Echando una ojeada a las estanterías de filosofía en las librerías se puede constatar que los estoicos están de moda. Se multiplican las ediciones de Marco Aurelio, de Séneca y de Epicteto. Se les considera un derivado de los libros de autoayuda. Una doctrina para tiempos difíciles. Supongo que comenzaron a estar de moda durante la pandemia. Los antiguos (Pascal los consideraba jóvenes, los antiguos somos nosotros) tienen mucho que susurrarnos a través de los siglos. Puede que Séneca o el emperador antonino no conocieran los dinosaurios ni el electromagnetismo ni la forma en que la vida se propaga por medio del ADN, pero en cuestiones de moral son nuestros maestros y nuestros contemporáneos. Nos enseñan a vivir y a vivir con la inminencia de la muerte sin que esa idea nos abrume. Serenidad y lucidez. Serenidad conquistada. Y esto nos lo enseñan no como si los males no fueran con ellos, sino que discuten, reflexionan, también temen pero se esfuerzan por vencer el temor a los avatares del destino (desgracias de toda clase: pobreza, enfermedad, muerte prematura, deshonra, exilio, guerra...) y el temor a lo inevitable que es la muerte. La vida es corta, puede terminarse en cualquier momento. Pensamientos de un muerto milenario que habla a los vivos... que pronto estarán muertos. Quevedo también nos sirve. Cualquier escritor barroco nos sirve: Gracián, Bossuet, John Donne. Pero aquellos romanos (Epicteto era griego pero vivió en tiempos de Domiciano) son los padres de éstos.
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