Del alemán al ruso

Quien tradujera al ruso la "Fenomenología del Espíritu" de Hegel acometía una tarea gigantesca. Geist, Bewusstsein, Aufheben, Wissenschaft, Gegenstand, Bewegung, Werden, Begriff, etc.: todos estos germánicos conceptos tuvieron que encontrar un equivalente en ruso. El intrincado y racionalísimo pensamiento de Hegel tuvo que acomodarse al espíritu de la lengua rusa. Está claro que la traducción del pensamiento de Marx a esta lengua fue la que tuvo consecuencias históricas; aunque el origen de Marx es Hegel. Entre las líneas de las versiones rusas de Marx y Engels, en ese traslado de ideas, tal vez se vislumbrara la figura de Lenin, la revolución de Octubre, Trotski, los procesos de Moscú, la hambruna de Ucrania, Stalin, Stalingrado, el Gulag, la Yezhovina, la NKVD, Gagarin, el pacto de Varsovia, la Guerra Fría, Cuba, la insurrección de Budapest, la primavera de Praga... y Pablo Iglesias. Todos estos fantasmas salieron de la cabeza de Marx y Marx salió de la cabeza de Hegel. ¿Qué falta en todo esto? Un poquito de humor. Aunque no faltó el humor negro.
     ¿Quién enseñó, por cierto, entre 1933 y 1939, a los intelectuales franceses cómo pensaba Hegel? Un ruso, Alexandre Kojève.

Profunda reflexión

Los hombres somos efímeros, lo eterno es el lenguaje. O dicho de otra forma: sólo existe el lenguaje.

El genio del feminismo

Sofía Kovalevskaya (1850-1891) fue una matemática rusa, la primera mujer en conseguir un puesto de profesora en la universidad. Nació niña, cierto, pero en el seno de una familia culta entre cuyas amistades se encontraba un tal Dostoievski. En Rusia encontró dificultades insalvables para desarrollar su talento: el remedio fue emigrar. Viajó por Europa, estudió en la erudita Alemania, recibió clases particulares del matemático berlinés Karl Weierstrass, ya que no podía asistir a las clases. Hay que decir que Weierstrass se portó muy bien con ella, reconoció su talento y la ayudó en lo que pudo. Así lo dice la historia. Kovalevskaya tuvo una vida corta, murió a los 41 años. (Tendría que escribirse una historia de vidas truncadas, pero sería interminable. ¡Qué pocos individuos se realizan!). Su matrimonio no parece que fuera feliz, su marido, Vladimir Kovalevski, paleontólogo, traductor de Darwin al ruso, se suicidó en Moscú, separado de su mujer y la hija que tenían en común. August Strindberg, el dramaturgo sueco, conocido por su misoginia, escribió ante la noticia del nombramiento de Kovalevskaya como profesora de la universidad de Estocolmo, en 1884: "que una mujer sea profesora de matemáticas es algo perjudicial y desagradable, incluso podría decirse que es una monstruosidad. La invitación de esta mujer a Suecia, que tiene profesores de sobra que la superan con mucho en conocimientos, sólo se puede explicar por la amabilidad de los suecos hacia el género femenino". Uno de estos amables suecos, el más amable, gracias al cual Kovalevskaya logró el puesto docente, fue el matemático Gösta Mittag-Leffler. Nada más pisar suelo sueco Sofía Kovalevskaya -que debía de tener una voluntad de hierro- se dedicó a estudiar a fondo el sueco, idioma que consiguió dominar, hasta poder hablarlo y escribirlo perfectamente, en menos de un año. En el siglo XIX el latín ya no era la lengua de los sabios. El sueño de esta mujer era dar clases en París, pero no lo vió realizado. Llegó a Estocolmo y allí se murió de neumonía (de vuelta de unas vacaciones en Niza) como el valetudinario Descartes. Ella murió un 10 de febrero; Descartes un 11 de febrero. ¡Cuidado con Estocolmo, que es una trampa para sabios! Ciertamente, Kovalevskaya era rusa, y los rusos entienden bastante de frío.
        Como habrá advertido el avisado lector, el título de esta entrada es un guiño a Chateaubriand.

Evocando a los clásicos

En alguna parte de las cartas a su amigo Ático (qué lecturas ya tan lejanas de mi juventud) dice Cicerón que no se le ocurre nada que escribirle y que eso es, precisamente, lo que le escribe. Ahora recuerdo algunos de los autores antiguos que leí hace veinte años: Platón, Aristóteles, Séneca, Cicerón, Luciano, Elio Arístides (que escribió un diario de sus sueños con fines terapéuticos), Lucano, Catulo, Eusebio de Cesarea, Marco Aurelio, Epicteto, fragmentos de los estoicos griegos -Cleantes, Crisipo (que murió de risa viendo a un burro comer no recuerdo qué)-, Diógenes Laercio, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, San Agustín, San Jerónimo, Orígenes, Jámblico (que escribió una vida de Pitágoras), los presocráticos, Teofrasto, Virgilio, Horacio, Lucrecio, Porfirio, Plotino, Quinto Curcio (que escribió una vida de Alejandro Magno), Ovidio, Suetonio, Tácito, Tertuliano, San Justino, Plutarco, Ireneo de Lyon (para conocer a los gnósticos), Julio César, Calímaco, Juvenal, Hesíodo, Demóstenes, la Antología Palatina, algo de Tito Livio, Homero, Clemente de Alejandría, Jenófanes, los líricos arcaicos griegos, Heródoto, Tucídides, Teócrito, Polibio, Plauto, Terencio, Salustio, Petronio, Apuleyo, Boecio, los dos Plinios, Persio, Amiano Marcelino, Juliano el Apóstata, Símaco... me paro.
     Y también leí a aquellos que a lo largo de los siglos volvieron sobre ellos: Erasmo, Montaigne, Gibbon, Hume, Goethe, Schiller, Nietzsche, Schopenhauer, Shakespeare, San Isidoro, Fray Antonio de Guevara, Quevedo, Gracián, Cervantes, Dante, Petrarca, Pascal, Byron, Keats, algo de Rabelais, Voltaire... qué sé yo.
     Lista exhaustiva y tediosa. Pero a mí me gustan las listas, como a Umberto Eco. Con qué pasión los devoré, con qué frenesí llené de notas esas páginas. Cuando un pasaje me gustaba especialmente ponía al margen este signo (!). En general, los paganos tienen gracia; los Padres de la Iglesia me parecen antipáticos. Si algo hice en esta vida de lo que pueda estar orgulloso es de haber pasado tantas horas en compañía de estas sombras que son lo mejor que ha dado nuestra triste y cruel especie. Siempre me encontré más a gusto entre ellos que entre mis contemporáneos. Reparo en que, excepto Safo, no hay ninguna mujer. En fin, aspiro, modestamente, a no morirme imbécil. Quizá ellos me ayuden.

Zelif 2019

Olvidábasele al equipo de administradores, consejeros, redactores y relatores de este blog desear a los lectores que por aquí caigan un feliz año nuevo. Que les sea muy venturoso y que lo aprovechen. Los años pasan muy rápido. Feliz 2019.