LA BICICLETA
Agradeceré siempre haber
conocido el triángulo laboral
desde sus tres vértices: la
parte superior, inferior e intermedia.
Mi madre utilizaba la bicicleta
como vehículo para trasladar
miles de peces muertos que
luego vendía
tras kilómetros y kilómetros de
carretera
y bosque y tierra y zapatos
rotos.
Mi padre siempre recuerda la
dureza de los dientes al comer maíz.
“Hoy no volváis a casa porque
no hay nada para comer”, decía mi abuelo,
y todos sus hijos buscaban una
casa donde ofrecer sus servicios
a quienes ofrecían alimento
como pago a niños por la agilidad de sus manos.
Mi madre tiene siempre presente
el lugar en el que te coloca apenas saber
colocar letra tras letra, y la
impotencia que eso te provoca en el pecho
ante una simple carta. Y la
impunidad que sigue a ese hecho.
A mi tía le hubiera gustado
estudiar y por eso devora libros aún hoy,
como si de algún modo lograse
recuperar el tiempo arrancado de sus manos.
Aprendí el significado de
poseer cosas muy pronto
y todo lo que significa no
tenerlas.
También que a las señoras de
bien les gusta escoger a niñas de familia humilde
pero que sin embargo son
“finas” y “educadas”
-dieron por hecho que la
cultura de los libros sólo alcanzó a los que pudieron comprar
dicha cultura y dichos libros-
puesto que la cultura viene de
cuna, de cuna y ornamentos, dicen,
pero no de la pureza del alma
que surge de modo natural,
seguimos malinterpretando el
mundo…
Veo en este tejido familiar
la raíz de quien soy ahora y muchas de las alteraciones
que sufro al contemplar cómo
la escena se repite
y negarme a tragar mentira
alguna
pues en mi piel y en mí llevo
la experiencia,
conciencia e instinto de más
de una generación entera,
como para que alguien venga a
decirme ahora
que las cosas han cambiado o
que a alguien le interesa dicho cambio.
Mi madre utilizaba una
bicicleta prestada como instrumento de trabajo,
mi padre no llegó a tenerla,
años y años entregados a
otros, otras, digamos los de arriba, digamos,
digamos los que pueden y las
que pueden con absoluta impunidad,
que ahora siguen jugando con
los mismos elementos.
La bicicleta sigue siendo en
nuestra familia un objeto de deseo
que no hemos conseguido rozar
siquiera.
Hay cosas que no cambian
nunca.
Versos autobiográficos (imagino) que reflejan la distancia insalvable de una realidad olvidada, quizás, silenciada por la mano todopoderosa del ruidoso capitalismo.
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