El doble iraní

Por lo visto en Irán existe un doble del futbolista (experto en patadas) Messi. El parecido es tan asombroso que este muchacho de 25 años, llamado Reza, provoca tumultos. Los iraníes se hacen selfies con él. El muchacho y su familia, bien conscientes de la mina de oro que tienen a su alcance, hacen lo posible por reforzar el parecido: se ha dejado barba y lleva la camiseta de ese equipo de fútbol (o como se llame ese negocio). Llega a ser tal el furor que este maniquí de un maniquí altera el orden público de la república islámica y lo han detenido por eso. Los policías se harán selfies con él. En este ambiente mundial los jóvenes de hoy tiene el deber de ignorar los viejos libros: Montaigne, Dante, San Agustín, Erasmo, Tolstoi, Voltaire, Cicerón, Séneca, Aristóteles, Emerson, etc. No les servirán de nada, no les traerán más que decepción. Si llegaran a estimarlos serían bichos raros en todos los aeropuertos del mundo, se pudrirían en una esquina sin encontrar trabajo. Es por su bien. El mundo globalizado odia a las personas críticas (no, "críticas" no es la palabra, pero no se me ocurre otra mejor): exige gente que se haga selfies con el doble iraní de Messi. Vaya, qué serios nos hemos puesto.

4 comentarios:

  1. De veras, no sé yo bien cuándo se produjo esa época anterior al "mundo globalizado" de ahora en la que la gente masivamente prefería la lectura de Montaigne, Dante o San Agustín antes que el espectáculo popular de moda. En lo que yo conozco al menos, lo segundo, no lo primero, ha sido siempre lo mayoritario.

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    1. Pero anónimo, claro que no hubo nunca una época en la que se leyera masivamente a esos autores. Lo que se dice en esta entrada es que leer a esos autores en este "mundo globalizado" además de inútil, es una fuente de desazón. Ojalá se siguan leyendo,desde luego. Aún quedan bibliotecas públicas.

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    2. No me preocupa que sea inútil; más bien me preocuparía lo contrario. Ser útil es servir; y hay ciertas cosas que no sirven, no son servidoras, sino más que eso. Pero son de una extremada "utilidad" para quien sabe cómo sacarles partido. Recuerdo lo que decía Valincour, sucesor de Racine en la Academia Francesa. Como hubiese perdido en un incendio su biblioteca, valiosísima y con ejemplares, y manuscritos, literalmente únicos (que se perdieron también), sus amigos observaron que no parecía tan afectado como podía suponerse por la importancia de la pérdida. Al comentárselo alguno de ellos, su respuesta fue: "De poco me habría servido mi biblioteca, si no hubiera aprendido a perderla sin lamentarme". Hermosas palabras, a mi parecer.

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    3. Su biblioteca debía de estar llena de estoicos. Hermosas palabras, sí señor.

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