Como individuos nuestro ciclo vital es el de siempre: infancia, adolescencia, juventud, madurez, vejez y muerte. Eso ha sido así desde la noche de los tiempos. Es la naturaleza. Pero en unas pocas generaciones los cambios sociales (no tanto políticos) han sido alucinantes. Lo que una generación ha conocido la siguiente lo considera no obsoleto, sino prehistórico. Es vertiginosa la velocidad de este progreso tecnológico que ha modificado por completo nuestra manera de relacionarnos. Las redes sociales, las app para ligar, el teletrabajo, etc. Las consecuencias de este frenesí desatado aún no se conocen. Se necesita tiempo para que se asienten los edificios, nada firme puede sostenerse sobre el viento. Nos estamos acostumbrando a la fuerza a una inseguridad permanente.
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