Empieza a atardecer. Entre las miles de ventanas que tiene el nuevo hospital de Asturias hay una que me llama la atención. Tras ella una paciente de unos 30 años pasea por su cuarto, de un lado a otro, como una pantera en su jaula. Me quedo largo rato observándola. Da una impresión de inquietud, soledad y desasosiego tremendos. Soledad en medio de la multitud. Es angustioso. A izquierda, derecha, arriba y abajo hay otras habitaciones, con gente anónima, desconocida. Ella está sola. Parece loca. Da algo de miedo.
En ese momento justo, Baudelaire pasa cerca de mí. Le hago un gesto. Viene dócil. Le señalo a la mujer y me dice sonriendo con tristeza:
Celui qui regarde du dehors à travers une fenêtre ouverte, ne voit
jamais autant de choses que celui qui regarde une fenêtre fermée. Il
n’est pas d’objet plus profond, plus mystérieux, plus fécond, plus
ténébreux, plus éblouissant qu’une fenêtre éclairée d’une chandelle. Ce
qu’on peut voir au soleil est toujours moins intéressant que ce qui se
passe derrière une vitre. Dans ce trou noir ou lumineux vit la vie, rêve
la vie, souffre la vie.
Quien mira desde afuera a través de una ventana abierta nunca ve tantas
cosas como el que mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo,
más misterioso, más fértil, más tenebroso, más deslumbrante, que una
ventana iluminada por una vela. Lo que se puede ver al sol es siempre
menos interesante que lo que ocurre detrás de un vidrio. En ese agujero
negro o luminoso vive la vida, sueña la vida, sufre la vida.
Preciosa entrada. Me recordó este poema de Cavafis:
ResponderEliminarLluvia
Tiene dos árboles ahilados
un pequeño jardín;
y hace allí de la campiña
una parodia el agua-
entrando por tallos
que no tienen qué guardar;
regando las raíces
que tienen su vigor;
corriendo por el follaje
que con hilos atado
pedestre y melancólico
cuelga por las ventanas;
y lavando raquíticas
plantas que en macetas
puso hilada a hilada
una hacendosa dueña.
Lluvia que los niños tiernos
miran con alegría
desde un cálido cuarto,
y cuanto arrecia el agua
y cae más abundante
dan palmas y brincos.
Lluvia, que escuchan los viejos
con paciencia ceñuda,
con tedio y desgana;
porque ellos por instinto
no aman en modo alguno
tierra empapada y sombras.
Lluvia, lluvia- continúa
siempre a raudales lloviendo.
Pero ahora ya no veo.
Se enturbió de la mucha agua
el cristal de la ventana.
Por la superficie
corren, resbalan, se extienden
y suben y bajan gotas desparramadas
y cada una emborrona
y cada una obnubila.
Y apenas ya se ve
borroso, borroso la calle
y entre neblina diluieda
las casa y los carruajes.
Cavafis: ese poeta griego que se invento Juan Luis.
ResponderEliminar¿Juan Luis Panero?
ResponderEliminarEl mismo. O eso dicen.
ResponderEliminarTengo la edición completa pero de Alfonso Silván Rodríguez. Es la que leo.
ResponderEliminarQue suerte tener amigos como Baudelaire. Apuntan alto sus pensamientos. Mas alla de la frugalidad de la vista
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