Una voz en el patio de luces (aquí tendría que hacer una descripción y ni le apetece) leía despacio cada noche, por el ventanuco de la ducha, un cuentico de El llano en llamas. Nadie lo oía, aunque la vieja del sexto no lo hubiera entendido. Creyera que fuese la conversación telefónica de algún vecino perturbado.
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