Haber conocido al joven Hölderlin tuvo que ser maravilloso. Hegel y Schelling gozaron esa suerte, fueron sus compañeros de clase. Luego la vida les separó y les golpeó duramente (en esto es maestra). A Hölderlin lo convirtió en una sombra muda, envejecida, recluida en una torre. Iban a verle, no conocía a nadie.
Rómulo Reyes, Perfiles cursis de poetas románticos, 1971
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