Hasta Hitler y Stalin fueron niños. Una buena manera de relativizar a esos monstruos es imaginarlos en la infancia, débiles y balbucientes, tan tiernos y tan inocentes como cualquier niño. Szymborska escribió un poema sobre ese Hitler niño: ¿Pero quién es este muñeco en pañales? / Pero si es Fito, el hijo de los señores Hitler.
La grandeza de la poesía de Szymborska radica, a mi entender, en esa dimensión humana y frágil que es capaz de observar y destacar. Vivió en la Polonia sometida al yugo soviético, en esa época de masas asesinas y fanatizadas, de hombres empujados a la traición y el asesinato (aunque muchos de ellos lo hicieron con entusiasmo).
No es casualidad que algunos de los mejores poetas del siglo XX hayan sido polacos. Milosz, Herbert y Szymborska nos hablan del doliente corazón humano, aplastado por los totalitarismos de uno y de otro signo. Ideologías antagónicas que resultaron igual de criminales. ¿En quién se fija Szymborska mientras camina por Cracovia o por Varsovia? En ese señor que sube al tranvía, en la mujer que vuelve de la compra, en la niña que juega con una muñeca de trapo. Mientras tanto los altavoces y la radio aúllan consignas políticas y la policía secreta vigila cada movimiento porque hasta el hombre más insignificante puede ser un conspirador.
Szimborska es un milagro de las letras. Es increible que en aquel entorno haya florecido una poeta como ella.
ResponderEliminarGran poeta, es verdad. Wislawa y olé.
Eliminar(La pipa tira).