De altísimas caídas y sus fatales
consecuencias hablan los mitos.
Faetón e Ícaro, ejemplos de imprudencia.
Lo que no hicieron ellos
lo logró una azafata yugoslava.
El DC-9 explota en pleno vuelo. La caída
acelerada, interminable. El suelo.
Sonríe en las fotos, en la cama de un hospital.
Es inmortal. Tiene 22 años.
La inscriben en el Guinness de los récords.
La encontraron no hace mucho
sola en su triste piso de Belgrado
entre los restos de otro DC-9
en que viajaba sola. Tenía 66 años.
No hubo supervivientes.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias. Para mi gusto, el primero era insuperable.
ResponderEliminarMe da cosa explicarlo, porque es un crimen despanzurrar un poema y porque hablo como simple lectora ( yo de poeta nada), pero me parece que en el segundo la almohada le quita fuerza, no se sabe si vivía sola o felizmente acompañada, ni que ya no era joven. Se pierde el contraste entre el primer estrellamiento (inmortal-sonriente-aclamada) y el segundo (mortal-sola-perfectamente olvidada). Y sobre todo se pierde la imagen de la vida como Dc9 en el que se viajamos solos que se estrella sin pena ni gloria.
Me alegra verlo de nuevo.
Saludos
¡Toma bofetada de realidad en verso!
ResponderEliminarTriste destino el de esta azafata que se salvó de milagro -recibiendo los halagos del mundo- y al final murió sola y relativamente joven.
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