Ya no siente el aguijón de la carne y está contento.
No siente la penosa necesidad de agradar a alguien.
No le ata nada a la tierra y es libre.
Sabe que la vida es un proceso de demolición y no le asusta.
Le basta con los recuerdos del pasado.
No se irá con las manos vacías y se siente agradecido.
Conoció el éxtasis del amor correspondido.
Ahora camina solo por una tabla que se adentra en el océano,
hasta que los hados determinen el necesario final.
A sus espaldas queda la servidumbre de las pasiones.
Que otros se afanen y se ilusionen.
Él cede el testigo sin amargura.
Que continúe el juego en otros seres.
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