Schopenhauer se toma la vida muy en serio, no hace bromas con el dolor del mundo. En el capítulo que dedica a la muerte en El mundo como voluntad y representación (que se lee con los labios apretados, en estado de trance, como lo leyó cierto personaje de Thomas Mann) aparece lo siguiente:
Klopfte man an die Gräber und fragte die Todten, ob sie wieder aufstehen wollten; sie würden mit den Köpfen schütteln.
"Si se llamara a las tumbas y se preguntara a los muertos si quieren volver a levantarse dirían que "no" con la cabeza".
Es una frase fascinante que recuerdo a menudo. Los muertos niegan con la cabeza. Nada más. -"¿La Vida? No queremos saber nada de ella"
En un pasaje de la Odisea Ulises baja al infierno y se encuentra con Ájax, al que ofendió gravemente. Ulises le dirige la palabra y Ájax, rencoroso, no le contesta. A veces el silencio es la respuesta más elocuente.
¿Quiere usted decir el suicidio?
ResponderEliminarUn saludo
Otro anónimo
No, señor anónimo. No hay en esta entrada la menor alusión al suicidio.
EliminarUn saludo
Lo sé. Pero creo que esa negación a una nueva vida implica una cierta inclinación a morir, es decir, a que estamos mejor muertos. De ahí a la apología del suicidio (que no digo que usted la ejercite), hay un paso. ¿No le parece?
ResponderEliminarGracias
Saludos
Mismo anónimo
Es un paso muy largo, señor anónimo. No hago apología del suicidio, pero tampoco lo condeno.
ResponderEliminarSan Agustín dice en uno de sus libros que sólo es vida feliz la que es eterna. Esta vida terrenal no le bastaba. Bien, pues parece que esta vida es breve, trabajosa, expuesta a desgracias, miserias y reveses de la fortuna. Luego, feliz no es.
Saludos
¿Bob Dylan?
ResponderEliminarLo de la respuesta elocuente, quería decir.
ResponderEliminarCreo que el silencio de Dylan no es una respuesta elocuente, sino obtusa, sin significado. Me parece un gesto soberbio. Hasta para
Eliminaraceptar honores hace falta humildad.
No estoy tan seguro de que sea soberbia. Dylan es uno de los tipos más raros e imprevisibles que existen. Probablemente ni él sepa por qué calla. Pero, en fin, no es este aquí el tema.
EliminarQuizá sea como los muertos de Schopenhauer; está diciendo "no" con la cabeza y el mundo no se entera.
EliminarMuy bueno.
Eliminarhttp://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/columna-jordi-punti-beckett-dylan-nobel-5579617 El silencio de Beckett
EliminarSie wÜrden mit den Köpfen schütteln. Impresionante.
ResponderEliminarComo la resurrección de Lázaro. Es inquietante. Le daría las gracias a Jesús, le miraría alucinado pensando pero Tú estás loco, como sería su vida luego...?
Seguro que conoces el poema de Cernuda, "Sentí de nuevo el sueño, la locura/ Y el error de estar vivo (...) Fuerza para llevar la vida nuevamente.//Así rogué con lágrimas..."
Jesús no le preguntó, es posible que hubiera negado con la cabeza.
Saludos y muchas gracias por la cita.
Anónima.
Muchas gracias a tí, anónima, por tu generoso comentario.
EliminarEn detalles sutiles como ése se demuestra que Schopenhauer es un gran escritor.
Muy oportuna la alusión al poema "Lázaro" de Cernuda. Encaja perfectamente en este contexto. Conocía el poema pero no se me ocurrió relacionarlo.
Un saludo
Duele ese "tí".
ResponderEliminar@ Francisco Alba
ResponderEliminarLa idea de que venimos a este mundo a ser felices es reciente, creo que apareció en Francia en el siglo XVIII.
Antes, a nadie se le hubiera ocurrido pensar eso, ni en el Occidente cristiano ni en el Oriente budista o hinduista.
Y si nos detenemos a pensar en ella, a meditarla, nos parece rápidamente absurda.¿Por qué deberíamos estar aquí para ser felices?
La idea contraria, venimos aquí a sufrir, es mucho más lógica, puesto que el dolor enseña más cosas que la felicidad, ¿no?
La idea de la felicidad general apareció con la idea de progreso y de la perfectibilidad del hombre, si no me equivoco. Más o menos el siglo XVIII. Dos potentes adversarios: Schopenhauer, Leopardi. Las masas de seres anónimos que pasaron por este mundo sin conocer otra cosa que la miseria son un buen argumento en contra.
ResponderEliminarEsta vida se parece más al infierno que a cualquier otro lugar (lo sé por experiencia, no sólo porque me lo dijeran Cioran o Schopenhauer). Basta una gota de tormento para contaminar un mar de felicidad, (o de satisfacción, siendo más modestos). Lo contrario es imposible. Pretender ser felices en este mundo, en que todo conspira contra tal propósito, es una temeridad todo lo encomiable que se quiera.
En fin, y para decirlo brevemente: esta vida me parece una miseria sin remedio.
Pero la miseria podría tener sentido. Y eso la transformaría en otra cosa - en lección por ejemplo.
EliminarConstatar es la primer etapa. A mí siempre me ha sorprendido que los Gracián, Leopardi, Schopenhauer y otros Cioran (que yo admiro por sus diagnósticos sobre el mundo) se limiten a constatar.
Es como si un gran médico se limitara a hacernos un excelente diagnóstico de nuestra enfermedad, sin explicarnos las causas (para evitarlas en adelante) y sin recetarnos los medicamentos que la curan. Sería absurdo, ¿no?
Se puede diagnosticar el mal, encontrar el remedio ya es otra cosa. Creo que Kierkegaard aludía a la vida en el título de su libro "La enfermedad mortal".
EliminarTengo una duda, ¿no recordarán los muertos lo rico que está el chocolate negro?. Ese sabor agridulce que quita los sentidos. Lo mismo si le llevamos un trocito no se levantarían, pero dirían que sí después de un gran letargo en sus tumbas silenciosas.
ResponderEliminarNo sé, me dejáis tan pensativa...
Tal vez esa observación del chocolate negro -"que quita los sentidos"- haría cambiar de opinión al irritable Schopenhauer. ¿Le gustaría el chocolate?
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