Hitler detentaba el poder desde 1933. Fulda, se supone, no reaccionó a tiempo y se vio atrapado. ¡Pero no era tan fácil escapar! Vería cómo se hacía el vacío a su alrededor, cómo él y su familia y todos los judíos empezaban a ser señalados, perseguidos, encarcelados, expulsados de sus puestos de trabajo y despojados de sus bienes. Hay cosas tan enormes, tan negativas, que son difíciles de creer. La naturaleza humana es inclinada a la esperanza, muchas veces contra toda evidencia. Billy Wilder dijo una vez con mucha ironía y amargura: "the optimists died in the gas chambers, the pessimists have pools in Beverly Hills". No hablaba a la ligera, su madre murió en Auschwitz. Los primeros pensaron "ya se arreglará" Pero conocieron el horror que los asesinó y no pudieron dar testimonio. Los segundos fueron más realistas, aunque pocos llegaron a tener piscinas en Hollywood. Emigrar debe de ser una decisión muy dolorosa y muy difícil. Y quién sabe hasta qué punto es decisión consciente y no resultado de las circunstancias, como al aturdido al que empujan y de esa forma se libra de un peligro mortal. El doloroso exilio fue primer acto de la tragedia, el paso previo al inimaginable exterminio de millones de judíos.
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