Un error frecuente pero comprensible es el de enfadarse considerando que alguien con dos orejas de cartílago y proteínas va a escuchar nuestras quejas. En realidad no hay nadie al otro lado, se trata de un programa cibernético. El hombre imita al hombre creando máquinas, robots, que son réplicas de nosotros mismos. Escucho una voz que lleva 35 minutos diciendo (no diciéndome a mi, diciendo a quien sea) que el tiempo de espera es inferior a cinco minutos. ¿Con quién te enfadas? Nuestra época está creando genialmente nuevas formas de soledad. Una civilización de tecnología todopoderosa en la que el hombre está perdido y parece superfluo. No es sorprendente que las consultas de psiquiatras y psicólogos estén llenas y que haya siempre cola en las farmacias. Lo que hay de humano en nosotros (podemos renunciar a las emociones por puro instinto de supervivencia) se subleva, se quiebra, ante esta vida imperfecta, automatizada y deshumanizada. El algoritmo te empareja. El algoritmo decide si se te puede conceder un crédito. El algoritmo decide si hay que asesinarte (el programa Lavender que usa el ejército israelí se dedica a eso). Y, sin embargo, nunca hemos vivido mejor. El supermercado está bien surtido. No hay ejecuciones públicas en este país. No hay pena de muerte. No hay bombardeos...
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