Haces de luz de coches solitarios iluminan las rocas altas del desfiladero. Juegos de luz, enajenación y delirio, en este lugar tenebroso. No se oye más que la corriente del río. La carretera no lleva a ningún lugar, más que a la aniquilación. Detrás de los montes asoma la luna. Se recorta el diente de sierra del perfil de los montes, una silueta oscura de perdición. Un jirón blanco de niebla baja de la ladera abrupta. Hay una casa triste al borde la carretera, una luz insignificante; dentro se oye el llanto de un niño. Las gotas de lluvia golpean las hojas de los árboles. ¿Qué quiere decir ese rumor? ¿Está a punto de pasar otra desgracia? Como un animal salvaje, los sentidos despiertos. La amenaza es permanente.
Tú, caminante perdido, a deshora, obsesionado, en este lugar fantasmal cargado de presagios, siniestro laberinto, vuelve a la habitación solitaria y ajena. La vida es una mala noche en una mala posada. Ya en el lecho, avanzada esta noche de noviembre, te despertará un mal sueño: alguien te pedirá que apagues la luz, cada vez con más furia, y tú no sabrás cómo.
Tú, caminante perdido, a deshora, obsesionado, en este lugar fantasmal cargado de presagios, siniestro laberinto, vuelve a la habitación solitaria y ajena. La vida es una mala noche en una mala posada. Ya en el lecho, avanzada esta noche de noviembre, te despertará un mal sueño: alguien te pedirá que apagues la luz, cada vez con más furia, y tú no sabrás cómo.
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