Solterita
Pueblo revisitado
¿Qué es la vida del hombre sobre la tierra? Paso breve. Esto se advierte mucho mejor cuando se regresa fugazmente, un corto paseo en una tarde de otoño, por un pueblo donde hace años trabajamos y al que no habíamos regresado desde entonces. Pueblo pequeño donde unas caras rimaban con otras. Caminé otra vez, con unos años más encima, mirando los edificios. Están más gastados. Algunos negocios habían cerrado (la floristería de Laura, el bar Marcelo) otros permanecían. Cuando iba diariamente a este pueblo habría como mucho una sola tienda de animales: hoy hay al menos siete, incluida una peluquería canina y un dormitorio para gatos. Negocios que cierran, nuevos negocios. Reconocí algunas caras: qué estragos hace con nosotros el tiempo. Me acordé del último tomo de "En busca del tiempo perdido" de Proust. Muchos de los que conocí han muerto y no lo sabré. Había bastantes niños que aún no habían nacido cuando yo me fui del pueblo, bruscamente, de un día para otro. Con toda normalidad llegué a trabajar un viernes y ya no volví más. Desaparecí sin dejar rastro. Seguramente nadie me recuerda, aunque trabajé en ese pueblo más de once años. El paso del tiempo lo arrastra todo. Creo que estoy imitando, sin darme cuenta, a Azorín.
Cambios
Las condiciones de vida actuales son adversas para la construcción de un hogar. Aparte de esto el hogar está desapareciendo: no sólo porque nos lo amuebla IKEA o porque no hay fuego en la cocina ni tampoco vida vecinal, sino porque cada individuo de la familia vive encerrado en el interior de la burbuja autista que es su teléfono móvil. Nos enseñan egoísmo y distracción permanente. Desconocidos bajo el mismo techo, ausentes y presentes a la vez, progenitores e hijos coexisten sin relacionarse. Para los millones de solitarios esta situación es catastrófica pues les hace casi imposible salir de esa condición de anacoreta urbano para vivir en compañía del otro (haya o no relaciones sexuales). El solitario se acostumbra a la incomodidad de su vida individual y por una ley natural pierde el interés por encontrar a una persona con la que convivir. Esto es muy triste. Aplicaciones como Tinder, con millones de usuarios, son vertederos del amor: la inmensa mayoría (no todas supongo) son aventuras vacías, efímeros chateos; insatisfacción, fracaso y tedio. Exposición de un mercado digital en el que el cuerpo está ausente. No es culpa de los "usuarios", es el medio el que les utiliza. Esta es una sociedad insociable (rasgo que ha acentuado la pandemia). Se arroga el derecho de entrar "hasta la cocina" en el espacio privado de cada vivienda familiar tanto en el ocio como en el trabajo, que cada vez es más invasivo. El teletrabajo difumina los límites entre tiempo productivo y descanso: oficina y dormitorio se confunden. Podemos conectarnos en pijama. Todo esto hará estallar la cabeza a muchas personas: son cambios demasiado violentos y rápidos como para que podamos asimilarlos. No tengo ni idea de hacia donde vamos, pero me parece que no vamos por buen camino. Por otra parte, la historia no ha sido, precisamente, "ir por buen camino"
Canción sobre un poema de Lermontov
Creo que a todos nos ha sucedido que nos enamoramos de una música o de una canción como en un flechazo. Al principio es una pieza aún misteriosa, de contornos borrosos. Como sucede que la escuchamos, si tenemos ocasión, una y otra vez, la música se va definiendo y va entrando en la memoria sin las lagunas del principio. Así es como se enamora uno de alguna canción. Esto me ha sucedido ayer al escuchar en internet por pura casualidad una canción desconocida. Me fascinó desde las primeras notas. Es una canción rusa cuya letra es el poema "Oración" del poeta Mijaíl Lérmontov. La letra dice más o menos: "En momentos difíciles de la vida/ si la tristeza oprime el corazón / repito de memoria una plegaria maravillosa. / Hay una fuerza bendita /en la armonía de esas palabras vivas / y respira una incomprensible / y santa delicia en ellas/ El alma se libera de su carga/ la zozobra queda lejos / y creo y lloro / y es tan fácil tan fácil... " Voy a escucharla otra vez, que anda uno muy falto de emoción auténtica.
Otra vez la playa
En esta tarde de mediados de octubre volví a pasear por la orilla del mar. Estaba en calma y me fui calmando yo. El día despejado, azul profundo del cielo. Pensaba que la vida es trágica, que los dioses también mueren, que el agua es la sangre de un dios muerto. Recordé los versos de Rimbaud en la reverberación de la luz en el agua: Elle est retrouvée. Quoi? -L'Eternité. C'est la mer allée avec el soleil. No conozco una sola persona que sea libre. Es probable que jamás haya existido. Pensé que si los dioses me enviaban la muerte en ese momento -no después, no mañana- no me importaría demasiado. Caer fulminado, sin dolor ni angustia, en ese instante luminoso, profundo y solitario. No me han concedido esa gracia, me han mandado a la mierda los dioses. De vez en cuando juego a ser pagano. No se me entienda mal: no deseo morir. "No deseo morir pero me es indiferente estar muerto", dijo un antiguo. También dijo el poeta: "es sólo de los vivos el deseo de la inmortalidad" ¿Habrá tanta diferencia entre estar vivo y muerto? Al menos el muerto se ha liberado "de la triste costumbre de ser alguien y del peso del universo". Por lo menos no he tirado la tarde a la basura verde
Pastillas de John Donne
Servirá menos que un reloj de sol en una tumba
Ojos que a todos miran, no miran sino sudan
Los que son algo sabios son los mejores tontos
Por exceso de calor Amor mata a más jóvenes que a viejos mata la Muerte por exceso de frío
¿Quién no se reiría de mi si dijera que vi arder un día entero la pólvora de un frasco?
El mismo honor, cuando tú a mi te rindas, se perderá, como vida te quitó la muerte de esta pulga
Amor es luz creciente y duradera y su primer instante, tras el mediodía, es noche
Pero no llames a esto larga vida, sino piensa que soy, estando muerto, inmortal
El mismo Sol que crea el tiempo mientras pasa
En las almas crecen los misterios de Amor y sin embargo el cuerpo es su libro
Brilla aquí para nosotros y estarás en todas partes, esta cama es tu centro, estos muros tu esfera
¿Y cuándo ese calor que me inunda las venas añadió un sólo hombre al balance de la peste?
Haz saber tus pensamientos, fuera yo te estudiaré como lejos se sitúa quien gran altura mide
Pregunta y orden
García Márquez
He tenido que esperar a los 53 años para leer Cien años de soledad. No había leído la historia de Macondo. Me ha parecido la mejor novela de la literatura castellana después del Quijote. No he leído Fortunata y Jacinta, es verdad, que tal vez sea candidata al segundo lugar. Creo que no hace falta decir más. Es absolutamente grandiosa. Ya, si ya sé que no descubro nada, señora. Pero, qué manera de escribir, qué imaginación tiene Gabriel García Márquez.
Obrar o escribir
Nunca me tomé en serio mi vocación literaria, en realidad no me gusta escribir. Lo que de verdad me gusta es leer. Pero, además, a cuántas cosas se renuncia por seguir un camino entre libros. Hombres de acción hay pocos, es cierto. Escribir consiste simplemente en poner con el mayor acierto posible una palabra detrás de otra. Pienso en lo frágiles que son la salud y la vida. Vivo en espera de la muerte, lo que pasa entretanto, lo que me viene quedando de vida, se lo reparten las visitas al supermercado, las horas de trabajo, los desplazamientos por carretera, los paseos por las redes sociales, las consultas al móvil (wasap, hotmail, etc). Mi mente está inquieta. Mi cuerpo sufre frecuentes dolores. Esto es mi vida a día de hoy. Si sigo así me temo que caeré en el olvido eterno a los tres días de mi muerte (muerte que sólo llorarían de verdad cuatro o cinco personas, o tal vez me equivoco y me aprecia más la gente de lo que supongo). Hay algo agradable en pensar que seremos olvidados y que no dejaremos huella ninguna. ¡No hace falta esperar a la muerte! Por experiencia sé que no hace falta morirse para ser olvidado de muchos. ¿Dónde están aquellos amigos de mi lejana juventud? Imposible imaginar las muchedumbres de personas anónimas que ya han pasado por este mundo y los que empujan por entrar en él. Ayer vi una grabación de un cámara, soldado alemán en el frente del Este. Año 1941, quizá. Las imágenes mostraban a unos hombres jóvenes, judíos, que corrían hacia una fosa. La siguiente imagen, a distancia, recogía el momento en que eran asesinados. Seguramente alguno quedó malherido. Justo después del crimen se cubría con tierra la fosa común. ¿Quiénes eran esos hombres que corrían hacia su propia muerte? Yo soy cada uno de esos hombres; soy yo, que ahora escribo estas líneas. Tengo las mismas pasiones que ellos: deseo, miedo, esperanza, alegría. Eran individuos, fueron irrepetibles. Qué maravilla banal, insignificante. Pero también soy cada uno de los asesinos. Es terrible el juicio de la historia, porque es inapelable. Cartago siempre perderá ante Roma. Muchas veces me pregunto: con un material tan deleznable como es el tiempo, ¿qué podremos construir duradero en esta vida efímera, rodeada de peligros, donde cada día que se mantiene uno con vida es una victoria? La teoría de la Relatividad no se inventa todos los jueves. ¿No habrá sido todo un sueño? ¿No estaremos soñando?