De la imperiosa necesidad de afecto

Los viejos han aprendido la dura lección de quedarse solos. No hay más que salir a la calle para ver ese ejército de tranquilos desesperados, sentados en los bancos de los parques. Nuestra sociedad es senil. Esperan una muerte vulgar con expresión vacía. Decía Plutarco que el hombre de ayer ha muerto en el de hoy y el de hoy morirá en el de mañana. No hay por dónde cogernos; somos como el agua, inaprensibles, nos arrastra la corriente del tiempo. Nunca idénticos a nosotros mismos, siempre cambiantes y fugitivos. Somos relojes que indican el tiempo que llevamos en el tiempo. Poco puede hacerse en estas condiciones tan duras, salvo soportar con paciencia este destino. La soledad inmensa que llevamos dentro nos empuja a buscar el trato con nuestros semejantes, nos buscamos unos a otros en este universo frío e inhumano. A veces el resultado es catastrófico. Tratar con un desconocido no es poco riesgo. Somos peligrosos. El hombre es más enemigo del hombre que la misma naturaleza. Cuando no puede usar la fuerza bruta utiliza el engaño, la máscara, el veneno. Cualquier horror puede justificarse. Estamos corrompidos hasta la médula. ¡Visión sombría de Juan Calvino! La Vía Láctea se mueve, dicen, a dos millones de kilómetros por hora. Genial. ¿No sientes vértigo? Un técnico -una persona de la que ignoro todo salvo que está ahí haciendo su trabajo- no deja de hablar por el móvil. La insustancialidad de su conversación es aplastante. Es lo cotidiano revelando la estupidez esencial del mundo y también su maravilla. Tiene gafas. Cuando su madre lo amamantó (si fueron así las cosas) realizó un trabajo muy loable. Digno de Hércules. A su madre (que no era una diosa) ni se le pasó por la cabeza que esa criatura, que ahora no deja de decir sandeces, pudiera llegar muy lejos en la vida. Tan lejos como yo o como cualquiera, pero  eso no debería importarnos: llegar lejos en el mismo cenagal donde ciertos antropoides triunfan da asco. ¿Qué significa "llegar lejos"? ¡Oh ilusiones de juventud! ¡Oh vanidad y engaño de la vida! Este técnico era hace pocos años un trozo de carne que había que alimentar. Ahora se ríe (¿de qué? ¿por qué esa risa tonta?)  "Venga, hablamos. Ta luego. Chao. Chao".  Así gira y gira este loco carrusel del mundo. Unos entran, otros salen. Unos suben, otros bajan. La vida es un fracaso precioso. Ya se ha ido el técnico. Vuelve el silencio. El ruido de las máquinas. Estuve acompañado. ¿Por quién? No importa. Por alguien. Por ninguno. Somos pobres seres anónimos buscando una persona que pronuncie nuestro nombre: con ternura, con odio o con fingida confianza.
            Ya tenemos ganada la terrible indiferencia de la inmensa mayoría de nuestros semejantes.


2 comentarios:

  1. Creo que es bueno reconocer el teatro y el papel que represenntas en la obra. Esto es realidad. Soledad, alegría, enfermedad, risa, dolor...

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  2. Demasiada filosofía y literatura no es bueno. Lo mejor es echarte una novia buena o hacer deporte. O las dos cosas.

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