Algo va mal

Quizá sean figuraciones mías pero advierto un notable incremento del odio en la sociedad. Estamos irritables, agresivos, groseros. Poco espacio donde respirar aire puro. Somos más propensos al insulto que a la palabra amable. En algunos programas de televisión, que ven millones de espectadores, el trato a los concursantes es sádico y denigrante. La crueldad es del domino público y queda retirada a la esfera privada, aterida de frío, la benevolencia. Un gesto amigable me parece cada vez más raro. Esta mañana, en el delirio del trabajo, una mujer me llamó "cielo" o "cariño" y casi me caigo del susto. Lo habitual es el silencio malhumorado, la mirada de desprecio o la palabra áspera. Como mucho un mundano "vive y deja vivir" y gracias señormío por no patear al caído. Moral de resistencia. Convivir se ha convertido en sobrevivir. Con todo creo que no debe perderse la fe en la democracia y la libertad. Mantener el desprecio y el asco hacia los líderes populistas, productos del resentimiento y el odio, que han medrado con el falso carisma alimentado en la televisión basura. Hobbes me hace muecas desde las sombras y no tengo claro qué camino tomar. ¿Mano de hierro porque en el estado de naturaleza el fuerte aplastaría al débil? Ojalá, como quería Borges, tal vez ingenuamente, no necesitáramos gobiernos. La desaparición de los estados sería... bueno, no sé si una utopía o una pesadilla aún peor que la actual. A peor es muy fácil ir. En unas horas se quema un bosque que tardó décadas en formarse. La destrucción es rápida. La decadencia tiene a favor la gravedad. En poco más de diez años un puñado de nazis hizo de la nación más culta de Europa un pueblo de asesinos, gracias al adoctrinamiento y la propaganda. Percibo signos evidentes de degradación social. O quizá estoy equivocado. O tal vez estoy soñando. O quizá vivo en otro planeta. En lo que no me equivoco es en que la vida cada vez está más cara; en que derechos fundamentales como el trabajo y la vivienda son lujos más que derechos. No me equivoco en que las desigualdades sociales están aumentando. Considero justas a las personas que hoy se mantienen firmes, no levantan la voz, no se unen a la manada, siguen leyendo y no avasallan blandiendo su manojo de derechos en el puño. Si me preguntaran  por un acto cívico hoy respondería: leer a Montaigne o a Tucídides. No arrastrar por el fango la humanidad que hay en nosotros. 

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