Engañados

En el apocalipsis zombi que fue el asalto al Capitolio de Washington hubo -que yo sepa- una víctima mortal, una mujer de San Diego que había dejado su residencia para asistir al magno acontecimiento. La pobre mujer era partidaria acérrima de Trump. Recibió un balazo en el pecho. Sacrificio inútil. No será una mártir de nada, había puesto sus esperanzas en un miserable al que la vida de los rednecks no le importa lo más mínimo. Es terrible pensarlo, pero ha muerto en vano. Trump se apresuró, forzado por las circunstancias, a renegar de sus propios y salvajes entusiastas. Estremece pensar que uno pueda poner toda su ilusión en una persona o una causa que son completamente falsas. ¿Cuántas veces nos han engañado? La Iglesia ha sido especialista en eso. Tomando como ejemplo a esa mujer me pregunto si no habré sido engañado también yo. Si no me habré inclinado ante un poder arbitrario, si no soy capaz de conocer la realidad social y mis propias circunstancias. Por ejemplo, la literatura es cosa de señoritos. Quizá el engañado se culpe a sí mismo de su situación vital o de su fracaso cuando no es más que la víctima de un orden social injusto. Ya sabemos que en la carrera de la vida una minoría de señoritos nace con privilegios e inmunidad moral y una masa anónima tiene que luchar por subsistir. La idea de "lucha" por cierto, tan enaltecida por los sindicatos  -cuando existían- es un error. Nadie puede cambiar nada si está en el fondo del pozo. Luchar, para esta gente, es simplemente mantenerse en pie. Eso es todo. Pero los pobres no tienen moral. Quienes han hecho las revoluciones han sido señoritos con mala conciencia. Sin embargo la simpatía, más o menos sincera, que pudieran tener por los marginados, los más humildes, no confunde sus destinos. Ciertamente, la rebelión tendría que ser una inevitable urgencia, pero su inutilidad es desesperada. Hacer que el individuo salga de la infancia, que sea una persona autónoma que piense por sí misma y sepa guiarse sola en la vida, fue el ideal de la Ilustración. Lo que nos enseñaron nuestros mayores, pienso, era falso. No engañaban por mala fe, sino por ignorancia. Derribar falsos ídolos. 

5 comentarios:

  1. Lo de que "la literatura es cosa de señoritos" me parece a mí una barbaridad. Limitándonos al caso español, parece indudable que nuestro mayor prosista es Cervantes, y muy defendible que nuestro mayor poeta sea San Juan de la Cruz. Me parece bien difícil calificar a cualquiera de los dos de "señoritos"; y San Juan, en concreto, era de orígenes humildísimos, y tuvo una infancia tan difícil que un hermano suyo falleció de niño, probablemente por causas asociadas a la malnutrición; a la que también se suele atribuir la escasa estatura del propio Juan, que por sus restos sabemos no llegaba al metro cincuenta (de "fraile y medio" hablaba Santa Teresa, con su especial sentido del humor, al referirse a los dos primeros miembros masculinos de su reforma; el "medio" era San Juan, obviamente).

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    1. Toda regla tiene excepciones y los que citas creo que son excepciones. No sólo la literatura, los creadores de cultura suelen pertenecer a clases adineradas. Hasta hace poco era así. Como norma general, insisto. La educación de un hombre comienza cien años antes de su nacimiento, oí decir una vez.

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    2. Tú afirmabas en general y sin matices ni distinciones: "la literatura es cosa de señoritos". Yo doy un par de ejemplos para demostrar que no es así necesariamente. ¿Que quienes tienen una situación de partida económica y socialmente más favorable lo tienen más fácil? Desde luego, pero exactamente como ocurre en tantos otros órdenes de la vida; no es cosa que distinga particularmente a la literatura (o al arte). Y las excepciones, con serlo, no son tan excepcionales; ni Virgilio, ni Dante, ni Shakespeare, ni muchos otros, pertenecían a la aristocracia de su tiempo, ni creo que tuvieran nada de señoritos.

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  2. Es verdad que yo lo afirmaba sin matices ni distinciones -como quien dice "todos los hombres son mortales"- y también es cierto que la palabra "señorito" en este contexto tiene matiz despectivo que da a entender que los que se dedican a la literatura tienen una vida fácil y regalada. No hace falta que yo diga que esto es falso.

    Virgilio creo que era de familia de ricos campesinos, pero no un aristócrata. Shakespeare, yo creo que se desconocía a sí mismo. Pero Dante era de una familia noble de Florencia. Su destino era más político que literario. Fue convertido en un monumento marmóreo, sobre todo durante el Ottocento, como símbolo de la unidad de Italia.

    Constato un hecho. No quiero quitar valor a la creación de muchos escritores que, por otra parte, admiro. El juicio literario o estético debe ser, me parece, independiente de consideraciones sociales y políticas. ¿Habré caído, por envidia, en ese prejuicio? Pues mal hecho.

    Supongamos que la frase "La literatura es cosa de señoritos" sea falsa. ¿Es igualmente falsa "la literatura ha sido, hasta ahora, cosa de varones"? Si en el pasado una mujer cambiaba de nombre para escribir (mejor dicho, publicar) y adoptaba el de un varón, hoy parece que tiene que ser al revés.



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    1. Habría, en primer lugar, que precisar lo que se entiende por "señorito". Si hacemos caso a la Academia ("joven acomodado y ocioso"), dudo de que pueda aplicarse con propiedad a cualquiera que deje una obra que (como decía Milton, y gustaba de repetir Borges) "los hombres no se resignen a olvidar", ya que eso no se consigue sin mucho esfuerzo.
      Respecto a la mujer, es obvio que en el pasado ha sido, de modo muy predominante, cosa de varones (aunque, de Safo a Emily Dickinson, pasando por Rosalía, Louise Labé o Santa Teresa, las excepciones no faltan; y a partir del siglo XIX son numerosísimas). Pero hoy parece claro, si es que alguna vez no lo estuvo, que eso se debe sólo a que las condiciones sociales se lo hacían, a ellas, infinitamente más difícil; no a ninguna presunta inferioridad por su parte.

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