Lo que pasa en el mundo

El señor Gracia observa a la gente en Carrefour. Esta tarde no estaba muy concurrido ese centro comercial. Se acercó a la sección de deportes, cogió un balón de fútbol, le dio unos toques con la rodilla y lo dejó donde estaba. El señor Gracia es un rebelde tímido, le gusta entrar en estas grandes superficies, darse un par de vueltas, observar como un sociólogo francés esos templos de la sociedad de consumo y salir sin hacer compra, silbando con las manos en los bolsillos. ¡Cuántas cosas hay que no necesita! Considera el señor Gracia que un centro comercial es un lugar deprimente. (Aunque más deprimente es un centro comercial con los estantes vacíos como en Venezuela o en cualquier otro lugar donde haya escasez). La vida se sostiene en el vacío, todo es ilusión. La gente se interesa por el precio del pescado, del pan, del aceite, escoge el yogur, guarda la cola, revuelve ropa entre los pasillos. El señor Gracia sabe, como todo el mundo, que en estos días (aparte de la guerra de Ucrania) hay desatado un conflicto atroz en Gaza. No ha tenido pesadillas con ese infierno ,-porque es un infierno- eso es cierto. Lo que sucede en Gaza le llega a través de imágenes algo borrosas, desenfocadas a veces, en las noticias de los diarios digitales, en videos difundidos en las redes sociales. Apresuradas camillas meten heridos graves en hospitales hacinados y ensangrentados y luego esa visión extraña de los cadáveres, cadáveres, cadáveres envueltos en sábanas blancas. No puede dejar de pensar que la comunidad internacional o el Consejo de Seguridad de la ONU o el mismo Dios (aquí alguien se reirá) no son capaces de detener semejante espanto y crueldad. Sea como sea llegaría tarde un alto al fuego pues han muerto, hasta ahora, unos 7.000 niños. ¿Cuántos mandó matar Herodes? El señor Gracia cree que lo que sucede en Gaza es el episodio bélico (guerra, se dice "guerra") más sangriento desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Un odio de décadas estalla como un grano de pus. Somos tristes contemporáneos de esas atrocidades. La guerra es el padre de todas la cosas. Hay un tiempo de construir y otro de destruir. ¿No podremos librarnos de esa dialéctica universal? Hoy, en el centro comercial, al señor Gracia le parecía que los compradores, incluido él mismo, eran como zombies. La carne estaba podrida; el pescado estaba podrido; la leche, agria; en vez de pan había piedras; en vez de sal, ceniza. Una sospecha le dejó paralizado por un momento: si en la parte del mundo en la que vive sucediera algo como lo que sucede ahora en Gaza sería inútil esperar ayuda del exterior. Esta reflexión contaminó de vanidad todo lo que le rodeaba. El progreso moral indefinido parece un cuento (con el permiso del sabio Steven Pinker). Si es cierto que la violencia ha disminuido en todo el mundo en las últimas décadas tendrá que detenerse en poco tiempo la masacre de Gaza. ¿O Gaza va a ser una excepción a esa tendencia general? Al señor Gracia le gustaría conocer la opinión de Pinker al respecto. El señor Gracia recuerda lo que hace unos días le dijo un conocido suyo, que hay que preocuparse por lo que uno tiene alrededor, por la parte que alcanza su influencia (familia, amigos, compañeros de trabajo) porque el resto del mundo es una selva. Qué responsabilidad tienen los que gobiernan la Tierra, los poderosos. A muchos les espera el infierno. 

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