Nunca me tomé en serio mi vocación literaria, en realidad no me gusta escribir. Lo que de verdad me gusta es leer. Pero, además, a cuántas cosas se renuncia por seguir un camino entre libros. Hombres de acción hay pocos, es cierto. Escribir consiste simplemente en poner con el mayor acierto posible una palabra detrás de otra. Pienso en lo frágiles que son la salud y la vida. Vivo en espera de la muerte, lo que pasa entretanto, lo que me viene quedando de vida, se lo reparten las visitas al supermercado, las horas de trabajo, los desplazamientos por carretera, los paseos por las redes sociales, las consultas al móvil (wasap, hotmail, etc). Mi mente está inquieta. Mi cuerpo sufre frecuentes dolores. Esto es mi vida a día de hoy. Si sigo así me temo que caeré en el olvido eterno a los tres días de mi muerte (muerte que sólo llorarían de verdad cuatro o cinco personas, o tal vez me equivoco y me aprecia más la gente de lo que supongo). Hay algo agradable en pensar que seremos olvidados y que no dejaremos huella ninguna. ¡No hace falta esperar a la muerte! Por experiencia sé que no hace falta morirse para ser olvidado de muchos. ¿Dónde están aquellos amigos de mi lejana juventud? Imposible imaginar las muchedumbres de personas anónimas que ya han pasado por este mundo y los que empujan por entrar en él. Ayer vi una grabación de un cámara, soldado alemán en el frente del Este. Año 1941, quizá. Las imágenes mostraban a unos hombres jóvenes, judíos, que corrían hacia una fosa. La siguiente imagen, a distancia, recogía el momento en que eran asesinados. Seguramente alguno quedó malherido. Justo después del crimen se cubría con tierra la fosa común. ¿Quiénes eran esos hombres que corrían hacia su propia muerte? Yo soy cada uno de esos hombres; soy yo, que ahora escribo estas líneas. Tengo las mismas pasiones que ellos: deseo, miedo, esperanza, alegría. Eran individuos, fueron irrepetibles. Qué maravilla banal, insignificante. Pero también soy cada uno de los asesinos. Es terrible el juicio de la historia, porque es inapelable. Cartago siempre perderá ante Roma. Muchas veces me pregunto: con un material tan deleznable como es el tiempo, ¿qué podremos construir duradero en esta vida efímera, rodeada de peligros, donde cada día que se mantiene uno con vida es una victoria? La teoría de la Relatividad no se inventa todos los jueves. ¿No habrá sido todo un sueño? ¿No estaremos soñando?
Ayer me llamó un amigo poeta, para contarme entre otras cosas que había intervenido en un acto poético en Úbeda, y había conocido allí a un hombre de nuestra edad (ambos tenemos la misma), que había sido compañero mío en un curso de Bachillerato (¡hace 50 años!), y que, aficionado a la poesía, conoce y sigue mi trabajo literario. Quería que yo le autorizara a facilitarle mis datos, para que pueda ponerse en contacto conmigo, cosa que hice con gusto. Quién lo hubiera pensado, al cabo de medio siglo.
ResponderEliminarTuve que ser una satisfacción conocer que este viejo compañero sigue tu trabajo. Puede ocurrir que parte de la gente allegada del poeta (o del creador, en general) sea indiferente a eso que tanto le importa y, en cambio, alguien lejano lo aprecie mucho. Es un misterio.
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