La torre de Segismundo no es un observatorio astronómico.
Es una cárcel, como el universo.
Está en un lugar muy apartado. Lejos de la sociedad.
Segismundo no sabe que está en la Tierra. No sabe que está en un país. No sabe si está vivo o muerto o ninguna de las dos cosas.
Se oyen lamentos, gemidos, carcajadas.
Segismundo está durmiendo. Tiene sueños. El día se convierte en noche, los sueños en pesadillas. La vigilia es una pesadilla.
Hay una TV en la celda que emite partidos de fútbol. Uno tras otro. No entiende el juego. Está tan confundido que no se da cuenta de su confusión.
Segismundo nunca ha visto a una mujer. Nunca se ha enamorado. No se pregunta si vale la pena enamorarse. No conoce esa forma de locura.
Segismundo no conoce el dinero.
Segismundo no ha trabajado en su vida. Es totalmente inútil, pero no lo sabe.
Segismundo no ha trabajado en su vida. Es totalmente inútil, pero no lo sabe.
Segismundo no conoce el calendario ni las horas del día. Nota que las sombras se mueven, que la oscuridad y la luz son cosas que se alternan.
La electricidad no existe para Segismundo.
De vivir en sociedad Segismundo sería un hombre normal y corriente con un sufrimiento normal y corriente. Es decir, algunas veces casi insoportable.
No tiene envidia, ni celos, ni se enfada. Si llueve se arrima a la ventana para que le refresquen algunas gotas. Segismundo no teme a nada en particular. No sabe que es mortal. Tampoco sabe que ha nacido.
Segismundo ignora que tiene padres.
No tiene idea de Dios ni ha visto el mar ni un centro comercial.
Segismundo no ha engendrado a ningún hijo.
Oye ruido de pasos. Entra gente. Son Napoleón y Goethe. Caras nuevas. Segismundo cree que son otros carceleros. Los mira como si fueran una pared gris. Goethe cierra la puerta. Napoleón y Goethe no reparan en él. Le ignoran por completo. Conversan en francés debajo de la ventana.
Segismundo frunce el ceño. ¿Ni siquiera lo van a torturar? No entiende lo que dicen.
Napoleón y Goethe se interrumpen. Se dan la espalda, se ponen en cuclillas y defecan en el suelo de la celda.
Vuelven a la conversación. Napoleón y Goethe están un largo rato conversando muy animadamente. Se hacen una mutua reverencia y se marchan como vinieron. Cierran con llave. No han mirado a Segismundo ni una sola vez.
Entra un murciélago.
Afuera se oyen excavadoras. Deben de estar cavando una fosa común.
Quién sabe, tal vez ese Segismundo haya follado y trabajado diez veces más que Francisco Alba.
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EliminarUna entrada estupenda. Da gusto leer la creatividad que salpica este blog.
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