Solterita

Está sentada en un banco, cerca de una esquina, entre arbolitos y asfalto, coronada por el ruido de un avión que vuela bajo. Sentado a su lado está su perrito, uno de esos chuchos cuya raza no tiene otra cualidad que la de despertar afecto por lo frágiles y pequeños que son. (Dicho de paso, me parece patológica la explosión de mascotas en las ciudades, aunque entiendo la razón: la ciudad es inhóspita, y no es menor la necesidad de dar afecto a alguien que la de recibirlo). Esta mujer pasa de los cincuenta, no está casada ni tiene novio. Es una mujer un poco ajada por los años, pero resulta bella y sabe arreglarse, tiene estilo. Lo más triste de esta escena es que la mujer está acariciando al perrito con una ternura que a mi se me figura que hubiera ido dirigida al hombre que no apareció -que ya no aparecerá- en su vida. Hay muchísimos de estos dramas rurales de Lorca en las ciudades. Por fortuna estas mujeres no tienen el estigma de la soltería, aunque les quede la soledad.  Viendo a esa mujer solitaria la vida me parece irremediablemente triste. 

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