Hoy el poeta Friedrich Hölderlin tendría que soplar 249 velas. Eso es demasiado para unos pulmones humanos. Según con qué lo comparemos (el movimiento relativo en el cielo de Aldebarán, por ejemplo) es un lapso de tiempo brevísimo, pero para nuestra vida, tan corta, es mucho tiempo. Como se sabe este poeta no tuvo apenas reconocimiento durante su vida, su admirado Schiller le despachó con bastante indiferencia, aunque -si no me equivoco- le ayudó a conseguir un puesto de bibliotecario o de preceptor, Hofmeister, una suerte de profesor particular para hijos de familias adineradas. Creo que en pocos artistas se nota tanto como en Hölderlin un choque tan violento entre la realidad del mundo, sus prosaicas exigencias, y el carácter del artista. En su tiempo Goethe supo acomodarse a la vida práctica sin renunciar a los demonios de la creación artística. Hölderlin se quebró. Hacia los 32 años de su edad se volvió loco y pasó el resto de su vida, que fue larga, sumido en la tiniebla mental, o como se dice en alemán en geistige Umnachtung. Ya sabemos que Hölderlin fue compañero de estudios de Hegel y Schelling en el seminario de Tubinga, tenían unos 19 años. Allí recibieron una excelente formación humanística orientada a una carrera eclesiástica de pastor protestante. Bien diferentes fueron los destinos de los tres jóvenes, los avatares de la vida les fueron separando. Quizá Hegel, en la cumbre de su fama, cuando era rector de la universidad de Berlín, se acordara con nostalgia de su viejo amigo. No me consta que exista testimonio sobre esto. Hegel, tras unos principios muy duros, consiguió la armonía familiar, una existencia burguesa. Se casó a tiempo con una señorita de buena familia y tuvo dos hijos. Hölderlin no tuvo esa suerte, se enamoró de la madre de sus pupilos, Susette Gontard, y fue correspondido. Pero duró poco la aventura. Ella murió poco después, cuando ya se habían separado. Hasta el colapso mental escribió el Hyperion, el Empédocles, poemas cortos y las grandes Elegías. Eso es lo que dejó. No es poco. Una nostalgia imposible se trasluce en estas obras. La vida es una tragedia extraña con algunos breves instantes de felicidad.
No es demasiado cierto lo de que "eso es lo que dejó". En los largos años de oscuridad mental siguió escribiendo, y hay de esos años bastantes poemas; no pocos, en mi opinión, espléndidos. Cernuda, que lo tradujo, señala en el prólogo a su traducción que "los siete primeros [poemas de su traducción], escritos durante su juventud, son anteriores a 1803, fecha hacia la cual sitúan la aparición de sus primeros trastornos psíquicos". Lo que quiere decir que la gran mayoría de los que recoge son de los "años de locura".
ResponderEliminarDesde luego, Hölderlin siguió escribiendo, ya apartado del mundo, en esa torre a orillas del Neckar, pero de manera muy ocasional, si no me equivoco. Creo que improvisaba poemas para agasajar a las escasas visitas. Algún poema es espléndido (el que empieza "lo agradable de este mundo..." es de su época de locura).
EliminarSin embargo, amigo anónimo, el cuerpo fundamental de su obra- Hyperion, las Elegías, el Empédocles- corresponde a su época de salud, antes del desorden mental.